Historias de inclusión y exclusión: ningún espacio es autónomo. Conversación con Diane Davis
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¡Felices fiestas!
23 marzo, 2018
por Francisco Brown | Twitter: pancho_brown | Instagram: pancho_brown
Mark Lee, reciente participante de MEXTRÓPOLI 2018, fue nombrado esta semana jefe del departamento de arquitectura de Harvard GSD. Conversamos con él sobre su práctica y sobre su reciente trabajo como codirector de la Bienal de Arquitectura de Chicago 2017, titulada como Make New History.
Francisco Brown: Ha pasado un año desde la Bienal de Chicago, en la que tuviste la oportunidad de probar algunas de tus curiosidades profesionales sobre la historia y la práctica arquitectónica. Me gustaría hablar de tu experiencia en esta edición de la Bienal, como un profesor y como un arquitecto.
Mark Lee: Considero que ser el director artístico es una labor pública. Es una responsabilidad crear alguna especie de encuesta sobre la práctica arquitectónica del momento, de lo que está pasando en el mundo. Pero creo que es inevitable que uno deje de tener intereses. La historia es un interés que he mantenido siempre. Considero que nuestra línea fue respetar el trabajo de los editores que fueron invitados, pero también se revisaron sus alcances intelectuales y cómo podían enmarcarse en esta teoría de la historia. Nosotros establecimos la temática, pero no especificamos qué clase de historia, de dónde provenía o a dónde se dirigía, y básicamente esperamos que los arquitectos nos entregaran su interpretación al respecto. Y eso pasó, estamos muy contentos con eso. Seguimos en el proceso de entender y digerir muchas de las respuestas.
FB: Háblanos un poco más sobre esas respuestas, tus percepciones personales sobre las mismas y también sobre aquellas que no esperabas.
ML: Creemos que la historia siempre está ahí. La historia de la arquitectura moderna fue una que sucedió a través de diferentes perspectivas. Tenemos lo que sucedió en Italia durante el novechento, tenemos lo que sucedió en América durante el posmodernismo, tenemos la arquitectura de la posguerra. Son diferentes momentos, aunque nosotros pensamos que este en específico era muy distinto porque, en la era de la información, todo es accesible. Todo está puesto. Pero no por ello la historia comenzó a operar como una chaqueta que estaba a tu medida, o como un dispositivo que podía funcionar para el conformismo, sino que seguía siendo una plataforma que producía sentido, que era una estructura en torno a toda la información. La historia dejó de ser un remedio del modernismo ortodoxo, donde se veía a la historia como un mero contexto de la arquitectura, sino que se volvió una forma de deseo y una suerte de conocimiento crudo con el que tienes que trabajar. Esto es un mero punto de partida, pero no sabremos qué interpretaciones tendremos. Algunos de los ejemplos con los que estuvimos muy felices fueron los concernientes con la tipología. Nos impactamos mucho con cómo los chinos trabajaron la tipología. La tomaron y comenzaron a transformarla, como el despacho Archi-Union, en Beijing, quienes fusionaron la tecnología digital con los materiales tradicionales.
FB: Creo que tu trabajo y la Bienal que curaste tuvo unas dosis muy altas de optimismo. ¿Podrías hablar más de esta capa de optimismo? ¿Fue un factor importante? ¿Cómo es que esto se relacionó con el público?
ML: Cuando fuimos participantes en la primera Bienal, nos sorprendió bastante la concurrencia del evento. Las primeras dos semanas siempre estuvo llena de gente. Vuelves dos meses después y eres tú y tres gatos recorriéndola. Después de esa Bienal, nosotros continuamos volviendo porque teníamos proyectos en Chicago. Es una ciudad que siempre está llena de gente, de niños. No sólo la locación de la Bienal es muy central, sino que hay un interés general en la arquitectura. La gente está genuinamente informada. Eso es algo fascinante. Creo que quisimos alcanzar una audiencia bastante amplia. Queríamos llegar al público, y queríamos que los nerds de la arquitectura se nutrieran todavía más. No somos los Tarantino de la arquitectura, nuestra única intención era que el público en general entendiera los trabajos.
FB: ¿Tuviste la oportunidad de escuchar las impresiones del público?
ML: Creo que el mensaje de la Bienal fue tan amplio que la gente se quedó con diferentes cosas. Tal vez hubo una impresión mucho más general que atendió más las relaciones entre el pasado y el futuro. También la gente se interesó mucho en la vivienda, o cómo se construye para la historia cierto edificio, o cómo se conserva. Hubo muchas impresiones. Yo diría, por ejemplo, que la torre de Tatiana Bilbao propuso un concepto asequible: la propuesta fue que se podía construir una torre como se construye un barrio, y que las comunidades podían involucrarse en un solo proyecto. Considero que ése fue un momento exitoso.
FB: A la luz de la experiencia de la Bienal, ¿qué ideas tienes sobre la construcción de los edificios, y cómo las aplicarías en tu propia práctica?
ML: Para ser honesto, no hemos pensado en ello todavía. Y la única razón por la que no lo hemos hecho es porque intentamos no tener tanta autoconsciencia de nuestro trabajo. Lo que hacemos, en realidad, se sostiene mucho en circunstancias que en ese momento facilitaron proyectos. Después de 10 o 15 años, podemos regresar e identificar algunos patrones de nuestra práctica. Pero intentamos tener esta libertad gestual. No podemos definir específicamente qué podemos tomar de la experiencia de la Bienal, pero sí aprendimos mucho de colegas y de muchos proyectos que no fueron expuestos al contexto al que nosotros hemos estado expuesto. Por ejemplo, pudimos notar que el clasicismo no es tan estricto, y que tiene un lado bastante humano y vernáculo. Tal vez aquello afecte nuestro trabajo, no de manera inmediata, pero probablemente aparezca en proyectos de gran escala. Nuestros proyectos suelen estar sostenidos en escalas más pequeñas, y cuando nos encontramos con una mayor escala no sabemos por dónde empezar. Tal vez por una aglomeración de cosas pequeñas que no necesiten de coherencia. Y creo que es el problema de varios arquitectos.
FB: ¿Crees que la locación de su despacho tenga especial influencia sobre su visión de la arquitectura y de la historia?
ML: Somos arquitectos de Los Ángeles y encontramos siempre bastantes influencias de nuestro lugar de origen. Aunque para muchas personas de fuera pareciera que existe una Escuela de Arquitectura de Los Ángeles. Ciertamente, no es una percepción mala, pero nosotros nos sentimos más cercanos a muchos colegas de América o de Europa, colegas con los que podemos compartir una preocupación. Después de varios años, no nos sentimos tan optimistas, pero recuerdo que cuando trabajabamos en un proyecto de Mongolia conocimos a muchos arquitectos que sabían qué trabajo había hecho cada quién y que nunca habían tenido la oportunidad de conocerse. Muchos proyectos surgieron de ese encuentro,; fue uno de los momentos en que entendimos que hay mucha gente que puede entender lo que haces y que esa gente se encuentra en muchos lados del mundo, que navegan desde distintas latitudes, pero también con mucha cercanía. Y no se trata de este globalismo que se confunde con un colonialismo donde eres fuerte y sales. Nosotros somos más como personas que encuentran un diálogo con el otro.
Y creo que también hay que tener en cuenta qué es lo que la arquitectura puede hacer. La arquitectura sufre de ser subestimada y también de ser sobreestimada. Somos muy realistas de que la arquitectura no puede resolver todos los problemas del mundo, pero podemos proponer una forma de mediar con esos problemas. Somos bastante pragmáticos con eso. Y en la Bienal también quisimos comunicar eso.
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