Espacios. Memorias de una ausencia: Un paseo por espacios que evocan a quienes ya no están con nosotros.
A mi hermana Carla; mis sobrinos Andoni, Carla y Maite, Nico, Kelly y Greg. A mis amigas y amigos Alejandro, [...]
1 septiembre, 2021
por Jose Maria Wilford Nava Townsend
Como las y los lectores de esta sección podrán ver, el nombre de esta edificación conlleva una aparente contradicción de términos desde el punto de vista de la historia religiosa. Sin embargo, si se busca en la red, es así como aparece en diversos portales. La explicación está en la ubicación y en el interminable repaso de una historia de trasposiciones e imposiciones culturales. No es la historia sólo de este sitio y de las personas que lo han ido habitando. Es la historia de la humanidad. Pero como he comentado en otras publicaciones, al final todo suma y es lo que hacemos con ello hacia adelante lo que nos permite evolucionar de otra forma.
Originalmente la mezquita de Bab al-Mardum se construyó a finales del siglo X, en la ciudad de Toledo, importante asentamiento urbano visigótico conquistado en su momento por la invasión musulmana a la península ibérica, durante el último cuarto del primer milenio en la contabilidad cristiana. El nombre se le asigna por su ubicación, muy cercana a la puerta de la muralla así denominada, que se erigía como uno de los accesos controlados en el noreste de la ciudad musulmana, hoy conocida también como Puerta del sol.
Sin embargo, la pequeña construcción de unos 81 metros cuadrados, no se estructura con el esquema de otras mezquitas ibéricas, ya que la planta está compuesta por una cruz griega inscrita en un cuadrado, propuesta compositiva más vinculada a la arquitectura visigótica del prerrománico. No se tiene registro arqueológico de que haya sido una sobreposición que aprovechara una estructura previa, así que la mezquita, hasta donde sabemos hoy, es de nuevo trazo en ese momento y su referencia visigótica nos remite más bien a una interacción de tipo mozárabe. Esto quiere decir que el alarife encargado utilizó los conocimientos y prácticas de los constructores locales cristianos.
Lo que sí se tiene registrado es que las cuatro columnas que forman las nueve naves abovedadas de la sala de oración son reutilización de alguna otra construcción visigótica, desmantelada o derruida por los gobernantes musulmanes. Esta práctica de reutilización de materiales es común a lo largo de nuestra historia como especie. También característicos de la arquitectura visigótica serán los arcos en herradura que forman la elevación del primer cuerpo en dicha sala. En el segundo cuerpo, serán ya unos arcos trilobulados, más característicos de la arquitectura islámica, los que continuarán la elevación del templo hasta las bóvedas de crucero, adornadas con distintos juegos geométricos. La central, remata en una cúpula que jerarquiza todo el espacio.
Hasta aquí, el recinto original de la mezquita, cuya fachada principal, al sur poniente, sigue jugando con este mestizaje entre los conquistados visigodos y los conquistadores musulmanes, donde un arco central de medio punto es acompañado a su costado derecho por uno en forma de herradura y al izquierdo por uno plurilobulado, para después jugar en un segundo cuerpo vertical, con una secuencia de arcos ligeramente herrados y ciegos, reforzando de esta manera su carácter estructural. En el traslape es un juego geométrico anunciando lo que mucho tiempo después, permitirá a los constructores del gótico generar sus verticales arcos apuntados. Pero aún no, esto solo es geometría estructural.
Un friso en sekba (celosía de rombos enmarcada) corona el segundo cuerpo de la fachada formando un tercero, para finalmente rematar con una franja donde está el epígrafe que designa la fecha en que finaliza la construcción: 999, ¿casualidad mística?
Poco tiempo después —poco para la historia claro—, en 1085, Alfonso VI reconquista la ciudad para los cristianos y de ahí surge la leyenda del nombre que se le daría al edificio, ya convertido en templo para la fe de los nuevos gobernantes de la ciudad: El caballo del rey se inclina ante una imagen de un Cristo, que tiene junto una lámpara encendida. Es así como un siglo después, se decidirá ampliar el recinto casi al doble, añadiéndole un presbiterio y un ábside que anuncian una de las primeras manifestaciones del románico mudéjar.
El presbiterio, de planta rectangular, es cubierto con una bóveda rebajada, mientras que el ábside semicircular, con una de media esfera. Visto el volumen por fuera, es posible leer las distintas etapas constructivas. Sin embargo, la seriedad de quienes lo hicieron, hace que, al ojo no experto, la volumetría se lea armónicamente como si hubiera sido un solo proyecto. Las nuevas formas suman y complejizan la arquitectura sin renunciar a su expresión de cultura forjada a la fuerza en partes y a la consecuencia y mestizaje que la acompañan.
Entonces, rodeándolo, podemos leer en la fachada norte tres grandes arcos de medio punto que cobijan a otros tres menores en herradura, rematados por una fantasía de arcos que combinan el trazo trilobulado con la herradura. La fachada continúa al este con un cuerpo bajo de arcos sobrepuestos y ciegos de medio punto netamente estructurales y un segundo cuerpo de arcos plurilobulados, en su mayoría también ciegos, aunque con algunos perforados para dejar penetrar la luz en puntos estratégicos del interior.
Este no sería el fin de las adecuaciones. Toledo siguió creciendo y al templo se le adosaron construcciones de casas, se restaura en el siglo XIX y XX con algunas fantasías románticas e historicistas que se han ido limpiando en los últimos años, tratando de recuperar el conjunto a su imagen medieval. Hoy en día ya no es templo, es un espacio ecuménico abierto a la visita de cualquier visitante, previo pago de entrada, ya que, si el turismo aporta en economía, también desgasta y erosiona, por lo que es necesario aumentar el presupuesto para la manutención del inmueble como patrimonio.
La construcción está hecha en su mayoría de tabique de barro, con algunos refuerzos en piedra y su presencia narra en sus escasos 150 metros cuadrados la historia del barrio, de la ciudad, del sitio, del territorio y, en general, de la humanidad. ¿Podemos aprender de este pequeño relato en tabique para dejar de imponer una forma de ser y de pensar por sobre otra y sumar todas? ¡Enorme compromiso!
A mi hermana Carla; mis sobrinos Andoni, Carla y Maite, Nico, Kelly y Greg. A mis amigas y amigos Alejandro, [...]
Espero que para los lectores, que hayan conocido este sitio, esta narrativa les reviva bellos recuerdos, y para quienes no [...]