Los dibujos de Paul Rudolph
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
15 diciembre, 2018
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Murió el arquitecto Jorge Campuzano (1931-2018) a los ochenta y siete años. Egresado de la Universidad Nacional en 1957 trabajó en algunos de los proyectos más destacados del país de la segunda mitad del siglo pasado. En buena medida se le ubica a la sombra de su cuñado, Pedro Ramírez Vázquez, que fue el gran estratega de la arquitectura institucional mexicana. Proyectos como el Museo Nacional de Antropología, la Basílica de Guadalupe o el Congreso de la Unión, son fruto de esa colaboración. Y si bien las grandes decisiones arquitectónicas de esos íconos del desarrollismo nacional tienen que ver con la escala más que con el diseño y por tanto de las líneas que trazaba Pedro Ramírez Vázquez —el gran demiurgo de la arquitectura mexicana de los años triunfales del priismo hegemónico— también es cierto que el acierto de sus edificios dependía del arquitecto asociado al proyecto. Ahí el crédito de Jorge Campuzano emerge como autor de las obras ya mencionadas, como lo haría Rafael Mijares, coautor de la Torre de Relaciones Exteriores en Tlatelolco y el Museo de Arte Moderno. Fue Mijares quien atribuía un 60% de autoría del Museo de Antropología a Jorge Campuzano, un 30% a Pedro Ramírez Vázquez y sólo un poco a él mismo.(1)
La basílica de Guadalupe, proyectada por Pedro Ramírez Vázquez, José Luís Benlliure, Gabriel Chávez de la Mora y Jorge Campuzano, se llevó a cabo en 1975, convirtiéndose en el edificio más visitado de México. El nuevo templo incorporó la monumentalidad arcaica basada en la forma y la escala, junto con la tecnología moderna de los pasillos deslizantes de ferias y aeropuertos. La basílica de Guadalupe original estaba en peligro debido a los desplazamientos del subsuelo que afectaban la estabilidad del edificio. Se habría requerido aumentar la sección de las columnas reduciendo la capacidad espacial del edificio, por lo que se decidió construir una nueva sede acorde con las necesidades de los peregrinos que crecían exponencialmente. Lejos de las soluciones canónicas de planta en cruz, la propuesta es un enorme espacio circular de 100 metros de diámetro soportado por una esbelta pared desplazada del centro, que funge de respaldo del altar y da cobijo a escaleras e instalaciones. De ella cuelga la cubierta hacia el perímetro.
En 1981 —de nuevo con Ramírez Vázquez— Jorge Campuzano construyó el Congreso de la Unión, donde estaban los patios de maniobra de la antigua estación de ferrocarriles de San Lázaro, reactivando, en parte, el oriente de la ciudad de México. Se trata ya de una arquitectura que expresa la grandilocuencia del poder, desde fuera y desde dentro: la fachada representa la bandera mexicana con el rojo del texontle, las franjas de mármol blanco y el verde con el escudo nacional en bronce. En su interior una planta baja diáfana es el soporte escenográfico y espectacular de la coreografía parlamentaria de los años ochenta.
A su vez, el arquitecto Campuzano trabajó en el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), desarrollando los prototipos de escuelas modelo que se reprodujeron por toda la república y se exportaron a otros países, permaneciendo hasta el día de hoy. Con su muerte desaparece un arquitecto esencial del pasado siglo y el último bastión de aquella arquitectura institucional que definió la imagen de México.
(1) Entrevista a Rafael Mijares (Puerto Vallarta, 2 febrero 2013)
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