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La arquitectura define y moldea espacios y presupone atemporalidad. Sin embargo el tiempo todo lo contiene. Algunas arquitecturas nacen con vocación de perpetuarse mientras que la mayoría asume, como nosotros mismos, que su caducidad es tan aleatoria como azarosa. Sin embargo, otras arquitecturas nacen para cumplir unos objetivos muy precisos tras los cuales pierden su razón de ser. Arquitecturas efímeras que celebran eventos o que contienen instalaciones, escenografías teatrales y pabellones que transforman fugazmente espacios públicos.
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La historia de la idea de la autonomía de la arquitectura y de su forma es relativamente reciente, aunque compleja. No se han cumplido aún 90 años desde que, en 1933, el historiador austriaco Emil Kaufman publicó su libro De Ledoux a Le Corbusier. Origen y desarrollo de la arquitectura autónoma. Para Kaufmann, “la crisis del pensamiento europeo a fines del siglo XVIII” —la Ilustración—, tuvo efectos filosóficos, sociales y también artísticos y arquitectónicos. Kaufmann afirma que la obra de Claude-Nicolas Ledoux “constituye el primer pronunciamiento de los nuevos objetivos artísticos” y es “testimonio palpable del devenir de un nuevo mundo.” Ledoux escapó de la exigencia de unidad barroca, con su idea de una obra de arte total en la que la correcta relación entre todas las partes está supeditada a leyes extra o supra-arquitectónicas: heteronomía, le llama Kaufmann. La arquitectura de Ledoux depende de la composición de elementos, y no de un crecimiento orgánico. “El cambio en el modo de vida y en la actitud frente a ella —explica Kaufmann— tiene su paralelismo en la mutación de las formas arquitectónicas.” En ese periodo histórico “la edificación con fines utilitarios empieza a ser no sólo un problema técnico, sino una cuestión arquitectónica.”
El mayor malentendido sobre la forma (form) es su confusión con la figura (shape). Aquí el inglés ayuda porque en otros idiomas como el italiano esta distinción puede ser difícil de hacer. Por figura me refiero a la apariencia visual de las cosas, especialmente su contorno exterior. Por forma me refiero a algo más profundo y no reducible al cómo se ven las cosas. La forma aborda la organización estructural de las cosas y, especialmente, el proceso para producirlas. Cuando aplicamos esta distinción a la arquitectura, podemos decir que la figura es cómo se ve la arquitectura, lo cual es un aspecto importante, por supuesto, mientras que la forma es cómo la arquitectura surge como proyecto o construcción.