Las casas en el paisaje: Alberto Ponis (1933-2024)
Alberto Ponis ha fallecido a los 91 años. El último número de Croquis llegó tarde como reconocimiento a un personaje [...]
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¡Felices fiestas!
1 junio, 2020
por Pablo Lazo
Según el arquitecto holandés Herman Hertzberger, la flexibilidad sugiere una solución abierta, refierida a lo que se llama “valor retórico” de la flexibilidad. Si entendemos la flexibilidad como la negación de un estado fijo o absoluto, el plan urbano flexible de nuestras urbes partiría de la certeza de que no existe la solución correcta para toda la ciudad. Aunque una configuración flexible se adapta a cada cambio tal como se presenta, nunca podrá ser la mejor y más adecuada para un problema en particular; puede en cualquier caso proporcionar cualquier solución, pero difícilmente sería la más adecuada.
En la actual crisis global, nuestras ciudades están experimentando la flexibilidad en distintos ámbitos: ya sea tratando de redefinir el uso y actividades en los espacios públicos, obligando o sugiriendo el trabajo desde casa, o regulando, por horario y número, las actividades en los mercados y tianguis de la ciudad.
Desde la perspectiva de Hertzberger, la flexibilidad se refiere a la propensión a proponer diferentes soluciones para diversos usuarios sin una solución única segura. Ciertamente las respuestas ante la crisis de la pandemia han obligado a las autoridades —y también a la sociedad civil— a adoptar la flexibilidad casi como dogma para cambiar diversos usos y comportamientos en la nueva vida cotidiana de distanciamiento.
Es justo en esto que quizá la ciudad no debería apuntar sólo a ser flexible sino adaptable. La organización espacial y el entorno mismo de la ciudad pueden ser adecuados sólo para una variedad limitada de usos. Aquí debemos distinguir entre adaptabilidad, que significa poseer la capacidad para diferentes actividades sociales —por ejemplo, ante el distanciamiento social—, y flexibilidad, que significa tener la capacidad para diferentes disposiciones físicas dentro de la ciudad, de un parque, una calle o un edificio. Para estos últimos la capacidad de para adaptarse a los usos y comportamientos que las autoridades o la misma sociedad proponen dependerá de la medida en que sea adaptable o flexible.
La ciudad y sus sistemas de funcionamiento saldrán de esta crisis adaptados para dar cabida a estilos de vida cotidiana más flexibles. Ya se han descrito muchas cualidades tanto del modelo de ciudad como de la nueva ciudadanía; pero la clave debiese ser una forma urbana adaptable. La movilidad urbana ha sido pionera en explorar esto bajo el concepto de la calle compartida. Ahora es turno para pensar y diseñar edificaciones e infraestructuras con esta cualidad y realmente buscar una ciudad adaptable.
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