La selva domesticada
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6 abril, 2014
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Para Mies van der Rohe el pabellón alemán que construyó en la Feria Internacional de Barcelona en 1929, era un lugar de representación. Un espacio efímero cuyo máximo valor era la misse en scène de una idea.
Lo que perdura en el pabellón más famoso del pasado siglo es una evocación, más que un objeto. Un acto conceptual, más que un acto material: un generador de pensamiento más que la fabricación física de un espacio. Lo que queda del pabellón es la idea y sus imágenes. Así, Mies encargó un reportaje fotográfico sin puertas para perpetuarlo. Lo imaginó sin puertas y quiso congelar la mirada también así. Realmente, el pabellón solo existió en los pocos momentos en que careció de puertas.
El fotógrafo Jordi Bernadó (LLeida, 1966) propone con un gesto mínimo, el rescate del pabellón original desmontando las puertas. El pabellón reconstruido en los años ochenta para permanecer a pesar de su carácter efímero, retoma provisionalmente la fluidez de un espacio ambivalente, sin limites entre interior y exterior, sin puertas. En palabras de Bernadó las puertas -fuera de su lugar, arrumbadas sobre muros próximos- cuestionan, mientras que el espacio -sin puertas- es la respuesta. Fotografiar no sólo es fabricar imágenes, por tanto objetual, sino que sobretodo es enfocar la mirada, por tanto conceptual. El fotógrafo mira y escoge lo que mira. Mirar también es crear, es inventar. Y Jordi Bernadó mira con cierta ironía y, curiosamente, con su mirada consigue que el pabellón vuelva a ser –temporalmente- lo que Mies llegó a imaginar. De ese modo el aspecto temporal se convierte también en un aspecto fundamental de esta “segunda” reconstrucción.
Cabe recordar otras intervenciones anteriores como la de Ai Weiwei que inundó los estanques de café y de leche, Kazuyo Sejima incorporó unas mamparas curvas y transparentes que deformaban la visión axonométrica del espacio canónico interior, Antoni Muntadas saturó con olores rancios de los archivos de papel y Andrés Jaque invadió los espacios platónicos del pabellón miesiano con cubetas, escaleras, tubos, mangueras, guantes, botas de limpieza de los estanques, que habían pasado a mejor vida en el gran sótano que fluye bajo el basamento del pabellón. El reto de intervenir este templo de la modernidad es cada vez mayor, y quizá sólo desde una nueva mirada, sutil y aguda, se puedan rescatar la inmaterialidad y el tiempo congelado que estaban en el pabellón original.
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