Las casas en el paisaje: Alberto Ponis (1933-2024)
Alberto Ponis ha fallecido a los 91 años. El último número de Croquis llegó tarde como reconocimiento a un personaje [...]
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¡Felices fiestas!
31 marzo, 2022
por Pablo Lazo
¿Qué arquitecto no ha escuchado alguna vez la frase “la ciudad no es un árbol”? El creador de dicha frase no sólo fue reconocido dentro del mundo de la teoría del urbanismo. La obra seminal de Christopher Alexander, A Pattern Language —escrito junto con Sara Ishikawa, Murray Silverstein y sus estudiantes Max jacobson, Ingrid Fiksdahl-King y Shlomo Angel en 1977— delineó prácticamente todo el desarrollo de la teoría urbana a partir de su publicación. Alexander estudio ciencias y posteriormente diseño en Harvard. Fue el primer graduado con un doctorado de arquitectura por la Graduate School of Design (GSD) de la misma institución. Su trabajo impregnó múltiples desarrollos e innovaciones tecnológicas en distintos campos. El más conocido, fuera del ámbito del urbanismo, consiste en el fundamento para la estructura de Wikipedia.
En sus investigaciones, siempre estuvo interesado en los procesos por los cuales las partes se transforman en totalidades. Exploró patrones en los ecosistemas naturales para entender cómo lo hace la naturaleza y especialmente dónde nosotros, en nuestra propia versión humana, podríamos estar equivocados. Este interés central fue lo que ocupó su trabajo documentado en su primer libro Notes on the Synthesis of Form.
Hace medio siglo, la obra de Christopher Alexander llegaba en el momento correcto. El diseño mediante computadoras requeria de una nueva estructura de entendimiento; muchas disciplinas buscaba descubrir cómo generar y gestionar estas grandes estructuras de diseño a las que dio pie al software informático. Alexander proporcionó algunas herramientas conceptuales muy útiles para hacer eso. En esencia, las herramientas eran patrones: no partes sino relaciones de partes que podían identificarse, recombinarse y reutilizarse, como si fuera un lenguaje. Esto dio origen a su primer libro y al artículo clásico “La ciudad no es un árbol.” Sus trabajos subsecuentes conllevaron una especie de crítica tecnológica que giró en torno a la observación de que estamos haciendo algo mal en la forma en que producimos las cosas.
El lenguaje de patrones explorado por Alexander abrió los horizontes en el entendimiento para valorar las partes. Aprendió de Wittgenstein y deconstruyó el lenguage de la forma urban, la ciudad y los edificios en multiples elementos y relaciones entre ellos. Conceptos como la capacidad o diseño adaptativo provienen de este entedimiento de la estructura y su capacidad evolutiva; la morfogenesis en la naturaleza, ahora tan valorada, surgió de las aproximaciones teóricas de Alexander en cuanto a separarla de los cambios producidos por los procesos de diseño mecánico. Se puede suponer que gracias a sus escritos, esta claro que la ciudad no es una composición de objetos, sino una red de estas relaciones en evolución. Nuestro mundo no podrá recuperarse de su caída ambiental y económica descendente hasta que aprenda a implementar estos conocimientos, que incluyen un tipo de geometría mucho más adaptable en el entorno construido.
La forma y geometría urbana y arquitectónica fragmentada, objetivada y mercantilizada es en sí misma parte del malestar de la sociedad capitalista. Christopher Alexander fue asociado hacia el final de su carrera con el movimiento del New Urbanism. De tendencias claramente clasistas y, hasta cierto punto, exacerbando un leguaje puramente formal, su trabajo fue perdiendo fuelle. Su catedra en Berkley, sin embargo, continuó por más de 40 años y, en cierto sentido, el trabajo de Alexander ha sido un proyecto muy moderno que imaginó un mundo en donde nuestras dificultades actuales se verían como los dolores de crecimiento de una fase de tecnología tosca y bastante peligrosa, obsesionada con las estrechas ventajas de los métodos mecánicos que pisotean la complejidad vital de los ecosistemas de la naturaleza.
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