De la interconexión (y las dimensiones) al amor tácito: una conversación con Damián Ortega
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29 marzo, 2022
por Mariana Barrón | Twitter: marianne_petite | Instagram: marianne_petite
Era enero de 2015, un Pedro Lemebel enfermo asistía a la última actividad pública en honor a su carrera como escritor, cronista, performer y poeta urbano. Un personaje vital para las minorías sociales y sexuales dentro de un Chile que vio el desarrollo de su carrera artística bajo la resistencia, la protesta y la denuncia política. Un Chile que Lemebel vivió bajo una dictadura y el inicio de la democracia
Su obra escrita y performativa urbana es un relato frontal ante las circunstancias de los sectores marginales de Santiago de Chile, voraz ciudad latinoamericana (moderna y conservadora). Este fue uno de los motivos principales para el inicio de la historia de Lemebel dentro de los sectores estudiosos del arte urbano, contemporáneo, arte queer y la antropología social.
La unión de vectores: arte, ciudad y cuerpo, potencializan en las prácticas artísticas una gran fuerza de significados al acontecimiento estético. Permiten diversificar el vínculo entre cuerpos, miradas, experiencias, construcciones de discursos y rutas sobre los significados de sitios específicos en la urbanidad. Pedro Lemebel nació en 1952 y se tituló como maestro en Artes Plásticas. Fue maestro de literatura durante varios años y para 1987 junto con Francisco Casas, poeta y artista, funda el dúo Las Yeguas del Apocalípsis. Un dúo irreverente y contracultural de la escena artística chilena que siempre causaba revuelo en eventos o exposiciones.
Algunas de sus acciones más conocidas; Refundación de la Universidad de Chile (1988), Bajo el puente (1988) o Estrellada II (1990) se anunciaban como protestas por la poca apertura y censura, al mismo tiempo, parodiaban y erotizaban la virilidad masculina/militar de los años previos y póstumos a la dictadura. La fuerza discursiva y capacidad de las obras de Lemebel permanecía en la relación de miradas y las zonas turbulentas de opiniones del espectador (especializado y usuario de la calle). Este espectador es el que mentalmente descubre las asociaciones culturales y estéticas del acontecimiento, surgen encuentros y desencuentros de discursos. Memorias y espacios que retoman en sus significados contrarios una ruta hacia el conflicto permanente en el espacio urbano, una lucha constante del espacio legal y de lo “no institucional”. La caja de resonancia del arte-acción, la ciudad.
Como ya lo comenté antes, Lemebel no sólo accionaba, también era cronista de puño y letra. Hablaba a partir de sus columnas en periódicos, revistas o poemas sobre historias reales. El escenario: la ciudad, y el cuerpo, el contenedor de memorias. La esquina de mi corazón fue su primer libro publicado en 1995 por la editorial Cuarto Propio. Una recopilación de 19 crónicas ambientadas en Santiago de Chile y Valparaíso. La fórmula perfecta para un cronista urbano, la vivencia por escrito y la experiencia en carne propia.
A veces pienso que la poesía urbana no sólo persiste impresa en los libros o periódicos, sino que también permanece en los espacios mismos, en las esquinas, los puentes, las banquetas o la calle.
¿Existe poesía impresa, literalmente, en la ciudad? Yo puedo leer Pedro Lemebel y a partir de su abecedario generar prosas propias.
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