La selva domesticada
La casa que Ludwig Wittgenstein proyectó para su hermana era un manifesto, una propuesta, una reinterpretación desnuda y protomoderna de [...]
9 abril, 2012
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
El legado de los arquitectos tiene trayectorias disímiles. Unos repuntan con rescates póstumos y otros se diluyen en el anonimato de nuestras metrópolis caníbales. Las obras de Zabludovsky ni repuntan –quizá por demasiado recientes– ni se diluyen ante la fuerza de su contundente gestualidad expresionista.
Abraham Zabludovsky nació el 14 de junio de en 1924 en Bialystok, Polonia. Estudió en la Escuela Nacional de Arquitectura, en la ciudad de México. Ya como estudiante apuntaba a lo que sería más tarde: arquitecto, constructor y empresario, todo a la vez. De su primera época son más de cien obras alrededor del tema de la vivienda. Residencias en Las Lomas, edificios de viviendas en la Condesa y Polanco, torres y conjuntos habitacionales, siguieron las ideas y los preceptos que tendieron a perpetuar los principios de la modernidad y su internacionalización.
En una segunda época, asociado con Teodoro González de León, construyeron un nuevo lenguaje, masivo y monumental, basado en el uso exclusivo del concreto cincelado, que vistió buena parte de los edificios emblemáticos de la sociedad mexicana, monumentalizando la ciudad. El edificio para el Infonavit inauguró esta fértil etapa que culminó con la remodelación del Auditorio Nacional, donde el material único permitió cierto sincretismo entre modernidad y arquitectura prehispánica, no sólo desde los taludes y los muros ciegos sino desde la tosca gravidez de sus edificios escenográficos. En buena medida, su éxito proviene de la monumentalización de la ciudad, dotando los nuevos centros del poder civil con signos de identidad colectiva, como el Colegio de México, la Delegación Cuauhtemoc o el Museo Rufino Tamayo.
En sus últimos años, Zabludovsky diseñó auditorios y centros de convenciones con soltura y desenfado formal, lejos de la contención geométrica que rigió los años de colaboración anteriores. Sus obras póstumas —la Torre Quadrum, el Auditorio de Guanajuato, el Museo Interactivo Papagayo, los auditorios de Hidalgo y Celaya, y el Centro de Convenciones de Chiapas— quedaron varadas como buques atemporales. La intuición y gestualidad del arquitecto generaron relaciones espaciales complejas a partir de intersecciones entre figuras simples. La plasticidad y la abstracción del concreto, como único material, le permitieron pasar del proyecto a la obra sin solución de continuidad, desde un discurso que entrecruzó las enseñanzas del Movimiento Moderno con una lectura personal de las culturas autóctonas. Abraham Zabludovsky decía, parafraseando a Le Corbusier, que “el arquitecto es un organizador; no un estilista del tablero de dibujo”.
Zabludovsky murió en la Ciudad de México el 9 de abril de 2003.
La casa que Ludwig Wittgenstein proyectó para su hermana era un manifesto, una propuesta, una reinterpretación desnuda y protomoderna de [...]
Presentamos un intercambio sucinto entre Carlo Ratti, comisario para la Bienal de Arquitectura de Venecia que se llevará a cabo [...]