México nunca se imaginó en altura. De las dos tipologías genuinamente americanas –la capilla abierta y el rascacielos- sólo prosperó la primera. En los inmensos valles que albergaron las ciudades prehispánicas, las construcciones más altas emulaban a los volcanes que dibujan sus límites. Nunca formó parte de las ambiciones mexicanas tener un little Manhattan o […]
febrero 2006