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Columnas

La revolución de los drones

La revolución de los drones

8 septiembre, 2016
por Pablo Lazo

Para Michel Foucault, la arquitectura le falta casi un siglo de sigilo y cautela excesiva para entrar de lleno en la modernidad justo cuando otras disciplinas —como la literatura y la sociología lo hicieron entre 1880 y 1920.  La idea de Foucault es que a la modernidad sólo se le podía llegar mediante la creación de un eficiente sistema de control y éste, a su vez, sólo se despliega a través de la información que genera, coercitiva o no, o ambas.

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Difícil debatir su argumento —aun si para muchos otros filósofos lo realmente “moderno” de la modernidad fue un secularismo total en el campo de la religión, la democracia en lo político o el capitalismo en lo económico. Para elaborar sus teorías, Foucault pudo haber utilizado mapas, estadísticas o el urbanismo mismo; sin embargo, el filósofo francés fue directo a la arquitectura y el panóptico. Diseñada por Jeremy Bentham, esta cárcel fue para Foucault no sólo el símbolo de la tendencia moderna hacia la censura, sino una maquina eficiente para el control visual. Aunque su discurso abarco cárceles, hospitales y manicomios, quizá –solo quizá– hoy el estaría hablando de los satélites y los drones –ya que ellos espían todo el territorio desde arriba y ayudan a conjuntar información (de estado) para detectar entre muchas otras cosas, irregularidades urbanísticas.

En el asedio urbano actual de la Ciudad de México, São Paulo o Bogotá, los satélites y drones muestran tres tipos de tareas que han comenzado a proporcionar ese ojo panóptico, que no solo mapea el territorio, sino ayudan a identificar donde hay oportunidades de desarrollo o belleza inexistente.

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En Bogotá, el Departamento Nacional de Planeación (DNP) ha utilizado drones para realizar levantamientos de catastros sobre áreas de edificación irregular para normalizarlas. Los números hablan por sí solos. El DNP, a través de su campaña Regulariza Ahora, ha conseguido registrar casi el 82% de las construcciones irregulares –identificadas a través de satélites y drones dentro del gran Bogotá. En São Paulo, la Prefectura ha conseguido recaudar más de 3,400 millones de reales gracias a la identificación de expansiones fraudulentas sobre edificaciones como extensiones, balcones cerrados, estudios en las azoteas, áreas de piscina no declaradas, áreas verdes no cedidas al municipio, etc. Sorprende que en el caso de la Ciudad de México, los drones han sido más una herramienta fotográfica –como lo muestra el trabajo de Santiago Arau– para mostrar “escenas urbanísticas casi poéticas y aún no de control.

No obstante lo discutible del control catastral por estos medios –y vaya que genera controversia– es la consabida detección a tiempo de irregularidades urbanísticas o las ventajas para actualizar el cobro de impuestos prediales por área de terreno, estos métodos de control están ayudando no sólo a generar más recursos para gobiernos locales –cada vez más copados y presionados por el sector privado– sino también ayudan a volver más transparente los muchos casos de amnistía urbanística que se ofrecen en las grandes ciudades mediante autorizaciones corruptas o poco claras. El ataque de los drones sólo comienza, pero como todo ciudadano puede tener uno, el sistema de control que explicaba Foucault será, esta vez, quizá más democrático.






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