Las casas en el paisaje: Alberto Ponis (1933-2024)
Alberto Ponis ha fallecido a los 91 años. El último número de Croquis llegó tarde como reconocimiento a un personaje [...]
2 junio, 2015
por Pablo Lazo
Se podría afirmar que para predecir el futuro ya no se necesita una bola de cristal, basta con solo entender cómo funcionan las ciudades; Milán es la última muestra de esto. Su pomposa exposición internacional, inaugurada esta primavera, es el colofón a 10 años de transformación sin precedente en Italia. Los milaneses esperan que este gran proceso perdure y les ofrezca una mejora sustancial en su calidad de vida. En este cambio de cara se han subido desde la Fundación Prada –que ha abierto su nueva sede en la capital Lombarda en una antigua construcción industrial para dar un zonzo impulso a la escena artística local– hasta la limpieza de sus canales para crear una especie de mini-Venecia. Dichos proyectos busca detonar la revitalización –o gentrificación– de antiguos sectores industriales al centro-sur de la ciudad -o al menos eso se espera.
El skyline de Milán también ha sucumbido a esta transformación. La torre Unicredit –del afamado César Pelli– ya cambio el típico cartón postal de la ciudad. Todo el plan urbanístico de Porta Nova, ha logrado integrar dos barrios antes separados por una gran avenida. El proyecto, auspiciado por los fondos soberanos de Qatar y valuado en poco más de 2.3 billones de dólares, propone un desarrollo que incluye vivienda, complejos de oficinas y comercio para transformar esta zona de la ciudad.
Todo esto supone un grandilocuente maquillaje. Surge para tapar la grave crisis económica de la ciudad y su región, que desde el 2007 se ha contraído más de un 3.5%, mantienendo un alto desempleo –encima del 8%– y donde la creación de vivienda social –entre otras cosas– se ha estancado. A esto, hay que considerar que la construcción de dos nuevas líneas de metro, una de ellas que conecta el centro de la ciudad con el Aeropuerto de Linate, someterá las finanzas públicas de la ciudad a un grave endeudamiento a mediano plazo.
Exalcaldes como Michael Bloomberg opinan que el futuro de las ciudades recae en la habilidad de ofrecer la esperanza a la gente por una vida mejor; en donde cada vez más, se buscan crear proyectos para atraer talento. El mismo ha declarado, acertadamente, que no es el capital el que atrae talento sino todo lo contrario.
Para el caso de Milán, la gran pregunta es si todos estos proyectos, en efecto, atraerán talento que, a su vez, captarán capital para poder sacar de la crisis a esta ciudad-región del norte de Italia o si solo será un aluvión temporal de turistas.
Si pecamos de optimismo –que hoy es la receta de muchos afamados urbanistas– los seguidores de estos maquillajes, comparan este proceso de trasformación y los proyectos recién terminados como el parque donde está la exposición universal, con la transformación sucedida en Barcelona o Berlín. Ellos se atreven a predecir que, en la próxima década, el destino será Milán.
Una mirada más de cerca deja en evidencia que la base del maquillaje está en la compleja reprogramación urbana –como la llamaría el amigo Scott Burham– que se ha realizado en Milán en busca de utilizar estos sistemas de infraestructura –como el metro y sus canales– mas allá de su propia función y ha apostado por plantearse que más pueden ofrecer estos activos a una alicaída ciudad como esta. Como lo declaró el Ministro Italiano de Cultura durante la inauguración de la feria mundial: “habrá que esperar al menos unos años para ver si ha valido la pena esta inversión”. Ojalá y el maquillaje dure lo suficiente.
Porta Nova. Milán. Fotografía: Pablo Lazo
Alberto Ponis ha fallecido a los 91 años. El último número de Croquis llegó tarde como reconocimiento a un personaje [...]
Acaba de publicarse el número más reciente de la revista Arquine 108 — Suelos, en la que, por coincidencia, aparecerá [...]