El Museo MAAT, inaugurado en 2006, contenía un espacio residual de lo que era una cabina. Este antiguo espacio técnico se transforma en taquilla y un pequeño bar. La habitación estrecha obstruida se reduce al mínimo, las particiones disruptivas se han ido, las vigas se dejan salir. Luego, se realiza un conjunto conciso de intervenciones. Las paredes están revestidas con baldosas blancas con un sutil patrón de tablero de ajedrez y juntas rosas. El techo discontinuo está pintado de azul, las puertas y los marcos de las ventanas están tocados con un tinte de verde claro. Cada superficie y elemento son independientes pero complementarios.
Sin embargo, la habitación se ve interrumpida por un objeto insolente. Un mostrador rayado de mármol blanco y negro se coloca con precisión y sin rodeos. La caja larga y elegante está ligeramente inclinada y ocupa todo el espacio. El mostrador bien vestido tiene capacidad para una pequeña cocina, una barra, una multitud de gabinetes y una máquina expendedora de boletos. El mismo cuadro de tabby ocurre en el punto de información, con lo que culmina una intervención consistente.