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29 abril, 2015
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
Se aproxima el verano en el hemisferio norte. Las horas de sol aumentan y la gente empieza a tener más tiempo para el ocio (im)productivo, pasado por el tamiz del consumo. A sabiendas de esto, muchas instituciones museísticas y culturales en varias partes del globo plantean para estas fechas, desde ya hace varios años, la construcción de pequeños pabellones o instalaciones temporales que permitan superar cierto estatismo propio de las arquitecturas que les funcionan de sede. Desde Londres a Nueva York, y también en México, espacios como el MoMA PS1, la Serpentine Gallery, o el Museo Experimental El Eco han seleccionado, bien a través de la modalidad de concurso o bien por adjudicación directa, a diversos arquitectos para la realización de un proyecto temporal desde el que construir un nuevo espacio que les permita repensar y ampliar el programa cultural que ofrecen.
Serpentine Pavilion designed by SelgasCano 2015 © Steven Kevin Howson / SelgasCano
En los jardines de la Serpentine Gallery en Londres se realiza de forma anual, y desde el año 2000, el que es tal vez el pabellón de más dilatada trayectoria de cuantos hay hoy en el mundo. Ser elegido para llevar a cabo su diseño significa ser reconocido como uno de los estudios más importantes y destacados del momento y en cuya lista se encuentran ganadores del premio Pritzker como Jean Nouvel, Toyo Ito, Rem Koolhaas, SANAA o Frank Gehry que han utilizado la invitación para investigar diferentes soluciones técnicas, formales y espaciales. Desde el primer diseño, realizado por la arquitecta iraní Zaha Hadid –que no era más que una lona de geometría plegada que permitía un lugar de sombra durante el verano– sus distintas versiones se han realizado por algunos de los arquitectos más ilustres del panorama internacional. Una tendencia que, quizás enmarcada por nuevos discursos sobre el papel del arquitecto, ha ido desapareciendo al punto que los grandes nombres avalados por importantes premios han sido sustituidos en los últimos años por estudios que, si bien tienen una dilatada trayectoria, se alejan del perfil del gran arquitecto mediático. Así, la institución sorprendía el año pasado con la elección del chileno Smiljan Radic, un arquitecto con una más que notable obra construida y presente en diversas bienales de arquitectura pero claramente alejado de la imagen del arquitecto estrella que tenían sus predecesores –si exceptuamos, quizás, a Peter Zumthor. Su pabellón, a medio camino entre una frágil lámpara de papel y una roca apoyada sobre el suelo, era también uno de los más íntimos y recogidos de cuantos han existido en estos quince años. Siguiendo esta línea, este año la elección de los madrileños SelgasCano fue igualmente tomada como sorpresa para muchos –el periódico inglés The Guardian llegó incluso a definirlos como “desconocidos” a pesar de que han construido tanto dentro como fuera de su país y su obra está ampliamente divulgada en medios especializados como El Croquis. Su propuesta, frente a la quietud manifestada en el proyecto de Radic, explora las posibilidades materiales del EFTE con un diseño de carácter ligero y aspecto intencionadamente inocente, cargado de vivos colores en una construcción de formas orgánicas que invita a los usuarios a perderse entre los “corredores secretos” que separan y diluyen las capas exterior e interior de la estructura.
Fotografía: ALR / Conaculta
Quizás atendiendo a las posibilidades de renovación espacial que posibilita lo temporal, otros museos de la capital británica han tomado ejemplo y están invitando a jóvenes arquitectos a intervenir en sus espacios. Uno de los casos más destacados será la presencia de la arquitecta Frida Escobedo en el patio del Museo Victoria & Albert como parte de la celebración de Año de México en el Reino Unido. La propuesta de la mexicana aparece inspitada en Tenochtitlán que representa “la apropiación más simbólica del México prehispánico, la propuesta yuxtapone dos diferentes paisajes en patio central del Jardín John Madejski, corazón del museo y que es visible desde todas las salas, y a partir de la intervención generar un nuevo paisaje. La idea es sobreponer una ciudad lacustre encima de un jardín inglés”. El resultado, en palabras de Escobedo, será un “pabellón [que] se difumina en forma de reflejo con el edificio” del Victoria & Albert.
COSMO | Andrés Jaque | Oficina de Innovación Política | MoMA Ps1
Al otro lado del océano, la ciudad de Nueva York, necesitada siempre de actividades culturales, es sede de diversas propuestas que buscan renovar, año tras año, los distintos nodos culturales a través de estas arquitecturas efímeras. Concursos como el de City of Dreams, en Governors Island, buscan nuevos estímulos para atraer tanto a los turistas como a la población local. Las dos propuestas ganadoras de este año –de BanG Studio e Izaskun Chinchilla– reciclan elementos cotidianos que buscan no sólo un diseño más o menos ingenioso, sino cierta concienciación sobre el medio ambiente. Siguiendo esta misma lógica, Andrés Jaque interviene el patio del MoMA PS1, que acoge cada año la propuesta ganadora del Young Architecture Program (YAP), un concurso restringido donde la sede del Museo de Arte Moderno, ubicada en Queens, elige a un joven estudio a construir un espacio efímero desde el que programar distintos eventos y actividades. La propuesta del arquitecto madrileño busca no sólo la construcción de un nuevo lugar, sino provocar cierta visibilidad de la gestión del agua y el consumo que hacemos de la misma. Jaque retoma así otros proyectos ya realizados por su Oficina de Innovación Política, como Different Kinds of Water Pouring Into a Swimming Pool desarrollado en 2013 en Los Ángeles, intentado hacer visible las formas de consumo.
Maqueta del Pabellón Eco 2015. Fotografía: Pedro Hernández
La propuesta de la oficina de Jaque resuena con la de Taller Capital para el Pabellón Eco. La idea partía de hacer visible tanto la infraestructura hídrica de la ciudad a través de la ubicación de un tramo del Túnel Emisor Oriente que actuara tanto como objeto escultórico y como foro y aludiera e hiciera visible toda la infraestructura hídrica que existe bajo la ciudad, aludiendo al mismo tiempo al pasado de la misma, cuando todavía era un lago. La propuesta de la colocación del aro en el centro del patio iba acompañada de una estructura cubierta con grava asfáltica alrededor del tubo que elevaba el suelo del patio un total de 60 cm –lo que se había hundido el Eco desde su inauguración. El proyecto creaba de esta forma distintos niveles que podrían haber dado una riqueza tanto conceptual como espacial, que habrían posibilitado nuevas formas de interacción con el espacio. La pérdida de estos 60 centímetros si bien no afectan a la contundencia de la inserción del tramo de tubería –dadas sus dimensiones y su carácter de objeto encontrado– sí imposibilita que para aquellos visitantes despistados o desconocedores de la historia hidráulica de la ciudad, puedan percibir las intenciones de propuesta en su totalidad. Con todo, este pabellón ofrece cualidades suficientes para reimaginar formas distintas de usos y programas que necesita el museo en los próximos meses. No debemos olvidar, después de todo, que ese debiera ser el reto de este y de los otros ejemplos expuestos: posibilitar cosas y no convertirse en la obra de arte en sí. No está mal, de vez en cuando, que la arquitectura pueda dar un paso atrás, aunque sea sin perder cierta presencia para contar algo.
Fotos Pabellón Eco 2015 | Cortesía del Museo Experimental El Eco
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