Espacios para la vida: Entre Alchichica y Litibú
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¡Felices fiestas!
1 octubre, 2020
por Jose Maria Wilford Nava Townsend
Prefiguración, Figuración y Configuración
La primera generación de Arquitectura en la Ibero, partió con el sueño de un programa que pretendía tomar los principios de la Bauhaus aplicados a la realidad mexicana. No en balde el primer director, Augusto H. Álvarez, se entrevistó con Walter Gropius, ya en Harvard, para configurar el plan de estudios que correría paralelo al obligatorio de la UNAM. Así, con Augusto como guía, y una pléyade de maestros comprometidos con la modernidad, surgió un grupo formado en el uso del módulo industrial, la limpieza de la forma, la pulcritud del espacio y el rigor de la composición.
En ese contexto, mi padre, el arquitecto José Raymundo Nava Requesens, fue acogido en el despacho del maestro Serrano, junto con su gran amigo Pancho, hijo del ingeniero y arquitecto. Tras un tiempo como colaborador, fue invitado a la sociedad que firmó una buena cantidad de proyectos como Serrano, Serrano y Nava. Proyectos de todo tipo, pasando de lo residencial hasta lo social, desde lo comercial hasta lo industrial.
El lenguaje desarrollado evidenciaba la continuidad de los ideales que los grandes maestros del Movimiento Moderno, aquellos definidos por los Mies o Le Corbusier, donde la expresión de la estructura, combinada con la transparencia y aplicación detallada de materiales, marcaban la línea de una estética espacial y constructiva. El proceso era complejo y dialogante, donde entre los muchos formatos de dibujo, se encontraban los cróquices de prefiguración, las perspectivas de figuración, y finalmente, la configuración del edificio a través de su construcción.
Dentro de ese proceso, la mano privilegiada de mi padre aportó una buena cantidad de dibujos de proceso, de los cuales comparto hoy específicamente los relacionados a un bello edificio ubicado en el número 5 de la avenida Juan de la Barrera, colonia Condesa. En su momento, la construcción fue premiada por la “Asociación de Manufactureros de Productos de Aluminio para la Construcción A.C.” en el año de 1968.
Para este edificio en particular, un croquis, una perspectiva del exterior, y otras de detalle, yo aporto fotos del antes y después, para mantener la filosofía de que las imágenes aquí mostradas, son de producción propia en cuanto a las instantáneas se refiere.
Con algo de Mies y de Bunshaft en la composición, y mucho de Paul Rudolf en la perspectiva, el volumen de este edificio de departamentos, parte de un basamento etéreo que da pie al acceso vehicular y peatonal, perfectamente diferenciado, cobijado por una marquesina de mármol blanco que determina la relación entre la escala peatonal de la calle y la acera, y la urbana donde se desarrollan propiamente los departamentos. Para la segunda escala, el volumen se parte en tres cuerpos verticales que enfatizan esa dimensión en altura, equilibrada a partir de los marcos de cristal y aluminio que componen la reiteración de entrepisos. Los dos cuerpos de los extremos, sobresalen del paño con relación al cuerpo central, que funciona como conector, tanto en la composición, como en la distribución de los espacios.
Esta época de la arquitectura mexicana, ha sido olvidada tras el desprecio que se tuvo durante el posmodernismo en los ochentas y noventas, por todo lo que oliera a moderno. Sin embargo, muchos de los edificios siguen cumpliendo una digna función hasta nuestros días, incluso si han tenido inevitables modificaciones durante su proceso de habitarse. Habría que hacer una revisión profunda.
El que hoy se comparte, manifiesta una gran dignidad en su envejecimiento, ratificando aquella frase muy prototípica de mi padre que sigue sentenciando un “no hay materiales buenos o malos, los buenos o malos son quienes hacen la arquitectura”. En su colindancia oriente, se le ha conjuntado un edificio de Enrique Norten, que acertadamente establece un diálogo con los volúmenes verticales, para después desarrollar su propuesta hacia Parque España.
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