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Arquitectura de la discapacidad: más allá de la accesibilidad

Arquitectura de la discapacidad: más allá de la accesibilidad

27 febrero, 2023
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

El pasado 10 de enero se cumplieron 100 años del natalicio de Timothy Nugent, “el padre de la accesibilidad”. Nugent fundó en 1948 el primer programa dedicado a personas con discapacidad en una institución de educación superior en los Estados Unidos. Ayer, 26 de febrero de 2023, se cumplieron 100 años del natalicio de Claude Parent, arquitecto y pensador francés  —que murió el 27 de febrero de 2016. Junto con Paul Virilio, fundó en 1963 el grupo Architecture Principe. Juntos, Parent y Virilio plantearán la función oblicua. En 1971, Parent escribe: “La única estructura de inversión espacial fuera de la horizontal caduca y de su corolario abstracto y herético de la vertical, es la estructura oblicua.”

En el 2014 se presentó la exhibición Elementos de la arquitectura como parte de la 14ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, dirigida entonces por Rem Koolhaas. Los 15 elementos que Koolhaas enlistó en la exhibición fueron el piso, el muro, el techo, la cubierta, la puerta, la ventana, la fachada, el balcón, el corredor, la chimenea, el escusado, la escalera, el elevador y, finalmente, la rampa. Este último elemento se presentaba bajo el auspicio de las figuras de Tim Nugent y Claude Parent. En la contraportada del libro dedicado a este elemento, publicado para acompañar la exhibición, se puede leer:

Tim Nugent, nacido en 1923, declaró la necesidad universal de adaptar la rampa para facilidad de todo tipo de cuerpo humano. Nugent veía la rampa como un puente hacia una sociedad con iguales oportunidades para todos. Trabajó por más de 40 años en el proyecto 117.1 para establecer un manual de diseño arquitectónico dedicado a los discapacitados, que tuvo influencia en la arquitectura de todo el mundo. Entre más sutil la rampa, mejor. Nugent sugirió una inclinación máxima de 1:10, un grado determinado científicamente como viable para más del 90% de los usuarios de sillas de ruedas y comúnmente incluso reducido, para facilitar aún más el acceso.

Claude Parent, nacido en 1923, declaró la posibilidad de  adaptar el cuerpo humano para vivir en rampas cada vez más extremas. Trabajó por más de 60 años en la idea de la función oblicua: para el establecimiento de una nueva arquitectura y un nuevo urbanismo dedicados a vivir inclinados, lo que tuvo un efecto reducido en la arquitectura. Entre más inclinada la rampa, mejor. Parent sugirió una inclinación máxima del 50%, el límite para la “adhesión humana” que podría crear cuerpos conscientes que aceptan la resistencia, y por tanto la existencia, viviendo en una lucha constante para superar la gravedad.

 

David Gissen es un arquitecto, historiador y teórico de la arquitectura. Estudió en las universidades de Virgina, Columbia y Yale, doctorándose en el University College de Londres. El mismo se presenta de la siguiente manera:

Soy historiador, teórico y diseñador de arquitectura, paisaje y urbanismo. Mi trabajo se centra principalmente en desalojar un concepto estrecho de la naturaleza y la estética del naturalismo dentro de la teoría, la estética y la práctica arquitectónica. Mi trabajo sobre este tema es amplio: confronta ideas históricas y contemporáneas sobre las interacciones arquitectura-entorno, así como el papel de la disciplina en la instanciación de ideas sobre la humanidad y la normalidad física. Gran parte de mi trabajo sobre este tema se basa en mis propias experiencias como profesional y académico con discapacidad física.

Gissen es autor del libro Subnature: Architecture’s Other Environment, y del recién publicado The Architecture of Disability. Buildings, Cities, and Landscapes beyond Access. En la introducción a ese libro, Gissen explica que su trabajo “no se concentra en el tema de la accesibilidad en arquitectura”, algo que parece ser una expectativa general, dado que es una persona con discapacidad física. Garantizar el acceso a las construcciones y los espacios urbanos para personas con todo tipo de capacidades físicas es, por supuesto, una parte importante del trabajo sobre la discapacidad física, pero Gissen apunta que tan importante resulta entender la propia discapacidad y la idea de lo que es un cuerpo capaz se ha inscrito —o, en el primer caso, ha sido borrada— de la historia de la arquitectura y de la manera como se imagina. Escribe:

Lo que llamo la perspectiva “funcional” o “funcionalista” tiene una historia que antecede a los conceptos de diseño accesible: describe la creencia de que los edificios deben representar actividades y capacidades físicas esenciales. Esto involucra típicamente la manera como las formas de los edificios reflejan los movimientos físicos de sus habitantes, pero también incluye conceptos más abstractos, com ola manera en que las estructuras o formas de los edificios reflejan las cualidades y capacidades biológicas de la vida fisica en general.

Las ideas de función y de una arquitectura que responde a ésta, se desarrollaron a partir del organicismo y el funcionalismo que se planteó la biología en el siglo XIX, que a su vez se construyeron a parir de ideas sobre lo que es un cuerpo normal, en buena forma. Así, una arquitectura que responde formal y lógicamente a cuerpos “normales” que “funcionan normalmente” terminará “viendo la discapacidad como un problema físico y espacial que debe atenderse y potencialmente resolverse,” dice Gissen.

La acrópolis según Leo von Klenze.

En este planteamiento mucho más amplio y crítico de lo que pueda entenderse como una arquitectura de la discapacidad, Glissen plantea otra manera de entender los monumentos, que conlleva otra manera de entender no sólo la presencia de cuerpos no “normalizados” en el espacio de dichos monumentos —o en el espacio de lo monumental— sino la misma representación de dichos cuerpos. Tras escribir sobre la potente demostración que tuvo lugar el 12 de marzo de 1990 en Washington, D.C. y que se conoce como The Capitol Crawl, y que interpreta más allá de la exigencia de aprobar una ley de accesibilidad, Gissen se detiene en el análisis de dos monumentos históricos ampliamente reconocidos: la Basílica de Saint-Denis, en las afueras de París, y la Acrópolis de Atenas. De la primera explica cómo la forma misma de la basílica depende de una manera de entender la presencia de cuerpos no normalizados: con el deambulatorio que permitía peregrinaciones en las que participaban muchas personas con algún impedimento físico.

Maqueta de la Acrópolis de Atenas con la rampa de ascenso.

De la Acrópolis, Gissen explica cómo la misma construcción de la idea y la imagen de cómo debió de haber sido en los tiempos de la Grecia clásica, implicó una reconstrucción que excluyó desde la historia de otras ocupaciones —los residentes otomanos, por ejemplo— sino de cómo pudo haber sido usado ese espacio no sólo por los cuerpos idealizados de la estatuaria griega. De la Atenas imaginada por Leo von Klenze Gissen pasa a la ruta de ascenso a la Acrópolis diseñada en los años cincuenta por Dimitris Pikonis. Justamente considerada una obra maestra de arquitectura y diseño de paisaje, esa ruta, explica, “enfatiza la necesidad de un intenso desgaste físico individual, de un gran esfuerzo” para adquirir el conocimiento —visitar la Acrópolis. La visita de un lugar reimaginado como heroico exige cuerpos igualmente heroicos. Gissen menciona también el trabajo de Manolis Korres, cuyos caminos de concreto atravesando la Acrópolis causaron, evidentemente, controversia; y el más reciente de Yannis Hamalakis, parte del colectivo La otra acrópolis.

La Acrópolis de Atenas, dibujo de Le Corbusier.

La lectura que hace Gissen de la Acrópolis desde una arquitectura de la discapacidad, pues, no se reduce a un tema de accesibilidad y es también más amplio que aquél de la presencia y la representación de cuerpos impedidos físicamente y no normalizados en el espacio arquitectónico. Si a la Acrópolis se llegaba mediante una ancha rampa que permitía el ascenso colectivo de una comunidad de cuerpos diversos, la decisión de imaginar y privilegiar un camino estrecho y serpenteante plantea una arquitectura distinta, pensada para unos y que no llega a concebir la presencia misma de otros —idea que además de a Pikonis nos lleva de Auguste Choisy hasta la promenade architecturale de Le Corbusier. El estudio de Gissen, pues, ofrece una lectura de la discapacidad cuyas repercusiones en la manera como entendemos la arquitectura van mucho más allá de las rampas de acceso, aunque las incluyan. 

 

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