Las casas en el paisaje: Alberto Ponis (1933-2024)
Alberto Ponis ha fallecido a los 91 años. El último número de Croquis llegó tarde como reconocimiento a un personaje [...]
7 enero, 2019
por Pablo Lazo
Han pasado veinte años de que el gobierno de la Ciudad de México pregonara su compromiso ante los efectos del cambio climático y comenzara a elaborar planes para mitigar sus efectos. Sin embargo, es hasta el 2008 que encontramos quien enfrentó ese compromiso: Martha Delgado, a cargo de la SEDMA en aquel entonces, comenzó la transformación para que la ciudad realmente redujese sus emisiones de gases de efecto invernadero.
En 10 años sólo en un rubro —el consumo de energía no renovable en edificios públicos— se ha conseguido la tan deseada reducción. La modernización de los taxis —aventura comenzada por Marcelo Ebrard y continuada por Miguel Angel Mancera— ha fracasado rotundamente, en parte porque la mayor cantidad de emisiones generadas en este campo proviene de los vehículos privados y en otra, porque el problema de las emisiones por fuente, en este caso medios de transporte, no se limita a la Ciudad de México sino alcanza toda el área metropolitana, donde lamentablemente no existe voluntad política para implementar las políticas de cambio necesarias, como impuestos a los vehículos que más emisiones generan.
El eco de este tipo de aspiraciones se ha dejado ver en otras áreas, como la gestión integral de residuos sólidos que, a batacazos, la anterior administración capitalina intentó solucionar en parte mediante la creación de una planta de incineración de residuos para generar energía. Otro gran proyecto fallido en la escala macro. Sin embargo, loable es el avance en la manera de generar cambios en el comportamiento de la gente para que la generación de residuos disminuya sustancialmente. Mucho se ha hecho para sensibilizar y concientizar. Por ello, sobre la realidad, hay que abocarse al juego en corto, a lo práctico y simple de ejecutar, a iniciativas que tengan el potencial para encaminar a la ciudad en la trayectoria correcta en el origen mismo de las acciones.
En la Ciudad de México se generan poco más de 12 mil toneladas de basura diariamente. Es decir, cada habitante produce poco más de kilo y medio diario de basura en promedio. Sólo en tres delegaciones se concentra el 18% de la generación diaria de basura total —no per capita. A la Jefa de Gobierno quizá le costaría muy poco implementar una ley que obligue a las tiendas OXXO —la tienda de autoservicio con mayor número de sucursales en el área metropolitana, a tener puestos de recarga de agua potable —cobrada, por su puesto. Esta iniciativa, ayudaría a eliminar las 70 botellas de plástico que consumen en promedio los capitalinos cada año. También le costaría muy poco presentar una iniciativa de ley para prohibir y multar por la distribución de propaganda impresa en la ciudad. Si esto se aplica, se eliminarían dos kilogramos de basura por ciudadano al año.
Entre las dos medidas se estarían eliminando casi cien toneladas de basura diaria en la ciudad. En la escala del problema resulta poco, pero cada contribución cuenta y va en la dirección correcta. Para la nueva Jefa de Gobierno, demostrar un compromiso ante el reto del cambio climático cuenta mucho, sobre todo si estas medidas apuntan a cambiar el comportamiento de la gente.
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