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El arte es oxígeno

El arte es oxígeno

18 febrero, 2025
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria

Marina Abramović visitó México. Dio una conferencia pública y un performance privado en la Cuadra de San Cristóbal, obra proyectada por Luis Barragán y Andrés Casillas en 1964, recién convertida en la sede de la Fundación Fernando Romero. Y presentó su serie de piezas de mobiliario Elephant in the room -producida por la Metropolitana- con otro performance en La Laguna. Sin contar que asistió al estreno de la nueva casa de su anfitrión. Vida social agitada para una purista del performance que dos semanas atrás sus doctores le dijeron que ya no tenía rodillas para caminar. 

Marina Abramović (Belgrado, 1946) quizá sea la artista viva más destacada que usa el performance y el body art como sus expresiones artísticas. Sus provocadoras obras exploran los límites del cuerpo y de la mente, buscando la participación directa del público. En su plática al aire libre y bajo una carpa, dio un fascinante paseo por las obras de los artistas que más le han interesado, junto a un recuento de algunas de sus piezas. Recordó a Frida Kalho entre guiño a la audiencia nacional y complicidad por sus achaques recientes.

Citó a Piero Mazoni “no me importa si el arte es hermoso o feo, pero tiene que ser verdadero” y a Constantin Brancusi “no importa lo que hagas, lo que importa es en qué estado mental estás haciendo lo que haces”, para seguir confesando que “siempre me ha interesado entender en qué estado mental estoy y es importante cuando estás solo, o cuando y por que estoy aquí en la cuadra de Barragán”, para concluir con el título el evento “el arte hoy, deber oxigenar a la sociedad” que repetiría en distintas ocasiones y formatos. Abramović, en su reflexión ante el público, se preguntó ¿quién es el artista? respondiéndose que nadie puede afirmar que quiere ser un artista, sería ridiculo, dijo. “Tienes que estar obsesionado todo el tiempo, no puedes vivir feliz -que es un estado estable, que quieres conservar-, en cambio el que sufre tiene que trabajar con su dolor. Creo que han habido pocos artistas en la historia como Malevich, van Gogh, Duchamp, Rothko…”.

Rest Energy

Mostró las escenas del ojo cortado con una navaja de Le Chien Andalous de Luis Buñuel y Salvador Dalí, y de su obra Rest Energy (1980) con Ulay, quien fuera su compañero de viaje durante años, donde una pareja (ellos) están tensando la cuerda de un arco con flecha desde ambos extremos, donde está implícito el riesgo de herir o matar a uno (a ella misma, por supuesto), o la famosísima puesta en escena de ella, sentada, con otra personas delante para verse a los ojos, sin decirse nada. Así se pasó más de 700 horas (ocho horas diarias durante tres meses en el MoMA de Nueva York). Rompió sus propias reglas cuando apareció Ulay veintidós años después de separarse, tomándole la mano. Y lloró. Ellos dos terminaron tras otro performance compartido en el que cada uno inició desde un extremo de la muralla china, caminando 2,000 km para encontrarse en el medio y ritualizar su unión.

Mostró más obras propias y ajenas reconociendo a Pina Bausch, como la mejor coreógrafa y bailarina del mundo, “por que entendió que el baile lo es todo y está en todo: es andar, es correr por el barro, en la nieve, para mostrar emociones…” reflexionó sobre la influencia del arte en el cine, en la danza, en la música, destacando La montaña sagrada de Alejandro Jodorowsky y terminó contando la obra que hizo en junio pasado, en el festival de música de Glastonbury ante más de 200,000 personas, y entre agradecida y horrorizada, propuso al público siete minutos de silencio (una eternidad en un evento como ese), donde cada quien apoyaba su mano en el hombro del que tuviera enfrente. Según contó fue el clímax del festival. 

Al finalizar recorrió las cuadras de San Cristobal, junto con los invitados al exclusivo evento y más tarde realizó un performance, sentada en una de sus sillas, en medio del arenal bajo una sombrilla que detenía estóicamente Pablo León de la Barra, mientras jinetes y amazonas montados en corceles negros le daban vueltas al paso, con banderas ondulantes en las que rezaba “Art is oxigen”.

Mientras tanto, leía sus aforismos mántricos y tiraba las hojas leídas al viento: “Un artista no debe tener control de su vida, sin embargo, un artista debe tener el control total de su obra”, “el arte no debería matar a nadie, el arte no debe servir al ego del artista, el artista no debe enamorarse de otro artista, el artista debe buscar dentro de sí mismo su inspiración, cuanto más profunda sea la búsqueda dentro de sí mismo, más universal será, el artista es universo, el artista debe decidir por sí mismo los mínimos objetos personales a tener: el artista debe tener amigos que le inspiren, el artista debe tener enemigos, que también son muy importantes. El Dalai Lama dice que es fácil sentir compasión por los amigos, pero que es mucho más difícil sentir compasión por los enemigos. El artista tiene que aprender a perdonar. El artista tiene que ser consciente de su propia mortalidad. No solo es importante cómo vive el artista sino también cómo muere. Su funeral será su última obra. El arte es oxígeno.”

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