Los dibujos de Paul Rudolph
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
14 junio, 2020
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
En la bienal de Arquitectura de Venecia de 2010, Ole Bouman —curador del pabellón de Holanda—, presentó un catálogo, en maquetas a la misma escala, de todos los edificios vacíos en Holanda, construidos desde el siglo XVII. La idea era mostrar el potencial para ocupar y hacer arquitectura sin necesidad de construir más, o no tanto. Las salas del pabellón estaban aparentemente vacías —espacio disponible— y en el plafón flotaban las bases de las maquetas que podían verse desde el mezanine. Poca gente creería que Holanda fuera un país con tantos edificios vacíos, sino todo lo contrario, siendo uno de los países con mayor densidad de población en un territorio relativamente pequeño y en buena medida ganado al mar. Sin embargo, quedaron expuestos millones de metros cuadrados disponibles que nadie paga ni nadie usa. Abogando por regulaciones flexibles, esos espacios pudieran ser reciclados para nuevos usos y eventualmente para vivienda social.
De hecho, mas allá del caso holandés que Bouman delataba, nunca en la historia de la humanidad hemos dispuesto de tantos edificios potencialmente reciclables. En este sentido es ejemplar el trabajo de algunos arquitectos que han reciclado con ingenio edificios obsoletos, eventualmente industriales, religiosos o residenciales, para una nueva vida. Vivienda colectiva contemporánea en antiguos hangares de Londres, en fábricas textiles de Barcelona o en gasómetros de Viena, son buenos ejemplos de la capacidad de adaptación del programa doméstico. Todos ellos aprovechan las virtudes del contenedor original adaptado a las nuevas necesidades de vivienda. Sin embargo, destaca especialmente la estrategia de Lacaton & Vassal cuando lo que reciclan son edificios de vivienda colectiva para que sigan siendo lo mismo pero con mejores cualidades, más esenciales. Para Anne Lacaton “lo esencial no lo entiende como lo mínimo. Lo esencial puede ser algo que no es una necesidad. Por ejemplo, más espacio en una vivienda no es exactamente una necesidad, pero es algo que se puede agregar. Así, lo esencial y el lujo no son lo mismo, sino que uno es la consecuencia del otro.” Ella, junto con su socio Jean-Philippe Vassal además de Frédéric Druot y Christophe Hutin, son los autores del proyecto ganador del Premio Mies van der Rohe 2019, Gran Park de Burdeos.
Se trata de tres grandes bloques con 530 viviendas construidos en los años sesenta que han sido rehabilitados sin tener que desalojar a ninguna familia, con el objetivo de hacerse más sostenibles y energéticamente eficientes, así como más luminosos, amplios y accesibles, y a la vez, con el compromiso por parte de la promotora de no subir los alquileres. “La intervención, que modifica estos bloques lineales dedicados a vivienda social, renuncia a actuar sobre la estructura original de los inmuebles. La filosofía de conservar todos los elementos aprovechables se vincula con cierto sentido de la sostenibilidad, pero también permite adaptar un proyecto de alcance ambicioso a un presupuesto reducido. Así, mediante dos operaciones simultáneas de ampliación y adición, la superficie útil de cada apartamento se incrementa merced a una pantalla de balcones ajardinados habitables que hace posible que cada vivienda cuente con una zona exterior de carácter privado y orientada al Sur. La disposición de estos jardines de invierno repercute, además, en el comportamiento térmico de la envoltura de los bloques, que también se ve mejorada gracias a la calidad de los materiales introducidos y al aislamiento empleado en las fachadas traseras. Las galerías exteriores que configuran la nueva imagen de las fachadas, con 3,80 metros de profundidad, son lo bastante amplias como para generar espacios útiles y confortables en las viviendas reformadas.”
Una propuesta que alinea el buen diseño con un proyecto socialmente responsable, desarrollado con un presupuesto justo y que ha antepuesto la transformación y la reutilización a la demolición. Con este proyecto se demuestra que la buena arquitectura, no tiene por qué ser solo obra nueva, con un diseño icónico y un gran presupuesto, sino que ahora, más que nunca, el reciclaje tiene más sentido.
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