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Columnas

Performar arquitectura

Performar arquitectura

8 agosto, 2013
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia

Cuerpo, espacio y arquitectura son conceptos sumamente relacionados. El cuerpo da sentido al espacio y al revés. Cuando aquél entra en “contacto” con el espacio, habitándolo, éste adquiere dimensión, sentido y medida, incluso peso. En este sentido, cuerpo y espacio ayudan a construir la arquitectura, otorgándole un valor más allá de un mero objeto. Una arquitectura que pasa a ser usada, testada al ser invadida. Esto es, la arquitectura se aprehende y se activa al ocuparla y vivirla. Podemos imaginarlo a través de muchos ejemplos. Lo visualizamos con facilidad al imaginar un cuerpo realizando una acción en el espacio: un campo de futbol sólo tendrá sentido cuando se dispute el juego, una calle cuando se cruza o transita, una escalera cuando se sube o se baja. Es esa dupla cuerpo-acción, el acontecimiento realizado, lo que le da un sentido al diseño (arquitectónico). Algo que podría resumirse en la famosa expresión de Julio Cortázar: “¿Qué es un puente? Un puente es una persona cruzando un puente”. El escritor argentino lo advierte: es la acción en el espacio la que crea arquitectura y, al tiempo, esa arquitectura lo rodea, lo limita, restringiendo la relación del cuerpo con el medio que lo envuelve (environment). Arquitectura y habitante se tornan inseparables.

Sobre lo anterior podríamos decir de forma inocente que a cada acción en el espacio le corresponde una arquitectura, pero en ocasiones esta última requiere ser pensada e indagada para cuestionarla y establecer sus límites. Explorar este hecho a través de distintos proyectos es una de las facetas del arquitecto. Pero no sólo de él. También el arte puede enfrentarse al espacio construido para explorarlo, desarrollando y cuestionando sus límites. La práctica del performance, por ejemplo, es una disciplina que propone la puesta en escena de una acción donde el cuerpo actúa como herramienta principal para relacionarse con el espacio y el medio que lo rodea, cuestionando, a su vez, la relación entre objeto-sujeto, espectador-artista.

Si, como decíamos antes, cada acción tiene una arquitectura, ¿cuál es la arquitectura para el performance? ¿Cuál es el espacio para explorar esa misma relación entre cuerpo y espacio al tiempo que los amplíe? Ese parece ser el último reto de la artista Marina Abramovic, que ha confiado en el estudio holandés OMA para construir su propio espacio donde responder esas cuestiones. El Marina Abramovic Institute (MAI) recicla un viejo edificio en Hudson, Nueva York, para acometer un proyecto cuyo diseño, en palabras del propio estudio, “mejorará la estructura existente para dar cabida tanto a la investigación y producción de arte de performance como responderá a los parámetros específicos de rendimiento de larga duración”.  El diseño podría resumirse en un conjunto de diferentes salas en torno a un gran espacio central que, a modo de cubo blanco, es una auténtica sala para lecciones magistrales donde ejecutar obras de performance, danza, teatro, cine, música, ópera cuyo puesta en escena debiera ser superior a seis horas, confrontando la resistencia del cuerpo y el espacio. Es decir, el MAI se presenta como un ejercicio arquitectónico que deberá cuestionarse desde el mismo momento en que esté construido. Será el uso el que pondrá en carga al edificio.

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Pero por el momento el proyecto es sólo imaginado en renders y maquetas. Pese al que podemos imaginar un emocionante diálogo y trabajo entre la artista y los arquitectos, tratando de definir cómo serán los espacios antes si quiera de poder ocuparlos, aún falta esa arquitectura donde pueda desarrollar esa “investigación y producción”. Para llevarla a cabo Abramovic ha recurrido entonces un curioso procedimiento: el crowdfunding, haciendo posible mediante la plataforma Kickstarter que cualquiera se convierta en socio fundador. A cambio de un aporte al proyecto, Marina Abramovic se ofrece a los participantes con sus performances. “Sentí que me convertí en una marca” dijo al anunciarlo. Las más famosas obras de la artista serbia son vendidas y ofrecidas como si se tratase de un producto exclusivo según distintas contribuciones económicas. Así, uno puede recibir de la artista desde un abrazo a enseñar como beber un vaso de agua, desde una visita virtual en 8 bits al Instituto a una mirada penetrante de Abramovic (a través de una pantalla).

Abramovic juega con la idea con la que abre este texto: ahora no es que la acción en el espacio genere una arquitectura sino que es el medio mismo para llevarla a cabo. Del espacio al ciberespacio. Donde el micromecenazgo y el proyecto no son otra cosa que una enorme acción artística que invita al espectador a participar. El crowdfunding transformado en arte, utilizado para cuestionar el objeto-sujeto, la idea de espectador pasivo y activo, la realidad y lo virtual (el render, la maqueta, el videojuego), e incluso la producción de espacio a través del performance.

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