Las casas en el paisaje: Alberto Ponis (1933-2024)
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¡Felices fiestas!
4 julio, 2023
por Pablo Lazo
La sequía puede presentar desafíos significativos para la arquitectura en varias formas. Las recientes olas de calor que azotan a varias ciudades no sólo en México sino en toda America han puesto en jaque a los edificios y los espacios abiertos en las grandes urbes.
Durante períodos de sequía, el suministro de agua puede ser escaso. Esto ha evidenciado la incapacidad de los arquitectos para diseñar edificios que requieren agua más allá de su funcionamiento normal, como sistemas de plomería, sistemas de extinción de incendios y sistemas de enfriamiento. Grandes arquitectos como Norman Foster han abogado desde hace mucho tiempo por diseñar edificios que incorporen medidas de reuso y colecta de agua(1) pero poco se ha hecho para que esto sea incorporado de forma estandarizada en el diseño arquitectónico.
Si las consecuencias directas fueran solo relacionadas con el suministro de agua el tema seria manejable. Pero ademas, en áreas afectadas por la sequía, es común que se implementen restricciones en el consumo de energía eléctrica; lo cual tiene consecuencias directas en el diseño de los edificios. Actualmente en México, de todos los edificios públicos solo el 6% han sido diseñados con elementos que lleven a reducir la demanda energética y con ello, contrarestar los efectos de la sequia. (2)
Consideremos entonces que los edificios “padecen” la sequía casi igual que quienes los habitan. El filosofo inglés, John Broome argumenta, bajo el concepto de pesar vidas(3) que las consecuencias de nuestros actos y bienestar pueden “evaluarse a traves de tres dimensiones especificas -tiempo, estado de la naturaleza y la persona”, y continua, “la condición de la persona puede definirse por estas tres dimensiones, -o el edificio en este caso, “en donde la condición es específica del tiempo y define su nivel de bien-estar en mayor o menor medida”. (4) En el caso de los edificios, si estos no estan preparados, padeceran fenomenos climáticos -como la sequía- y esta condicionante, como la denomina Broome, hara que el edificio sea valorado por lo que aporta -o no, a su bienestar y existencia misma.
La preocupación por esta “eficiencia máxima” del producto arquitectónico, sea una casa o edificio, la planteo Buckminister Fuller en su primer ensayo teórico previo al diseño de la casa Dymaxton en 1935. Sin embargo, han sido los embates del cambio climático, y específicamente las fuertes olas de calor de los ultimos dos años, lo que ha evidenciado el letargo con el que los arquitectos “evitan” incorporar esto en sus agendas de diseño.
En el espacio urbano público de nuestras ciudades el desafio es aun más critico. Durante la sequía, los jardines y áreas verdes suelen verse afectados debido a la falta de agua. Aunque el la teoría y en la práctica, arquitectos como Batlleiroig, MIAS Arquitectes, MITHUN Architects, Diller-Scofidio, Field Operations y Taller Capital entre varios otros, han incidido en la prominencia del paisajismo como herramienta mitigadora de estos problemas, la escala de las intervenciones no deja de ser puntual y con poca oportunidad de replicarse en otros lugares. La incidencia en el largo plazo queda ausente y las propuestas, si bien acertadas, son dificiles de adaptar a otros programas y contextos. Ya R.B. Fuller(5) y Norman Foster(6) han mencionado la importancia de la adaptabilidad para estos diseños -y soluciones, para que su impacto vaya más allá de un simple ejercicio formalista.
El cemento gris no puede seguir dominando el paisaje urbano. En estos tiempos excepcionales que estamos viviendo, post-covid y con los efectos climáticos cada vez más extremos, es mejor pensar en nuestro mundo como un sistema complejo e interrelacionado en donde los edificios y las ciudades definen en gran parte nuestro bien estar, como lo define Broome. Una de nuestras limitaciones como seres humanos es que estamos llenos de errores cognitivos: entendemos mejor los sistemas lineales con relaciones causales directas que los sistemas complejos. Sobre la base de pruebas limitadas, nuestro pensamiento intuitivo -sistema 1, funciona como una máquina para saltar a conclusiones tratando de lograr la coherencia. Por lo tanto, la combinación de un sistema 1 que facilita la coherencia y un sistema 2 perezoso (un modo de cognición más deliberado) nos hace aceptar impresiones y creencias intuitivas pero a menudo incorrectas.
La sequia que padecemos nos esta llevando a pensar de forma diferente. Nos esta pìdendo buscar herramientas -soluciones arquitectónicas- que dejen de ser soluciones lineales: programa-proyecto-edificio y que “salten” a definiciones complejas de propuestas arquitectonicas, eficientes y eticamente propositivas ante estos desafios como el mismo Broome lo propone. (7)
Algunas lineas de exploración ya en marcha tienen que ver con una arquitectura basada en el diseño regenerativo, que busca crear edificios y entornos que restauren y regeneren los recursos naturales, incluida el agua. También, ante la sequía, la arquitectura contemporánea busca explorar conceptos como la adaptabilidad y la resiliencia. Los edificios son diseñados para ser flexibles y capaces de adaptarse a las condiciones cambiantes, incluida la disponibilidad de agua. Esto puede incluir sistemas modulares que se pueden ajustar según las necesidades, la implementación de tecnologías emergentes para el manejo del agua y la planificación de sistemas de suministro y almacenamiento de agua a largo plazo son ejemplos puntuales de estas aproximaciones.
La alternativa que se plantea a la arquitectura es: seguir respondiendo a estos desafios de forma convencional y lineal; o entender que los diseños de edificios y espacios publicos de ahora en adelante tiene que ser adaptable, propositivos y con rendimientos máximos como lo proponia Fuller.
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