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Columnas

Lo que hay de arquitectura en la moda (y viceversa)

Lo que hay de arquitectura en la moda (y viceversa)

11 septiembre, 2018
por Carolina Haaz

Algunos de los diseñadores de moda más destacados son, fueron y serán arquitectos. Pierre Cardin, Tom Ford, Vigil Abloh, Thierry Mugler, Raf Simons, Pierre Balmain, Mary Katrantzou y, desde París, un nombre apremiante para la moda mexicana: Jorge Ayala. Pero cuando nos preguntamos por las posibles manifestaciones de la arquitectura sobre la moda, es posible que nos veamos avasallados por referencias de vestidos impresos en 3D o cualquier otra prenda de líneas sorprendentemente geométricas y volúmenes que intentan imitar el esqueleto de algún edificio. Sin duda hay otros lugares más interesantes más allá de estas ideas comunes.

La relación entre moda y arquitectura es, en realidad, más básica de lo que parece. Ambas tienen un interés en común: resolver un problema desde el diseño. Para el estado cultural en el que se encuentran la mayoría de las sociedades actuales, el diseñador de moda ha dejado de contemplar las necesidades más precarias de la vestimenta para plantear nuevas preguntas —algunas más seductoras, otras más necesarias— y la solución, así como en la disciplina hermana que edifica ciudades, debe partir de conexiones con el cuerpo humano en movimiento. Aunque las fórmulas clásicas de ambas permanecen, no hay una solución permanente: mientras los usuarios existan, los problemas de diseño seguirán evolucionando, dialogando entre sí, provocando y complejizando nuestra realidad.

 

De la moda a la arquitectura

Cuando un arquitecto desea hacer moda, se dedica a ello entera o parcialmente. Mientras tanto, cuando el diseñador desea hacer arquitectura no comienza a construir, acaso por la falta de conocimientos técnicos y posibles prohibiciones de la ley, pero en cambio sí puede crear una moda arquitectónica. Aunque la mayoría de los resultados de esta práctica tienen un aire retro-futurista, ejercicios como el de Rei Kawakubo con Comme des Garçons han demostrado sus preocupaciones por vestir el espacio alrededor del cuerpo. En su colección de otoño-invierno 2015, la texturización excesiva y la confección del vacío demuestran que Kawakubo diseña para provocar a las estructuras básicas de su disciplina.

La multidisciplina ha estado presente en el trabajo de la holandesa Iris Van Herpen, un diálogo entre el “adentro” y el “afuera” que ha reflejado diferentes identidades culturales, estados de la ciencia y reflexiones sobre nuestra relación con la tecnología. En el otoño-invierno de 2016, los vestidos de alta costura se inspiraron en patrones de sonido. La ligereza etérea de los remolinos o las gotas suspendidas en la textura de cada pieza son, indiscutiblemente, un golpe de inventiva frente a la debatible relevancia de la alta costura en la actualidad.

Otro caso que ha sido analizado por la mirada museística es el de Hussein Chalayan, diseñador que ha explorado las dinámicas especiales y la identidad individual en relación con el panorama urbano. Sus prendas pasan de lo minimalista a lo maximalista en cuestión de un par de movimientos. En todos sus diseños, como por ejemplo el Vestido Cometa o el Vestido Aeroplano, Chalayan propone a la prenda como extensión del cuerpo, de la misma manera que la arquitectura y el diseño industrial relacionan vehículos y edificios con las proporciones humanas. Para él, la moda es un componente más en nuestro vasto sistema espacial.

 

De la arquitectura a la moda   

En realidad, parece que el ánimo de diseñar arquitecturas textiles es una pasión más frecuente en los diseñadores que en los arquitectos que se entregan al lenguaje de la moda. La colección de otoño-invierno 2017 de Jorge Ayala presume de jeans intervenidos por textos y guiños a la cultura latina, pero la construcción de los tops largos y capas de tul crean un juego de transparencias cromáticas que imaginan nuevas geometrías del cuerpo, dejando ver las sensibilidades estéticas del diseñador mexicano.

Pierre Cardin, arquitecto transformado en modisto, fue partícipe de la creación del Nuevo Look patentado por Dior en los años 50: una vuelta a la mujer acinturada, ostentosa, que celebraba el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero su verdadera aportación llegó en la segunda mitad de la década, con diseños más preocupados por la manipulación formal que por el estándar de lo femenino. Vestidos en formas de bucles, con burbujas, el abuso de la línea recta en el estampado y, en general, prendas que remiten a la era espacial que imaginaba la conquista del cosmos.

La griega Mary Katrantzou inició sus estudios en la carrera de arquitectura de Rhode Island School of Design, pero eventualmente se traspasó a la moda en Central Saint Martins. No obstante, la singularidad del ornamento en sus prendas demuestra un trabajo en proceso que seguramente pasará a la historia de la moda en el siglo XXI, por la constante exploración de una nueva feminidad “neorenacentista”.

Indudablemente, la arquitectura está presente en la moda contemporánea, cual lo han constatado recientemente autores como Bradley Quinn (The Fashion of Architecture, 2003) o Melodi Barzandeh (Fashion, Architecture and the Urban Environment, 2010). En el uso de materiales flexibles, en la construcción de espacios de pasarela o la exploración de nuevas geometrías para proteger y aludir al cuerpo. Al mismo tiempo, los arquitectos se encuentran haciendo referencia a técnicas sartoriales tradicionales, como los pliegues, los cortes y el drapeado. Sin embargo, la documentación de este diálogo ha sido débil y su relevancia dependerá de la potencia de las próximas manifestaciones de esta intersección.

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