La selva domesticada
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1 junio, 2016
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
La bienal de arquitectura de Venecia es, sin duda, la mayor celebración global de una disciplina en busca de rumbo. Si en anteriores ediciones se pasó de la dureza numérica de las estadísticas de Ricky Burdett en 2008, que privilegió el fenómeno urbano, a todo tipo de expresiones variopintas a falta de direcciones claras —Sejima en 2010, Chipperfield en 2012—, la de Rem Koolhaas en 2014 parecía que concluía la historia de la arquitectura moderna y contemporánea con Fundamentals. Su abrumadora edición estuvo dominada por el catálogo constructivo de los elementos arquitectónicos, dejando fuera los problemas reales de la sociedad y también a los creadores más destacados de la arquitectura contemporánea.
Fundamentals | Bienal de Venecia 2014
La bienal de este año, dirigida por el chileno Alejandro Aravena —recién galardonado con el Premio Pritzker 2016—, hace converger dos caminos excluyentes: el que aborda la forma desde ejercicios endógenos sobre el espacio y el que proviene de temas transversales que afectan a la humanidad (la pobreza, el tráfico, el agua, etc). Si el primer camino cayó en desprestigio tras la crisis del 2008, el segundo nos inundó de datos estadísticos, hasta bloquear cualquier iniciativa. El título propuesto por Alejandro Aravena, Reportando desde el frente, busca identificar los desafíos que sí importan, que están conectados con la realidad y que libran la batalla desde la propia disciplina arquitectónica. Se trata, pues, de mostrar buenos ejemplos donde la arquitectura es capaz de responder a las grandes preguntas con arquitectura, para atisbar qué sigue tras la denuncia y el análisis y para entender como la creación formal sigue siendo determinante.
Como en cada edición, la bienal tiene una doble ubicación, repartida entre el arsenal y los jardines, y está producida por los arquitectos invitados por el director así como por los pabellones nacionales. En ambos casos las respuestas se extrapolaron hacia una idea fuerte que privilegiara la comprensión inmediata y eficaz de un caso de estudio ejemplar,o bien hacia un muestrario que catalogara ejemplos ilustrativos, a riesgo de exigir al visitante una mayor inmersión.
Entre los primeros cabe destacar el pabellón de Perú, con un caso de éxito como muestra, donde un colectivo de jóvenes arquitectos está dotando de escuelas a ciertas áreas selváticas e incomunicadas, a base de piezas que tratan como mobiliario (tanto por razones contractuales como de transporte) y que se arman al llegar al lugar. También el pabellón de Chile muestra una experiencia marginal y única, desde el trabajo social de la Escuela de Talca. Como ellos, abundan los ejemplos de pabellones que exploran aspectos tectónicos low–tech, mientras otros —Egipto, Brasil, Austria, etc.— recurren al despliegue de fotos y posters para llevar, como acontecimientos participativos.
Pabellón de Perú | Bienal de Venecia 2016Pabellón de España | Bienal de Venecia 2016
En otro frente están los pabellones que exhiben el trabajo de distintos colectivos que tratan de dar respuesta a las nuevas condiciones que han dejado emerger realidades marginales tras las recientes crisis socioeconómicas. Destaca el pabellón de España, galardonado con el León de Oro de la Bienal a la mejor muestra nacional, donde se exponen “55 soluciones —cito a Anatxu Zabalbeascoa— probadas ante el panorama desdibujado de la arquitectura mundial, que han sabido detectar el problema y han asumido el deber de afrontarlo drásticamente, (…) medio centenar de equipos que han enfrentado a la crisis económica y de la propia arquitectura, exigiendo más talento, más compromiso social y menos derroche.” A su vez, el pabellón italiano propone una serie de acciones, con manuales incluidos, para la transformación creativa de la realidad desde la arquitectura y con poco presupuesto. Se trata de dispositivos dirigidos a transformar la realidad marginal de las grandes ciudades, conjugando estrategias y repertorios formales. El de México también se orientó hacia la catalogación de manuales y prácticas de construcciones sin arquitectos, en una feria repleta de intervenciones ecosustentables.
Pabellón de México | Bienal de Venecia 2016
Walk the Line | Tatiana Bilbao, Rozana Montiel, Derek Dellekamp y Alejandro Hernández | Bienal de Venecia 2016
Algunos de los equipos, invitados directamente por Aravena, comparten intervenciones en sus lugares de origen y dan una vuelta de tuerca a sus propuestas en la bienal: es el caso de la instalación de los mexicanos Tatiana Bilbao, Rozana Montiel, Derek Dellekamp y Alejandro Hernández, que aprovecha la oportunidad para actuar directamente sobre la realidad y representa en el Arsenal veneciano a otra acción que se realiza simultáneamente en México con el mismo presupuesto y tiempo, urbanizando un descampado con el trazo simple y contundente de un camino en diagonal, bien iluminado, que dote de seguridad y sentido de pertenencia una zona periférica y marginal de la metrópolis mexicana. Andrew Makin también trajo un caso de transformación en Sudáfrica, donde su puente peatonal conecta dos grandes infrastructuras abandonadas para ligar dos mercados, asumiendo que la realidad es la que existe y no la que se planeó y abandonó tiempo atrás. Norman Foster expone un puerto para drones en Ruanda que es arquitectura e infraestructura al mismo tiempo, y la más destacada y ganadora de un León de Oro, la ingeniosa estructura abovedada de Solano Benítez, ubicada en el pabellón central, construida desde la precariedad y el talento.
Andrew Makin | Bienal de Venecia 2016
Solano Benítez | Bienal de Venecia 2016
Ante tanta información y esfuerzo, cabe subrayar algunas intervenciones que exploraron la belleza para lidiar contra la escasez y la urgencia. El elogio a la forma de Aires Mateus, trata de reaccionar ante la idea extendida de que el activismo arquitectónico y socialmente responsable debe estar desprovisto de belleza. También el delicado pabellón de Pezo von Ellrichshausen, conformado por diez cilindros de distintos tamaños intersectados, regresa la arquitectura a la experiencia espacial de autores como Aldo van Eyck o Álvaro Siza, unos años antes.
Si entre todos reportaron desde sus frentes, cabe este reporte desde el centro donde todos convergen y dialogan países y autores, para celebrar que las propuestas que lidian con la precariedad sean compatibles con la belleza y que con Alejandro Aravena la arquitectura haya regresado a la Bienal.
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