Las casas en el paisaje: Alberto Ponis (1933-2024)
Alberto Ponis ha fallecido a los 91 años. El último número de Croquis llegó tarde como reconocimiento a un personaje [...]
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¡Felices fiestas!
12 octubre, 2022
por Pablo Lazo
Vivir junto al agua ha estado con nuestra civilización por milenios. La información que tenemos de la creación de las primeras ciudades o asentamientos humanos permanentes indican que estas fueron establecidas en la proximidad de algún cuerpo de agua-lago, río o en la costa del mar. Babilonia, según Herodoto, fue fundada entre las cuencas del Tigris y Eufrates debido a la estupenda calidad de la tierra y vegetación apta para la agricultura1. En Europa, casi todas las capitales y grandes metrópolis que existen actualmente fueron fundadas en la costa o en los márgenes de grandes ríos navegables.
Los Países Bajos son el mejor ejemplo en la época moderna que ha logrado convivir con el agua. Desde el siglo XIII esta región del norte de Europa, cuyo territorio es atravesado por tres grandes ríos; el Rhine, Meuse, y el Scheldt, tiene prácticamente todo su territorio por debajo del nivel del mar y han padecido inundaciones y pérdidas sustanciales de tierra a lo largo de la historia. Por ello, este pueblo ha tenido que crear un modelo integral capaz de gestionar el agua como parte de su modelo de vida. Las Juntas de Agua (WB por sus siglas en inglés) creados en cada comunidad de la región desde el siglo XIII, fueron los responsables de coordinar todas las obras de infraestructura hidráulica, saneamiento y contención cuyo resultado es el paisaje holandés contemporáneo2. Desde finales del siglo XIX y prácticamente todo el siglo XX, el pueblo holandés es la sociedad que ha entendido mejor cómo vivir junto al agua3. Un amigo holandés alguna ves me comento “Nunca vas a poder detener el flujo del agua, lo que sí puedes hacer es controlar la velocidad de ésta y tener tiempo suficiente para protegerte”.4
La escena contemporánea de los Países Bajos conjuga por un lado; un proyecto urbano densificado (prácticamente el 60% del territorio esta urbanizado) y, por el otro, un sistema de diques, terraplenes y marismas que articulan el paisaje rural donde se encuentran localizados los campos de cultivo intensivos más conocidos en el mundo. Los cuerpos de agua ocupan cerca del 30% de la superficie de Holanda. Esta simbiosis surge, no por un deseo subjetivo de los habitantes de acercarse a este entorno tan seductor y estéticamente atractivo, ni por una economía abrasiva de la agroindustria, sino por la simple y clara urgencia de mantener su tierra y evitar el riesgo de las inundaciones en sus ciudades para proteger a sus habitantes.
El acercamiento holandés comprende la aceptación del rol de la sociedad humana como un elemento simbiótico con el entorno y no como un agente disruptivo. Utilizo estos términos como diría John MacHale en su libro The Ecological Context5 además de ser extremadamente relevantes para el futuro de la Ciudad de México en donde es clave la convivencia con el agua.
El sistema lacustre del Valle de México posterior a la conquista no logró conseguir la simbiosis entre el agua y sus habitantes que había en la era prehispánica. Hasta la llegada de los españoles, Tenochtitlán y sus habitantes, aceptaron esta relación simbiótica con el sistema de lagos del valle y diseñaron una serie de calzadas y albarradones que regulaban el flujo de los lagos en la época de lluvias para mantener el islote central a salvo de inundaciones. Durante el estiaje, el sistema permitía un mayor flujo de agua dulce de la parte del lago pegado a las laderas del poniente para mantener el nivel del lago de agua salada en la parte oriente del valle. La conexión natural al norte con los lagos y zonas de humedales de temporal, de Xaltocan y Zumpango, permitían controlar el desagüe y salida del exceso de agua en la época de lluvias. Además, al sur del valle, se diseñaron e implementaron el sistema de agricultura en el agua-chinampas, mediante un ingenioso sistema de relleno flotante.
Sólo se tiene registro de una gran inundación en 1496 que dio como consecuencia la construcción del albarradón de Nezahualcóyotl, un dique de 16 km de largo que partía desde el norte de Atzacoalco hasta Iztapalapa6.
En poco más de tres siglos, el proceso de drenado y desecasión del sistema lacustre del valle se llevo a cabo de forma gradual, lo cual agudizó los problemas ante las inundaciones en la Ciudad de México entre los siglos XVIII y XIX7.
El gobierno virreinal y los primeros gobiernos del México independiente optaron por desafiar, confinar y eliminar la vivencia de la ciudad con los lagos y sus canales de salida. Se alteraron los flujos naturales cuyas pendientes de las colinas del poniente actuaban de forma causal. Lo más grave fue que se pensó que todo esto no tendría efectos colaterales dentro del sistema geomorfológico del valle. Las razones para alterar este equilibrio se han discutido en varias publicaciones8 que podrían resumirse en dos tesis principales: por un lado, se encontraba una propuesta de salud pública en donde se sugería que debido al aumento de población y la falta de drenaje en las casas existían altos niveles de enfermedades venéreas ocasionadas por aguas estancadas. Por otro lado, se argumentaba que el sistema de canales y barreras pre-virreinales generaban una retención de las aguas dentro del perímetro urbano, generando inundaciones y encharcamientos continuos. Paradójicamente, la desecación parcial del lago y el bloqueo de los canales naturales ocasionó más inundaciones en el área central de la ciudad.
Casi cinco siglos más tarde, estas acciones han tenido consecuencias devastadoras. El constante riesgo por inundaciones y los hundimientos diferenciales en diversas partes de la ciudad tenían una correlación con este proceso de desecación de los lagos y extracción de agua de acuífero. El agua siempre encontraba su curso y junto con los hundimientos diferenciales en el valle, debido a la extracción de agua del subsuelo, los sistemas de drenaje no fueron suficientes para detener nuevas inundaciones entre 1950 y 19559.
Esto llevó a los políticos a incrementar su “lucha” contra el agua, principalmente para atacar las inundaciones y el precario sistema de desagüe pluvial. Al parecer, el tema de salud pública paso a un segundo plano a partir de 1930. Casi 30 años después, En 1967 se inicia el proyecto del drenaje profundo con dos grandes túneles que atravesarían la ciudad de sur a norte. Obra que tardaría casi 8 años en concluirse y que en palabras de Ernesto P. Uruchurtu10 “Esto salvaría de futuras inundaciones a la ciudad”.
Sin embargo, este sistema, pronto dejo de ser suficiente para drenar las aguas servidas, sobre todo en tiempo de lluvias y detener las inundaciones. Debido al incremento de extracción de agua del acuífero en el Valle de México, los hundimientos diferenciales continuaron y crearon problemas para prácticamente todos los sistemas de desagüe pluvial y de aguas servidas de la ciudad y, a partir de 1990, este exceso de caudal comenzó a afectar los grandes túneles del drenaje profundo. En 1996 se crea el proyecto del túnel de los Remedios, una ampliación del Drenaje Profundo, cuyo objetivo era reducir las inundaciones registradas al oriente de la Ciudad de México11.
La paradoja fundamental del sistema de drenaje en el Valle de México es la siguiente: La pendiente natural hacia los antiguos lagos del valle hace que cada temporada de lluvias, la base lacustre reciba cantidades importante de agua si tener sistemas graduales de salida. Por otro lado, se ha invertido la pendiente en varias zonas de la ciudad debido a los hundimientos diferenciales. A mayor demanda sobre el acuífero, mayor el hundimiento diferencial. El sistema de drenaje profundo estaba originalmente diseñado para absorber esa contra pendiente y sacar el agua de forma natural dentro del sistema ecológico “natural” de descarga.
El origen de la ruptura de esta relación simbiótica con el agua comenzó a gestarse a mediados del siglo XVIII. En aquel entonces, se continuaba con la búsqueda de un proyecto de desagüe general y permanente que contribuyera a evitar las inundaciones en la Ciudad de México, reconociendo que el río Cuautitlán y el tajo de Nochistongo eran insuficientes. Para drenar los gastos máximos, en 1856 la Junta Menor de las Obras del Drenaje publicó una convocatoria en la cual se invitaba a todos los peritos e ingenieros a proponer soluciones innovadoras12. Siete fueron las propuestas recibidas, entre las que se encontraba la de M. L. Smith, quien propuso abrir un canal desde el lago de Texcoco hasta el Valle de Tequixquiac -casi 50 kilómetros al norte, retomando la propuesta realizada por Simón Méndez en 1603 y detallada más adelante por Joaquín Velázquez de León en 177313. Propuso también conservar el agua del lago de Texcoco e impedir que se elevara su nivel y así evitar la amenaza de inundar la ciudad.
La propuesta ganadora fue la del ingeniero Francisco de Garay, vocal de la junta, quien recibió la encomienda de revisar minuciosamente la idea de M. L. Smith; en un claro conflicto de intereses la criticó fuertemente para defender su propio plan, el cual consideraba la construcción de un canal principal de desagüe para el control de inundaciones y otros canales secundarios para el transporte fluvial y actividades de riego. La propuesta original fue simplificada dejando fuera el concepto de los canales secundarios, para dar paso a lo que hoy conocemos como el Gran Canal de Desagüe. Fue justo en ese momento, a través de la decisión de no diseñar canales en el oriente del valle como comunicación entre los lagos del sur y norte lo que generó la ruptura final de ecosistema lacustre de la cuenca del Valle de México.
En la actualidad, el sistema del drenaje profundo de la CDMX es, según la UNAM, “un sistema muy complejo, cuya finalidad es drenar una cuenca hidrológica cerrada originalmente, formada por una zona lacustre con poca pendiente e impermeable y con cuatro salidas artificiales”14. Salvo el metro, no hay infraestructura pública que haya demorado más tiempo en sus distintas fases y haya costado tanto como la más reciente pieza de este sistema: el Tunel del Emisior Oriente (TEO).
Por increíble que parezca, el diseño y la planeación de todo el sistema del drenaje profundo ha tenido consecuencias directas en la zonificación metropolitana en gran parte del nor-poniente de la ciudad y el Estado de México, desde las colinas en los bordes de los ríos que llegan a la presa del Lago de Guadalupe, hasta los valles de Tepozotlán y Tequixquiac y Atotonilco en Hidalgo.
Como un gran palimpesto urbano, El proceso de planeación del sistema de drenaje profundo junto con el trazado de las autopistas 57D (México-Querétaro), el Circuito Exterior Mexiquense, la carretera Tlanepantla-Cuautitlán y la carretera federal 6 son lo que mejor describen, en su conjunto, la base de la planificación urbana de todo el norte del área metropolitana del Valle de México.
En términos conceptuales, se puede entender todo el sistema de drenaje del valle como un sistema anti-natural (en contra de la pendiente natural del valle) para tratar de mantener por lado, el balance hídrico del valle y evitar las inundaciones en la ciudad y por el otro, siempre llevar y sacar el agua hacia el norte del valle de México.
Una sobreposición entre los sistemas primarios y secundarios del drenaje actual y los antiguos lagos del valle, demuestran esta estrategia difiere de la planificación hídrica holandesa de, circuito cerrado y control de flujos. Alrededor de 1950, la expansión urbana del centro y poniente metropolitano, empujados por un crecimiento económico vertiginoso, detonó el incremento de descargas de agua tratada en la red de drenaje. La construcción de los grandes colectores y emisores al nor-poniente de la ciudad, generó una interconexión entre esta infraestructura y los vasos reguladores en el oriente y norte del Valle de México mediante canales sin áreas de retención y control de flujos, además de un complejo sistema de bombeo. Al no tener una conexión con el sur del valle la capacidad de salida al norte está comprometida.
El resultado, es muestra de la interrelación de la planificación urbana del nor-oriente del valle de México como consecuencia de esta infraestructura hídrica brutalmente básica. En contraste, la simbiosis contemporánea para convivir con los cuerpos de agua del valle, canales, lagos y represas de tamaño medio se puede encontrar aún, en algunas partes del Valle de Chalco.
Paradójicamente ahí la infraestructura actual, de la secretaria de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX) y la Comisión Nacional de Aguas (CONAGUA) aun integran elementos de aquel proyecto de 1857. Esto, sin duda, demuestra el potencial de esta ecología metropolitana para retomar el curso que tuvo hasta mediados de 1850, visionaria y con el objetivo de un equilibrio simbiótico, para abrir horizonte de la planificación de la ciudad en el norte y oriente del valle de México.
“Viajero, has llegado a la región más transparente del aire”
Alfonso Reyes 15
Uno podría concluir que la huella urbana de la Ciudad de Mexico esta encaminada al colapso ecológico. Quizá de forma intrépida, se puede argumentar que la única salida es la des-urbanización. Como lo apunta David Harvey al hablar de las ciudades “se vuelven cada vez más fijas con el tiempo, más y más escleróticas, precisamente por la forma en que agregan cosas gradualmente en lugar de mudar totalmente la piel.”16
En realidad, un proceso de des-urbanización desviaría el propósito final que consiste en restablecer el equilibrio ecológico con el agua del valle. La ciudad podría, en cierta forma, realizar un des-escalamiento de toda la infraestructura “pesada” de drenaje realizada en los últimos dos siglos. La propuesta de Francisco de Garay de 1857 apuntaba en la dirección correcta y podría, de tomarse en serio, invertir la lógica de la urbanización tradicional desde arriba hacia abajo.
La oportunidad proyectual de articular conectores fluviales en el oriente de la Ciudad de México, basado en la propuesta de Garay (ilustración 7) se desdobla como un paradigma para restablecer esta ecología metropolitana. Aun con la expansión urbana de la ciudad a finales del siglo XX, la articulación de una infraestructura hídrica que conecte los lagos del sur del valle con las áreas inundables al norte mediante un canal navegable llevaría a des-escalar la infraestructura gris de la ciudad.
Durante el verano del 2012, el Valle de México sufrió nuevamente inundaciones considerables en algunas áreas del oriente metropolitano que incluso generaron el desbordamiento de uno de los cuatro canales de drenaje. La infraestructura gris cedió ante estos fenómenos climáticos extremos.
Por ello, una nueva capa debería de aparecer en el oriente del Valle de México. Después de los desastrosos y fallidos esfuerzos por renovar el suelo, la infraestructura gris de canales y drenaje, los esquemas fallidos de fertilización y el poblamiento marginal de esta zona del valle. Esta capa, de-construiría parte de estas capas anteriores y daría cabida a una ecología hídrica metropolitana. (como en la ilustración 8).
El decrecimiento se va a convertir en parte fundamental de los procesos urbanos en las principales metrópolis del planeta; en el valle de México, la ecología metropolitana del agua puede ser el elemento artífice de dicho proceso. Imaginado como un sistema interconectado, que restablezca los balances de flujos de las aguas, a escala metropolitana y, que, al hacerlo, genere diseños urbanos de movilidad y coexistencia con el agua dentro de la ciudad. La esperanza del decrecimiento y de la recuperación de esta simbiosis con el líquido tan vital para la vida de las personas debe llegar primero para aquellos que mas lo requieren. Por ello que el oriente del Valle de México abre la posibilidad para realizar un ejercicio de sostenibilidad medioambiental y, al mismo tiempo, lograr cierta justicia social y reducir el estrés hídrico del valle.
Referencias:
1. Herodoto, libro V, avances de Persia sobre Atenas, ed Gredos, España.
2. “Website for the Regional Water Authority of Salland”. wgs.nl. Archived from the original on 22 June 2011.
3. Las tareas de las juntas de agua permanecen básicamente sin cambios. Con una rica historia que se remonta a la Edad Media, son los órganos de gobierno más antiguos y las instituciones democráticas más antiguas de los Países Bajos. Las tablas de agua holandesas tienen su propio escudo de armas, un recordatorio colorido de su importancia en la historia holandesa. Los edificios históricos que solían albergar las juntas de agua son otro legado. Llamados gemeenlandshuis o waterschaphuis, estas importantes edificaciones se pueden encontrar en el corazón de muchas ciudades holandesas.
4. Conversación con Hans van der Made, jefe de la oficina de planificación de Ámsterdam, 2008.
5. MacHale J. The Ecological Context, UK, 1971.
6. Ávila López, R. (1991) “Chinampas de Iztapalapa, D. F.”, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.
7. El Gran Reto del Agua en la Ciudad de México, pasado, presente y prospectivas para una de las ciudades más complejas del mundo; SACMEX, 2012.
8. Ibidem. Y también ver página, http://www.mexicomaxico.org/Tenoch/Tenoch4.htm consultada en agosto 2020; Proyecto TEO, CONAGUA. La construcción de túneles en la Ciudad de México, working paper, Facultad de Ingenieria, UNAM.
9. https://www.excelsior.com.mx/comunidad/2014/07/13/970607#imagen-2, revisado en Junio 2020.
10. Regente del Departamento del Distrito Federal (México)5 durante 14 años, que comprenden entre 1952 y 1966, abarcando los periodos de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. En su administración realizó una importante reforma urbanística en el trazo vial de la Ciudad de México y varias de las obras que serian precursores del drenaje profundo como el entubamiento del rio Piedad, el entubamiento del rio Churubusco, Colector Central, paso previo al drenaje profundo, y se cambió cerca del 80% (de esos años) tanto de los drenajes de aguas negras como pluviales, con lo que se abatió las graves inundaciones que venía sufriendo la Ciudad de México en las décadas pasadas. Asimismo se amplió y modernizó la red de distribución de agua potable, además de la construcción de diversas plantas de tratamiento de agua. https://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/06/02/902048.
11. DGCOH (s/f 1), Plan Maestro de Drenaje de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (1994–2010), Departamento del Distrito Federal, Dirección General de Construcción y Operación Hidráulica, México.
12. El Gran Reto del Agua en la Ciudad de México, pasado, presente y prospectivas para una de las ciudades más complejas del mundo; pag 71 a 73, SACMEX, 2012.
13. Ibidem, p. 81-83.
14. Hidrología, UNAM, Libro 2, https://uamenlinea.uam.mx/materiales/licenciatura/hidrologia/libro2-hidrologia/HU1-2-03.pdf
15. Reyes A., Visión de la Anáhuac, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2014.
16. Harvey D., Justice, Nature and the Geography of Difference, Cambridge MA., Blackwell 1996, p 417.
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