La selva domesticada
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22 septiembre, 2013
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Copio luego existo. Una imagen que se sobrepone al compro luego existo de Barbara Kruger parafraseando a su manera el famoso aforismo de Descartes pienso luego existo. Así empieza la exposición The corrupt show and the speculative machine de Superflex, curada por Patrick Charpenel y Daniel McClean en la Colección Jumex de Ecatepec.
Copio: [La práctica del colectivo danés Superflex (Jakob Fenger, Rasmus Nielsen, Bjørnstjerne Cristiansen) aborda la compleja relación que se establece entre arte y sociedad. En sus obras el grupo confronta de forma crítica el actual sistema económico global para instar a que su público desarrolle nuevas formas de comportamiento. Superflex produce “herramientas” que incitan a copiar o a delinquir. Corromper, para ellos, puede tener una función social benéfica. La exposición se articula en cuatro ejes: obras que cuestionan la propiedad intelectual –derechos de autor, marcas registradas, patentes-, películas que se centran en cuestiones políticas o económicas, contratos morales-legales que desestabilizan las instituciones, así como piezas que permiten que el público participe en actividades que desafían a la sociedad.]
Casi todas las obras parten de aparatos o herramientas que permiten dislocar la capacidad operativa de una estructura económica, de un sistema o de una lógica de valores y convenciones: desde la pieza Supergas, que usa material fecal para producir gas metano, a la vez que genera esperanza y opera a nivel social y artístico, hasta acciones en las que la gente recibe dinero para entrar a un museo vacío, donde tras la perplejidad inicial, suscita confrontación y debate. A través de un laberíntico recorrido, la exposición recrea a escala 1:1 la inundación de un McDonald o una terapia donde se cuestionan los procesos de producción y el sentido disfuncional e injusto del trabajo en que el único modo de ser libre es abandonando cualquier actividad laboral.
Corrupción, contratos fraudulentos, delitos al límite de lo legal, donde ponen al coleccionista, o a quien participa, en una situación difícil, en la que compromete a realizar una acción paradójicamente corrupta: de no hacerlo puede ser demandado pero haciéndolo se delinque. El mismo curador firmó un contrato fraudulento y está también expuesto a la esta lógica.
En un mundo donde quizá un exceso de celo en la protección de los derechos de la propiedad ha incitado un mercado informal y pirata que está creciendo mucho más que el formal, Superflex pone el dedo en la llaga con productos “libres” como lámparas que reproducen la imagen de otras lámparas famosas, realizando un producto de consumo no muy distinto a los que vende Ikea. A su vez, se opone al control excesivo de los derechos de autor y el consecuente sobreprecio. Así, a unas camisetas Lacoste piratas se les tacha el cocodrilo, reconociendo que es pirata y sobreimprimiendo supercopy, convirtiéndose en un objeto del mercado del arte que adquiere otro valor: las copias chinas o de Tepito, mucho más económicas que las originales de marca, intervenidas, son objetos únicos, piezas de colección, obras de arte.
También se pueden vender billetes falsos, con implicaciones moralmente cuestionables tanto si vende como si no, o se puede llevar a cabo una copia perfecta de una obra de arte – de Sol Lewitt, en este caso- que, una vez autorizada, pasa a ser una pieza de Superflex. La muestra cierra con una colección de copias de las famosas sillas de Arne Jacobsen, que han sido plagiadas y reinterpretadas en mil versiones. Éstas se recortan para recuperar la forma original, destrozando a su vez el valor comercial de la copia. Como parte de sus provocativas propuestas Superflex invita a participar en una terapia de hipnosis en el que se vive la angustia de un animal en vías de extinción, y en algún lugar de la ciudad se activa una tienda Free-shop -una farmacia, un supermercado- donde, por sorpresa, el cliente no tenga que pagar nada, por que el coleccionista anónimo está pagando por ellos.
“Aunque no hay modo noble de hurtar, el plagiar es muy villano” rezaba un diccionario del siglo XVIII. Marcel Duchamp, con susready-mades inició una lectura crítica del arte que Andy Warhol redundó con fotocopias. Ahora, Superflex cuestiona el valor de lo original y la copia, y desde una mirada un tanto cándida, reflexiona ante las paradojas de un arte que recurre a la provocación, rompe la dicotomía entre lo bueno y lo malo, y pone en entredicho el discurso oficial del valor de lo original, los derechos de autor y la anti-piratería.
Mientras tanto sigo sin distinguir la diferencia entre mi Armani italiano y mi Armani chino, salvo en el precio.
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Imagen superior: I Copy Therefore I Am, 2011 | Serigrafía sobre vinil | 282 x 287 cm | SUPERFLEX
Supercopy / Lacoste / Pink (Blackout), 2002–07 | Impresión cromogénica | C-print 104 x 97 cm SUPERFLEX
Free Sol Lewitt, 2010 | Cortesía de los artistas
Free Shop | Van Dobben, Países Bajos | SUPERFLEX
Copy Right (White Version), 2006 | 80 sillas blancas, aserrín, recortes de madera, plataforma de madera pintada de blanco | Cortesía de los artistas y Nils Stærk, Copenhague
Xxxxxxx Xxxxx Corner, 2006 | 215 latas y espejo de doble cara | Cortesía de los artistas y Nils Stærk, Copenhague
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