Las casas en el paisaje: Alberto Ponis (1933-2024)
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¡Felices fiestas!
9 enero, 2024
por Pablo Lazo
Rara vez una Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (mejor conocida por sus siglas en inglés: COP, Conference of the Parties) había destacado el rol de la arquitectura en las ciudades ante la emergencia climática. Todo cambio con la COP28, que se celebró en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023. En esta edición, las ciudades tomaron un papel protagónico: o se cambia el modo de planificar y urbanizar las ciudades o el riesgo ante los efectos extremos del clima irá en aumento. Los temas de la descarbonización de los procesos constructivos y la integración de la naturaleza en la regeneración urbana, son clave.
El planteamiento hecho por más de 60 ciudades coloca al futuro del entorno urbano modelado por la emergencia climática, al menos para la próxima década. Junto al clima, que es el gran protagonista del debate, la biodiversidad merece ser mencionada como otro soporte del paisaje –y ahora de las ciudades—, y otro motivo de alarma para la humanidad. Ambos asuntos fueron objeto de convenios en la Cumbre de la Tierra que se celebró en Río en 1992 y de la COP15, celebrada en 2022, en la que un acuerdo global persiguió evitar la pérdida de áreas de gran importancia y alta integridad ecológica para la biodiversidad. Ello incluye grandes áreas naturales con altísimo valor ambiental en México como la Isla Holbox (Yucatán), la laguna de Bacalar (Quintana Roo) y el Mar de Cortés (en el golfo de California), que deberían abordarse en discusiones mediante acuerdos institucionales que los rescaten de la contienda política y el forcejeo electoral. El resultado no ha sido el esperado.
Lo que surge de esta ultima COP28 es un posicionamiento urbano paradigmático en el que la biodiversidad y la naturaleza deben ser integrados en el diseño y planeación para las ciudades. Incorporar la naturaleza a la planificación urbana, lo que suele denominarse “urbanismo biofílico” o “urbanismo verde”, no sólo es posible, sino que cada vez más se reconoce como esencial para crear ciudades sostenibles, habitables y resilientes. Hay varias formas de integrar la naturaleza en la planificación urbana. Los principales son: el incremento del espacio verde per cápita, la creación de infraestructura verde, la siembra e integración de bosques urbanos, el diseño de corredores para la biodiversidad, la generación de jardines comunitarios, y proporcionar infraestructura natural y diseño biofílico en arquitectura.
Aunque es posible y beneficioso integrar la naturaleza en la planificación urbana, al mismo tiempo esto genera problemáticas como prioridades de uso del suelo que compiten entre sí, espacio limitado y la necesidad de equilibrar los objetivos ecológicos con el desarrollo urbano. Aquí es donde los anuncios de la COP28 retoman aquel uso de la ecología como movimiento político y como una manera de entender el proceso de planificación de la ciudad acuñado en el famoso libro de Rachel Carson, Silent Spring (1962). Lo que cambio con este acercamiento crítico a otros desastres ecológicos en la década los sesenta fue la habilidad de Carson para proponer una “crítica dentro de un acercamiento ecosistémico”, [1] dicho en palabras del sociólogo John Bellamy Foster.
La probabilidad de que los urbanistas incorporen elementos de la biodiversidad y naturaleza en el diseño de espacios públicos abiertos en el futuro es bastante alta. Cada vez hay más conciencia de la importancia de integrar la naturaleza en los entornos urbanos por diversas razones, como la sostenibilidad ambiental, la salud pública y el bienestar general. Varias tendencias y factores apoyan la probabilidad de que aumente la integración de elementos de la naturaleza en la planificación urbana. Sin embargo, como bien apuntaba Carson hace medio siglo:
Esos complejos ecosistemas, se concebían como entidades altamente dinámicas y al mismo tiempo delicadas, al igual que la Biósfera y el Sistema Tierra. En consecuencia, las alteraciones que sufrían y sus ramificaciones en cuanto a la creación de cambios de fase a menudo no se preveían hasta que era demasiado tarde. [2]
La COP de Dubai fue una cumbre de la Organización de las Naciones Unidas que ojalá cumpla y asuma la urgencia del momento tras las decepcionantes COP26 de Glasgow, celebrada en 2021, y la COP27 de Sharm el-Sheij, en 2022. Han transcurrido tres décadas desde la primera reunión en Berlín, y sólo la COP21, que cristalizó en el Acuerdo de París de 2015, parece justificar el esfuerzo de revisar las publicaciones científicas y congregar a una multitud de especialistas y políticos para establecer las medidas de mitigación y adaptación que reclama este reto planetario.
Para la arquitectura se abre un abanico de ejercicios bajo la frase de Louis Sullivan, “forms-follow function”, en donde la ciudad será la protagonista, y el paisaje la clave. La disyuntiva será si se aborda este reto mediante una nueva construcción de lo natural, alejada del materialismo histórico en el que esta ha sido un puro suministro de materias primas para la existencia del ser humano; o si elige continuar con el camino actual, anclado a un materialismo en el que la historia de lo natural resulta modificado para satisfacciones humanas no siempre necesarias.
Notas
1. Bellamy Foster, J.; The Return of Nature, Socialism and Ecology, Monthly Review Press, NY, 2020, pp. 510-511.
2. Carson, R.; Silent Spring; Houghton Mifflin, Boston, 1962; pp. 190, 246.
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