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Pasado, presente y futuro en Nueva York

Pasado, presente y futuro en Nueva York

18 febrero, 2016
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia

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Nueva York va cerrando poco a poco sus heridas. Y es que el  luto dura lo que el bolsillo aguanta. El ataque a las Torres Gemelas fue un duro golpe para la ciudad de Nueva York, primero, y a la cultura occidental —la estadounidense—, después. Emitido en directo, aquellos que lo vivimos poco podremos olvidar el continuo flujo de imágenes, la caída de los edificios y el gigantesco hoyo que apareció tras retirar los escombros. Una cicatriz que, sin embargo, no pudo dejar fuera a los especuladores. A los primeros proyectos, más respetuosos, siguieron los intereses de unos pocos. Y aunque el lugar donde estaban las enigmáticas y abstractas construcciones de Minoru Yamasaki se respetó con la construcción de un monumento a las víctimas, los deseos de arrancar un pedazo de terreno y construir un nuevo edificio en ese lugar, no dejaron de recibir las críticas de muchos.

Pero es cierto, también hubo oportunidades. Se levantó un museo del recuerdo, desarrollado por Snøhetta, se diseñaron varios rascacielos, algunos anodinos y otros que han sabido entender dónde se ubican y, también, se construyó un nuevo acceso al metro, con una enorme estructura diseñada por Santiago Calatrava. Cuando el español recibió el encargo, la situación era para él muy diferente. Sus proyectos eran presentados por alcaldes con orgullo como símbolo de modernidad y aspiraciones futuras —cabe destacar que su obra ha sido usada en varias películas como parte de un escenario futurista. Pero la llegada de la crisis en 2008 levantó una veda de críticas que acabó con muchos de sus antiguos defensores renegando de su trabajo. El más duro quizás llegó justo de la misma ciudad de Nueva York. El periódico local, The New York Times, que lo había defendido antes, dijo de su proyecto que existe «una preocupante incongruencia entre la extravagancia de su arquitectura y el limitado propósito al que sirve». La prensa cambia pronto de bando. De las formas celebradas, con arcos y flechas, al descrédito. En tiempos de crisis, todo exceso debe ser contenido. Al menos ese que se ve.

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Ahora que está a punto de inaugurarse oficialmente, en la primera semana de marzo, nadie parece estar a gusto. El edificio de Calatrava, pese a su tamaño, resulta pequeño frente a los gigantes de acero y concreto que lo rodean. Su forma de pájaro con alas extendidas se enfrenta a sus vecinos; su color blanco contrasta frente al frío azul corporativo que impregna la zona. Nadie celebra su conclusión tras varios años de trabajos y obras. Las esperanzas están ahora en otro sitio. Otro arquitecto, que también presta especial importancia al recurso de la forma, concentra ahora la atención de los medios y los curiosos. Bjarke Ingels participante en MEXTRÓPOLI 2016– ha sabido hacerse lugar en la isla. Su edificio VIA, un gigantesco híbrido entre una manzana europea y un rascacielos americano, aparece como lo más novedoso de la ciudad. Y es cierto, no pasa indiferente: su escala, que se aclimata perfectamente entre la calle y el skyline, su materialidad y, sobre todo, su forma, lo han convertido en un atractivo proyecto celebrado por la crítica.

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Con crisis y todo, Manhattan sigue explorando formas. Pero donde al valenciano le acusan de repetirse, al danés lo ubican en su mejor momento de exploración formal. Eso dice Aaron Betsky —arquitecto, crítico de arte y decano de la Escuela de Arquitectura Frank Lloyd Wright—, apuntando que nadie juega con las formas como él. En su horizonte se muestra brillante el diseño del 2WTC, a unos pasos del diseño de Calatrava. Con ese edificio Ingels hace parecer fácil lo difícil: construir un rascacielos en unas de las zonas más deseadas, con un reto importante de crear un ícono que a la vez recupere el sentido de la calle. En manos del danés, se convierte en poco más que un juego de niños: un conjunto de bloques apilados y poco más. ¿Demasiado simple? Tal vez, pero ¿no era la arquitectura un simple juego —así fuera sabio, correcto y magnífico— de volúmenes bajo la luz?

Esperemos a ver cómo evoluciona estas opiniones en el futuro.

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