Prácticas intersticiales en la arquitectura: las prácticas contemporáneas de las arquitectas
Las arquitectas han encontrado formas de plantear sus propias formas de hacer, rompiendo, en el ejercicio cotidiano, con las dinámicas [...]
30 agosto, 2023
por E. Anaid Aguilar H. | instagram: @anaidr019
Los procesos involucrados en la realización de una investigación requieren de una apertura y atención constante en todos los aspectos, incluso en los que aparentemente no tienen relación con el tema que se estudia. La investigación crítica conlleva una serie de reflexiones que se realizan a la par del ejercicio mismo para encaminar, definir y dar sentido al trabajo que se está realizando. Esto con el objetivo de aproximarse a lo que se da por sentado, para poder analizarlo minuciosamente.
En el caso de este trabajo de investigación, me pude aproximar a las prácticas de las arquitectas que ejercen la profesión en los ámbitos que han encontrado más adecuados para su ejercicio profesional. El relato de vida [1] fue la herramienta utilizada para recabar información. Este método de recolección de datos tiene el potencial de mostrar las complejas relaciones existentes entre los sujetos que participan en distintos mundos sociales, en este caso la arquitectura y el interiorismo. De esta manera se obtuvo un panorama más amplio y claro de la forma en la que se articulan los ejercicios de las arquitectas con las prácticas dominantes en el campo laboral de la disciplina.
La realización de las entrevistas narrativas —la forma en la que se tiene acceso al relato de vida— me permitió observar la importancia del habla para entender y mostrar otras subjetividades que no son representadas, enteramente, por el ejercicio dominante de la producción del espacio. Este ejercicio tiene el potencial de, por medio de una sola pregunta, desencadenar un relato rico en matices, que proporciona la información necesaria para empezar a trazar un mapa de ciertos aspectos que se repiten en las diferentes experiencias de vida de las arquitectas entrevistadas, y así empezar a vislumbrar las dinámicas recurrentes en el ejercicio de la disciplina.
El ejercicio de organización y análisis de la información muestra la complejidad del mundo social de la arquitectura en las primeras décadas del siglo XXI. Los relatos muestran un campo disciplinar marcado por la instrumentalización de la arquitectura al servicio de la reproducción del sistema económico, esta condición provoca la precarización de las condiciones laborales en la disciplina. Estas, a su vez, reproducen las tácticas de las pedagogías de la crueldad [2] —la vida se torna mercancía— materializadas “en los preceptos del capital —competitividad, productividad, cálculo de costo/beneficio, acumulación, concentración— que confiscan la fluencia que llamamos tiempo” [3], estos rasgos definen la disciplina y son los que la instrumentalizan. La violencia ejercida en situaciones de acoso, la falta de reconocimiento, el encasillamiento en roles atribuidos a un género, el entendimiento del sujeto como recurso productivo prescindible cuando ya no es útil al sistema o cuando se genera una ruptura desde su práctica, son ejemplos de las pedagogías de la crueldad ejercidas en el mundo social de la arquitectura.
Las relaciones sociales que surgen en este mundo muchas veces se ven marcadas por el ejercicio de poder cuyo objetivo es mantener la jerarquización de las posiciones de los distintos sujetos que participan en la arquitectura. El ejercicio de poder se materializa en la violencia perpetrada hacia los sujetos en condición de subalternidad, y se ejerce simbólicamente [4] en el espacio cotidiano de manera casi imperceptible, o puede ser mucho más frontal en caso de acoso laboral o sexual. Asimismo, la violencia simbólica tiene el poder de reproducirse de manera interna, es decir, aun cuando no hay un sujeto que ejerza el poder, el sujeto en condición de subalternidad reproducirá de manera interna los mecanismos que lo constriñen.
Las arquitectas identificaron que la falta de confianza se empieza a gestar en la formación universitaria y esta se recrudece en la medida en que la violencia simbólica se perpetra. Esta condición se presenta en el quehacer de las arquitectas y se materializa en la falta de confianza en sí mismas. Esto se relaciona con los valores que se premian en el campo laboral, en la producción del espacio vivido [5], son los relacionados con lo propio de lo masculino [6]. Estos dan un mayor peso a una serie de conductas que tienen que ver con la competencia, fuerza e la individualidad.
El entendimiento de estas dinámicas y su posterior rechazo debido a la incomodidad, o al no estar de acuerdo con ellas, hacen necesario un proceso de desaprendizaje en el que se desecha, por ejemplo, la idea de convertirse en el próximo arquitecto estrella, o la búsqueda del éxito en un mundo social que aún se resiste a reconocer el trabajo realizado desde otras subjetividades.
Lo anterior se vincula directamente con la institucionalización y la objetivación de la arquitectura, ya que estos son los principales medios reproductores de una serie de tipificaciones y cánones que estructuran las dinámicas sociales de la disciplina y que, a su vez, constriñen y limitan las prácticas de las arquitectas [7], y así se impide el ejercicio de proponer alternativas al ejercicio hegemónico de la profesión. La institucionalización de la arquitectura se ha encargado de mostrar que la disciplina no es un espacio que pudiera ser representado por subjetividades distintas a la del sujeto universal, determinando –por medio de los roles de género– cuáles eran los lugares en los que las mujeres podían intervenir, de manera más estricta, en el momento en el que ellas se integraron a la disciplina.
La objetivación [8] de las sujetas como arquitectas se presenta, desde el inicio, con una serie de contradicciones que dificultan el desarrollo del ejercicio propio. Es por medio de su subjetividad que desaprenden los cánones impuestos y es en este proceso que encuentran los intersticios en los que pueden ejercer su práctica de manera autónoma.
La identificación y el establecimiento de cuáles son las prácticas que se vuelven un ejercicio político en el quehacer cotidiano de las arquitectas, fue posible gracias a la referencia del trabajo de Michel de Certeau [9], él se encargaba de identificar las prácticas microbianas que ponían en cuestión el orden y la jerarquización. Así, empecé la búsqueda de estos indicios que apelaran al ejercicio intersticial. En los relatos de vida de las arquitectas encontré ejemplos muy claros de su ejercicio político [10]. Las participantes identifican, desde su subjetividad cuáles son los mecanismos que las sujetan y tratan de subvertirlos, la mayoría de las veces, muy conscientes de ello. Asimismo, plantean la posibilidad de un ejercicio que se sustente en las contrapedagogías [11] de la crueldad.
La realización de estos artículos fue un ejercicio que permitió enriquecer la reflexión en torno al trabajo de investigación, a aterrizar y desarrollar ideas que se plantearon en las conclusiones del trabajo, pero en las que no pude profundizar debido a la premura de tiempos. Ejemplo de lo anterior es la idea que se presentó la tercera parte de este ejercicio: PRÁCTICAS INTERSTICIALES EN LA ARQUITECTURA: las prácticas contemporáneas de las arquitectas.
Otro punto importante, que por cuestiones de delimitación no se pudo desarrollar en profundidad en el documento de investigación –pero que sí se abordó en las entrevistas– y que sirvió como punto de partida para estos artículos, fue el tema de la representación en la arquitectura. Aún hoy, existen barreras que impiden el reconocimiento del trabajo proveniente de subjetividades que no pertenecen a la del sujeto universal. Estas barreras se derivan de los constructos sociales que, al darlos por naturales, se tornan sumamente difíciles de cuestionar. Es por ello que la prioridad es poner en cuestión los ejes que delimitan y determinan cómo apreciamos y entendemos la arquitectura. La búsqueda de otras formas de producción y apreciación, la revisión de los procesos que apelen al ejercicio de lo político, pueden proporcionar las herramientas necesarias para proponer una forma alternativa de hacer arquitectura.
Referencias:
Bertaux, Daniel. Los relatos de vida. Perspectiva etnosociológica, Barcelona, Ediciones Bellaterra, 2005.
Bourdieu, Pierre, La dominación masculina, Barcelona, Editorial Anagrama, 2000.
Certeau, Michel de. La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, México, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C., 2000.
Herrera, David y Fabián González, Federico Saracho e Irwing Rico. Espacios negativos. Praxis y antipraxis, México, Ediciones Akal, 2020.
Lefebvre, Henri. La producción del espacio, Madrid, Capitán Swing, 2013.
Moreno, Hortensia y Eva Alcántara. Conceptos clave en los estudios de género, México, Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones y Estudios de Género, 2019.
Rancière, Jacques. Disenso. Ensayos sobre estética y política, Ciudad de México, Fondo de Cultura económica, 2019.
Segato, Rita. Contra-pedagogías de la crueldad, Buenos Aires, Prometeo libros, 2018.
Notas
1. Desde la perspectiva etnosociológica de D. Bertaux, este método permitió la indagación profunda en las experiencias de las arquitectas entrevistadas. Daniel Bertaux, Los relatos de vida. Perspectiva etnosociológica, Barcelona, Ediciones Bellaterra, 2005.
2. Definidas por Rita Segato como “la captura de algo que fluía errante e imprevisible, como es la vida, para instalar allí la inercia y la esterilidad de la cosa, mensurable, vendible, comprable y obsolescente, como conviene al consumo”. Rita Segato, Contra-pedagogías de la crueldad, Buenos Aires, Prometeo libros, 2018, p.13.
3. Ibíd., p.14.
4. La violencia simbólica se define como un tipo de violencia ejercida en baja intensidad, a través de “los caminos simbólicos del conocimiento y la comunicación”. Pierre Bourdieu, La dominación masculina, Barcelona, Editorial Anagrama, 2000, p. 12.
5. El espacio social. Henri Lefebvre, La producción del espacio, Madrid, Capitán Swing, 2013.
6. Se refiere a las características premiadas desde la visión dominante, que asigna los valores que son asociados al sujeto universal. Hortensia Moreno y Eva Alcántara, Conceptos clave en los estudios de género, México, Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones y Estudios de Género, 2019.
7. Otras subjetividades no pertenecientes al grupo dominante también pueden sufrir opresión o ser marcados por otro tipo de violencias.
8. Según el trabajo de Michel Foucault una de las formas de objetivación de los sujetos, es decir, de la construcción de la subjetividad propia, se da “a partir del acercamiento a la ciencia y las prácticas científicas que objetivan al sujeto en cuanto a campos de pertenencia y características de cada uno”. David Herrera, Fabián González, Federico Saracho, Irwing Rico, Espacios negativos. Praxis y antipraxis, México, Ediciones Akal, 2020, p. 73.
9. Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, México, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C., 2000.
10. Rancière define lo político como la denuncia por el daño a la igualdad dentro de una comunidad; el reclamo genera una subjetividad alterna a la exigida por subjetividad dominante, es decir, la institucionalidad impositiva una distribución jerárquica de posiciones y funciones y el denunciar esto, el sujeto subyugado pone en cuestión el orden de las cosas. Jacques Rancière, Disenso. Ensayos sobre estética y política, Ciudad de México, Fondo de Cultura económica, 2019.
11. Estas se sustentan en el vínculo, la cooperación, los afectos, no en los valores dominantes. Rita Segato, Contra-pedagogías de la crueldad, Buenos Aires, Prometeo libros, 2018.
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