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Columnas

Sustentabilidad

Sustentabilidad

25 julio, 2018
por Iñaki Abalos

Cómo vivir en la ciudad es, seguramente, uno de los temas más importantes que tenemos que pensar hoy en día como arquitectos. Si hay que vivir, hay que saber cómo definimos al sujeto de la arquitectura, que ya se ha definido de muchas formas en el tiempo. La que hoy nos interesa más es aquella que nos describe el sujeto como un ser en contacto con el medio, con unos procesos metabólicos internos y con unos estímulos exteriores de ciertos neuroreceptores, de ciertos mecanismos musculares y neuronales, que activan, por ejemplo con pequeñas diferencias de temperatura, partes completamente diferentes de nuestro organismo y generan una relación muy diferente con el medio. Somos mamíferos, animales que, en la medida que nuestras relaciones están bajo la influencia de los materiales que nos rodean, adoptan patrones, jerarquías, autoridad o sometimiento, que existen también en el reino animal. Esta relación con la materia se produce casi de una forma literal: la arquitectura es, en ese sentido, una extensión del medio físico que pretende hacernos capaces de tener reacciones que sean no puramente animales, sino de trasladarnos de esa biología sustancial de nuestro cuerpo a una dimensión cultural y estética. La termodinámica influye en todos los procesos orgánicos. Esto quiere decir que nosotros estamos sujetos a unos factores en los que nuestras neuronas y nuestra fisiología, reciben impactos. Si nosotros construimos entornos, esta reacción somática es clave para controlar unos principios básicos y nos permitirá entender, sin moralismo, cuál es nuestra relación con la sociedad y con el individuo.

Hoy, por ejemplo, para hablar del aire hay que hablar de una manera un poco científica y mínimamente organizada. Esto quiere decir que hay que diseñar con el aire. La ventilación natural es un principio opuesto al del aire acondicionado. Lo que nos pide la arquitectura que quiere ser pasiva es una nueva relación entre forma, materia y energía. Así, una cartografía que nos muestra la radiación de onda larga, nos permite identificar dónde podemos resetear los edificios en el ciclo diario, es decir, resetearlos por la noche, con la radiación nocturna; una cartografía que nos describa las horas en las que es posible la ventilación natural, permite un mapa en el que las técnicas de la arquitectura se puedan diferenciar drásticamente. Cuando hablamos de ventilación natural, tenemos que hablar de polución: hoy no tenemos el aire que teníamos, es importante desarrollar técnicas que nos permitan utilizar formas de ventilación que no afecten a la salud y que puedan reducir la polución. Existen imágenes manifiesto de lo que estamos pensando, como las imágenes de máquinas térmicas. Estas máquinas —los acumuladores, los intercambiadores térmicos, los refrigeradores— tienen una topología, una relación entre forma, materia y corriente de aire o agua que componen una arquitectura. La arquitectura puede ser entendida como propuestas técnicas, pero sin perder la memoria de la disciplina, esa cultura heredada que ha hecho que la ciudad sea el único lugar en el que se puede desarrollar una vida libre. Hay también propuestas monstruosas, que se olvidan de lo bonito, de los clichés, y que intentan componer estructuras con un carácter formal y performativo, innovadoras y que, precisamente por ello, puedan ser entendidas como monstruos que, como Frankestein, al principio dan miedo pero, conforme nos vamos familiarizando, se les va tomando cariño. No hay una nueva forma de belleza si no arriesgamos y entramos en una cierta dosis de fealdad.

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