“El modo de realizar una construcción consiste en obtener de diversos materiales dispuestos en un cierto orden y conjugados con arte una estructura compacta y —en los límites de lo posible— íntegra y unitaria. Se dirá integro y unitario aquel conjunto que no contenga partes escindidas o separadas de las otras o fuera de su sitio, sino que en toda su extensión demuestre coherencia y necesidad. Por tanto es preciso averiguar, en la estructura, cuáles son sus partes fundamentales, cuál su ordenamiento y cuáles las líneas de que se componen.”
Leon Battista Alberti. De re aedificatoria. L’architettura 1.452
Las obras de Teodoro González de León y de Mathias Klotz, así como los análisis compositivos que se presentan de las plantas de sus proyectos, permiten reivindicar el carácter instrumental de la composición arquitectónica en la que volumen, planta y alzado son resultado de manipulaciones geométricas próximas al proceso clásico de composición. Se trata asimismo de concepciones que plantean la autonomía del lugar, sirviéndose casi exclusivamente de un único material.
La forma del edificio es tanto más reconocible y perceptible cuanto más simple y regular sea. Así, la fuerza de los carácteres formales, intrínsecos de las figuras geométricas genera inmediatas e instintivas referencias simbólicas. El cuadrado y su extensión tridimensional, —el cubo—, dan la idea de la claridad, de la estabilidad, de la tranquila fuerza consciente; el círculo, y su extensión tridimensional “la esfera”, conducen a la idea de continuidad, de movimiento, de eternidad sin principio ni fin, de perfección; el triángulo equilátero y su extensión tridimensional, —el tetraedro—, se vinculan en cambio a la idea de energía, de inestabilidad, dificultad y agresividad.
Los principios formales del Movimiento Moderno renacen y se reformulan desde geometrías puras, volúmenes y juegos dinámicos de planos que tienden a la abstracción. Las formas expresivas de estos arquitectos presentan como valor máximo su materialidad y extrema unidad, una renuncia a lo secundario que otorga mayor intensidad a las ideas básicas, a la presencia y textura de formas geométricas simples, asumiendo el reto de conseguir emocionar con un mínimo de gestos de gran expresividad sin recurrir a elementos decorativos y simbólicos. Se trata de una aproximación a las formas arquetípicas en que las máquinas urbanas de González de León desean regenerar el caos metropolitano, y las cajas para habitar de Klotz quieren ordenar y dar sentido al lugar.
Las cajas de Klotz son intervenciones que intentan ser neutrales en cuanto muestran las posibilidades de desaparecer por dos vías: la condición de ingravidez y la de ser materia del lugar. Ésta envejece con el ambiente y se mimetiza, aquélla contempla la posibilidad de despegar el perfecto plano horizontal del terreno desigual. Sus casas están ahí, pero contienen un espíritu nómada que las hade trascender en el paisaje, porque podrían estar ausentes. No tratan de integrarse en el lugar, sino de transformarlo.
Surgen las metáforas del barco y del puente: la metáfora del barco, presente en buena parte de la obra de Le Corbusier, va estrechamente relacionada con la idea de una arquitectura autónoma, que puede anclarse sin ninguna relación con el entorno, y la metáfora planteada por Heidegger, del puente que transforma el paisaje, aportando un “lugar” que une las dos riberas, pero contraponiéndolas entre sí. El lugar no existía antes de la construcción del puente sino que se originó a partir del puente. No responde por tanto a la idea de integración sino de transformación.
El lugar para Teodoro González de León es fruto del azar en el que sus severos y masivos edificios deben anclarse: los lugares no se escogen, sino que deben ser poseídos, y desde ellos la arquitectura se impone en el contexto para convertirse en hito metropolitano. Así, sus construcciones suburbanas monumentalizan la ciudad y son el contexto y futura referencia del lugar.
El material es primero papel o cartón en el proyecto, que se recorta y se pega en las maquetas, y se convierte en el material “escogido” con el que se identifica la obra de cada autor. Para Teodoro González de León será el concreto aparente y para Mathias Klotz la madera, que como en la maqueta de estudio debe ser el mismo material para pisos, barandales, trabes, e interior y exterior.
Tanto las estructuras de concreto de González de León como las de acero y madera de Klotz tienden a subordinarse al cerramiento. El cambio de escala y la complejidad que supone pasar de la idea a la obra, de la maqueta a la construcción, se obvian y los elementos soportantes desaparecen y se funden en la piel perimetral. Sólo las columnas imprescindibles se manifiestan, con nuevos atributos formales.
Así, la piel se convierte en un factor de particular importancia al proceder de la definición del material de sus arquitecturas, por lo que las cualidades, las uniones y los acabados deben ser abordados desde análisis técnicos y formales simultáneamente.
Las figuras precisas y legibles de Klotz están moduladas por las medidas de los materiales que las configuran, con muy pocas piezas especialmente elaboradas. El color es el de la madera que preserva y desarrolla la sensualidad del material.
Los escultóricos volúmenes de González de León requieren de encofrados y martelinados —técnica en vías de extinción— aplicadas a losas y muros, a fachadas y a espacios interiores, perpetuando la impronta característica de su autor.
La arquitectura se mueve simultáneamente entre dos sistemas lógicos, entre dos mundos distintos: la lógica de la razón, estratégica, inerte y fría, y el vibrante, material y sensitivo mundo de la realidad física. Es el encuentro en el “lugar” entre ideas y formas, entre pragmatismo y utopía, y también entre composición y materiales.
Obras
Teodoro González de León | Mathias Klotz
Ensayos y conversaciones
Miquel Adrià | Alejandro Hernández Gálvez | Humberto Ricalde | Isaac Broid | José María Larios | Juan Ignacio del Cueto