Casa manifiesto
El primer manifiesto en México se escribió en 1921. Anuncios, carteles y publicaciones como Irradiador e Urbe consumaron la vanguardia [...]
22 marzo, 2013
por Juan José Kochen | Twitter: kochenjj
En diseño industrial, nos enseñan a buscar formas originales, pero la riqueza más grande es hacer un mundo que le pertenezca a la gente y lo sientan suyo, porque eso es lo que da felicidad. Si tu casa no tiene que ver contigo no es nada. En la escuela debería de haber una materia que nos enseñara cómo relacionarnos, cómo comprender lo que la gente necesita, y para eso hay que aprender a escuchar. Los proyectos no están nunca solos, siempre tienen un entorno, los acompaña un paisaje, una situación económica, una cultura, las costumbres de cada gente. Creo que he sido un arquitecto muy feliz, y esto es lo mejor que le puede pasar a uno en su trabajo profesional.
Oscar Hagerman
Oscar Hagerman construye y piensa con las manos. Fabrica muebles y diseña comunidades. No impone contenedores sino soluciones. Resuelve con diseño apegado a la necesidad. Si bien afirma que “la arquitectura debe tratar de conseguir armonías entre cada persona y su alrededor”, su armonía se contagia. Pausado y cautivo de su experimentación ergonómica del mobiliario, explica –aún sorprendido– cómo la Silla Arrullo diseñada para la Cooperativa Don Emiliano en 1968, ha encontrado su ensamble perfecto 45 años después. La redefinición es casi imperceptible al sólo definir la curvatura de la espalda y mejorar al apoyo de la zona lumbar. Dos piezas curvas que configuran un respaldo para una silla pensada sólo para sentarse. Las formas caprichosas quedan fuera. El material no se desperdicia. Los prototipos y maquetas –en madera y cartón corrugado– cuentan procesos en proceso. Simplifica formas y costumbres en tule, bejuco y madera. Al final, la estructura se amolda al cuerpo.
Su origen nómada viene desde su infancia, de Madrid a La Habana y México, mientras su arquitectura y diseño se acota a prototipos de mobiliario, viviendas y escuelas rurales en comunidades. Si bien trabajó con la superficie alabeada y cálculo estructural de Candela, y se apegó al rigor y composición de Benlliure. su proceso de aprendizaje siempre ha sido con el acercamiento empírico de correlación. Diseño participativo desde sus casas en la ciudad de México y Valle de Bravo donde se vislumbran variaciones sobre patios, materiales, confort y las secuencias habitables entre los usuarios y sus espacios; pero sobre todo, proyectos rurales de arquitectura y trabajo con cooperativas de artesanos para producir mobiliario. En 1988, Hagerman fundó el Centro Educativo para el Desarrollo Rural en Zautla, Puebla, para la formación de jóvenes indígenas en áreas vinculadas a sus culturas y comunidades. A partir de entonces realiza proyectos de vivienda rural, actualmente con una beca de Conaculta, en Puebla, Chiapas y Yucatán.
A 45 años del primer diseño de la Silla Arrullo, el Museo Franz Mayer muestra parte de su trabajo –los objetos cobran doble importancia ante la discreta museografía– por primera vez en un mismo discurso entre arquitectura y diseño. “Oscar Hagerman. Arquitecto y diseñador” reseña su trabajo en las comunidades rurales: “en el momento en el que se entiende el problema, el proceso, las soluciones llegan por sí mismas. Es una labor de acercamiento con la gente, los grupos, entablando relaciones para conectarse con el problema. Si no hay ese proceso anterior, no se puede llegar a esa síntesis de diseño como solución”. Al tiempo que cuenta historias particulares de cada mueble que diseña, a los 77 años, Hagerman traza sus proyectos en prospectiva, aunque ya haya incursionado y abierto camino en muchos de ellos: “siempre me interesó mucho la ergonomía, conseguir que una silla fuera cómoda, cambiando ángulos, haciendo correcciones y buscando nuevos prototipos. Ahora me interesa buscar soluciones de arquitectura para la gente del campo y mobiliario no sólo para producción sino para el mismo uso de las personas. Ese es el reto de los proyectos comunitarios”. En Arquine 37, Paloma Vera escribió un Cuaderno de recorridos sobre Hagerman que sus diseños están pensados para que “…la solución venga sola. El material dice lo que puede y quiere ser; el usuario revela la costumbre y la forma. Acercamientos casi invisibles mantienen este ciclo armónico”.
© Pedro Hernández
© Cortesía Museo Franz Mayer
El primer manifiesto en México se escribió en 1921. Anuncios, carteles y publicaciones como Irradiador e Urbe consumaron la vanguardia [...]
En 1951, Kaspé publicó 'El paseo de un arquitecto' con la finalidad de “dar a conocer algunas obras arquitectónicas de [...]