12 abril, 2012
por Arquine
por Hans Kabsch / @hanskabsch
Arriaga es una ciudad pequeña de cuarenta mil habitantes, colindante con Oaxaca. Por el Istmo de Tehuantepec absorbe mucho de la cultura emblemática de esa zona, fuertes vientos y sofocante calor. Lugar tristemente célebre por ser el inicio del llamado “Tren de la muerte” en el que se transportan los inmigrantes centroamericanos, en busca del Sueño Americano. La vía donde se mueve el tren marca la ciudad como una cicatriz que la divide. En sentido perpendicular, se encuentra con la Avenida Central, en el cruce de estas dos referencias de la ciudad, donde se ubica un edificio que representa otro tipo de historias de progreso y relativo optimismo asociados como siempre al histórico paso del tren.
El Mercado Municipal Belisario Domínguez fue edificado en 1970, último año de ejercicio del alcalde Alejandro Patrinos Velasco, con el apoyo del gobernador Manuel Velasco Suárez. Ubicado en una céntrica manzana completa entre la Avenida Central y la Primera Sur, con una capacidad original de 130 locales. El perímetro del mercado es un grueso muro de mampostería de piedra de río, en acabado natural y colocada en talud. Este muro, ciego, en su extensión, sólo se abre para crear cuatro accesos peatonales, y uno de carga y descarga. Articuladas puertas de herrería de austero y sencillo diseño cierran los accesos.
Sin embargo, el rasgo más característico del inmueble es su techumbre, conformada por 24 paraguas; estructuras laminares de concreto de borde recto y planta rectangular, formados por cuatro segmentos de hypar (paraboloides hiperbólicos) que coinciden en un apoyo central, transmitiendo cargas al terreno, cuyos apoyos también son utilizados para desalojar el agua de lluvia. Dichas estructuras están dispuestas a diferentes alturas alternándose a manera de damero, esto con el fin de conseguir iluminación por los bordes. El efecto de la luz se tamiza por las orillas con un efecto ambarino de la luz que entra y revela los espacios por las ventilas de fibra de vidrio colocadas sobre herrería, y que originalmente debieron ser neutras y traslúcidas.
El proyecto arquitectónico estuvo a cargo de Octavio Barreda Marín, uno de los tantos discípulos de Félix Candela, quien se convirtió en el gran artífice de este tipo de estructuras, simplificando su diseño y proceso de construcción con su empresa Cubiertas Ala. En el caso específico de los paraguas del Mercado de Arriaga, las nervaduras de refuerzo en las aristas son peculiares, esta característica hace poco probable la autoría de Candela en el diseño estructural, sin embargo, el edificio se muestra por su calidad constructiva como un claro ejemplo de lo que el investigador y especialista Juan Ignacio del Cueto define como “…un momento culminante de la arquitectura mexicana de los años 50 y 60 del siglo XX, misma que ganó prestigio alrededor del mundo con obras como el mercado Belisario Domínguez de Arriaga, Chiapas…”
Este “momento culminante” de la arquitectura mexicana no parece significar mucho para las autoridades locales, quienes en aras de una supuesta modernidad mal entendida han anunciado la demolición del Mercado Municipal Belisario Domínguez, para construir uno nuevo con el doble de capacidad. Ante este hecho cabría una reflexión acerca de la importancia de nuestro pasado reciente, reflexión hacia la conservación de obras de gran valor, no solamente por su antigüedad, sino por la maestría con que fueron construidas, con procesos irrepetibles de crear espacios, y por tanto, imposibles de sustituir. La pérdida de un edificio como éste, de innegable calidad técnica y estética, es profundamente lamentable para entendernos como sociedad. Esta semana inciaron las obras para demoler una buena parte del mercado
Demolición | Mercado Municipal Belisario Domínguez