Alberto Kalach: Panorama. Maquetas para un archipiélago
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20 octubre, 2013
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Uno de los territorios más fértiles de la cultura arquitectónica contemporánea se encuentra en el cruce entre disciplinas, en la condición híbrida de esculturas habitables y arquitecturas escultóricas, en la relación ambivalente entre paisaje y artefacto y en el mestizaje disciplinar.
Coinciden estos días en el Museo Tamayo de la ciudad de México una exposición y un montaje que trabajan sobre el espacio, especulando, dialogando, proponiendo nuevas lecturas a partir del soporte museístico que los alberga: la exposición de Rita Mcbride en el interior y el pabellón temporal de Tatiana Bilbao en el patio posterior, que se junta además con la exposición del Design Week de México.
Para la arquitecta Tatiana Bilbao, el objetivo del pabellón es generar un diálogo entre el edificio y el bosque. A su vez, a Rita Mcbride–según afirmaba en una entrevista reciente con Alejandro Hernández Gálvez– le interesa “la percepción periférica de la visión donde se tienen diversos elementos a la vez”. Su trabajo trata del movimiento a través del espacio, de los paisajes y del contexto urbano, capturando la complejidad de todo lo que percibe.
Reciclar materiales para construir ideas nuevas o crear objetos efímeros para reconocer la cara oculta de templos permanentes, son otros rasgos comunes entre ambas propuestas. La estructura de polines de madera de Tatiana Bilbao es suficiente para responder a las condiciones de temporalidad, ligereza, presupuesto y tiempo de construcción. El ventanal original del patio de esculturas del museo Tamayo posibilitaba la vista a distancia de la vegetación del parque, pero sin llegar a tocarla. Hasta ahora sólo era un encuadre estático de contemplación que impedía la aproximación entre el entorno y el edificio. Como narra la memoria del proyecto, “con esta intervención, Bilbao pone en valor la fachada posterior del museo y sus taludes, apenas reconocidos en la memoria del visitante. De esta forma la ventana se abre y el espacio se prolonga dando inicio a la experiencia del espectador.”
Rita Mcbride también dialoga con el espacio del contenedor que la alberga. Una de las piezas más elocuentes es la retícula de perfiles de aluminio que eventualmente es el soporte de cualquier plafón practicable en un edificio de oficinas. Aquí, sin embargo, está a media altura de la sala, obligando al espectador a penetrar la instalación en cuclillas, emergiendo parado, en cualquier cuadrado del entramado. El parásito –de Bilbao nuevamente- que se adhiere a la cara exterior menos conocida del museo genera plataformas, posibles escenarios, ágoras potenciales, de manera análoga a la de otros pabellones temporales (como la última intervención de Sou Fujimoto en la Serpentine Gallery londinense), invita a un paseo arquitectónico corbusiano, que permite reconocer la condición telúrica del edificio de Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky, escalonado como pirámide prehispánica en medio del bosque de Chapultepec.
Tanto la artista como la arquitecta trabajan sobre la escala 1:1, con el cuerpo a cuerpo entre el objeto y el visitante/usuario, entre los nuevos escenarios que permiten una percepción dis/locada -fuera de lugar habitual- añadiendo nuevas perspectivas y mayores complejidades. Mcbride trabajó anteriormente con modelos a escala 1:1 de la villa Savoye de Le Corbusier. Bilbao lo hace ahora con una estructura anexa que se agrega a la mole expresionista:
homenaje de González de León a la fluidez espacial –el paseo arquitectónico corbusiano por excelencia- que proponía su maestro franco suizo. Ahora Mcbride -junto con la museografía de Productora- sube de categoría a los elementos más corrientes de las edificaciones contemporáneas, como son los ductos de ventilación o las jardineras de oficinas, mientras que Bilbao convierte en auditorio al aire libre unos andamios temporales. Ambas incorporan complejidad a la arquitectura que las recibe. Ambas dialogan y proponen nuevos cruces de miradas, en un contexto liderado por otra mujer, Carmen Cuenca (activadora de InSide, un fenómeno artístico que transgredió géneros y traspasó fronteras) actual directora del Tamayo convertido en uno de los museos más interactivos del panorama global.
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