Los dibujos de Paul Rudolph
Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados de [...]
12 marzo, 2021
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Con Arquitecturas del fuego Alejandro Guerrero nos deleita con reflexiones en torno a la arquitectura. Tras su maestría en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, Guerrero entendió que había otras maneras de construir, y siguiendo los pasos de sus maestros, discípulos a su vez del controvertido e inspirador Josep Quetglas, reunió apuntes de viaje, poemas y algunos episodios conocidos de la cultura arquitectónica para explicar a sus alumnos el valor de la historia en el proyecto de arquitectura, difuminando los límites entre el proyecto, la historia, la teoría y la crítica. Así, Arquitecturas del fuego nació como una serie de lecciones a sus alumnos del ITESO de Guadalajara —previas a los ejercicios del Taller de diseño— para brindarles una especie de marco teórico, y que terminaron convirtiéndose en este libro, tratando de poner en orden una serie de reflexiones personales en torno a la disciplina. La elección de los temas responde a los intereses del autor (como él mismo reconoce) y no son el resultado de un razonamiento que lo vincule al programa académico. Arquitecturas del Fuego I surge a partir del mito de la cabaña primitiva y reflexiona sobre tradición, clasicismos y continuidad en la arquitectura moderna. Mientras que Arquitecturas de Fuego II parte de sus trabajos de investigación sobre la arquitectura escandinava moderna.
Una serie de pequeños ensayos brincan de autores a lugares entendiendo que “los arquitectos que admiramos, en ocasiones, funcionan como ventanas al pasado de la disciplina.” Así, una visita a la casa de Raimund Abraham en Punta Cometa, Oaxaca, o una reflexión sobre la diferencia entre figura y forma geométrica, que- dan abajo una cascada de referencias a Vincent Scully, Italo Calvino, Vitruvio, Joseph Rykwert, Colin Rowe, Étienne-Louis Boullée, Louis Kahn, Peter Zumthor, de vuelta a Palladio y a Le Corbusier. Elección atinada de autores, obras y temas. Me gusta en especial cuando tras un largo análisis de la Casa Farnsworth, el autor concluye con reflexiones propias: “Me interesa transmitir la idea de que el ‘menos es más’ se trata de un proceso de abstracción de la forma arquitectónica, un acto de desaparición de los elementos que ya no son esenciales, porque la técnica lo ha hecho posible”. Y de Mies a Behrens y a Schinkel y el clasicismo, y de nuevo con Mies y el Pabellón de Barcelona revisitado en clave quetglasiana y su Horror cristalizado.
Texto de culto para la secta a la que el autor pertenece, que le permite convertir el muro de ónix del pabellón en un sinónimo del fuego, postulado desde el título del libro. Si en varios ensayos el autor recorre y describe sin manifestar su opinión, en el pabellón sí hace interactuar realidades contrapuestas como lo clásico y lo moderno, arropado por dibujos que ilustran abstracciones de su análisis. El libro se salpica con poemas intercalados que leo atónito y busco la autoría de algún poeta decimonónico y no lo hallo (con alusiones a oráculos y deidades griegas), deduciendo por descarte que el poeta es el mismo prosista.
En la segunda parte, injustificadamete expuesta de cabeza, asistimos a un paseo por algunas obras de referencia del clasicismo moderno nórdico. Una inmersión a la obra de Gunnar Asplund, Sigurd Lewerentz y Alvar Aalto. Descripciones detalladas, minuciosas y canónicas que emergen de las visitas del autor, o de lecturas de otros que las recorrieron antes, delatando el ojo educado de Alejandro Guerrero por senderos y paisajes. En el recorrido por las obras de Asplund, el autor destaca que “la obra se construye con gran naturalidad, sin grandes esfuerzos estilísticos”, dando a entender las enseñanzas que hace propias y que transmite a sus alumnos, a la vez que exige conocimientos al lector con estilóbatos, éntasis y baldaquinos.
Con Lewerentz las ofrendas se incrementan si cabe. Este arquitecto de culto, que ya rescatara Claes Caldenby en la revista Quaderns de los años ochenta y que con cierta frecuencia se revive su memoria —como pasa también con Joze Plecnik, Carlo Scarpa, y otros extemporáneos—, el autor destaca que “sus formas son complejas y poco predecibles; cada momento geométrico y material se convierte en un acontecimiento háptico.” En las visitas a las obras de Aalto la profusión de detalles, las referencias al paisaje exterior e interior como ecos de lo que han descrito tantos autores —Moneo, por ejemplo—, no llega a concluir con aseveraciones propias como habría deseado este lector.
El exquisito diseño a cargo de Isabel Castillo Cisneros, Daniel Schondube González Luna, Diego Emilio Gallardo González e Inés Plasencia González Rubio y la cuidada edición de Artlecta y Galimatías, junto con los dibujos de Bernardo Orduño Guerra que acompañan los textos, arropan unos ensayos de arquitectura para arquitectos que buena falta hacían, tras demasiadas idas y vueltas por otras disciplinas.•
Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados de [...]
La casa que Ludwig Wittgenstein proyectó para su hermana era un manifesto, una propuesta, una reinterpretación desnuda y protomoderna de [...]