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En este tiempo contemporáneo cuando saturación y velocidad atenúan la atención, asumimos el rol de la arquitectura no protagonista. Apelamos al silencio. Entendemos la claridad constructiva basada en la disciplina. El camino transitado por nuestro estudio desde su inicio hasta estos días es este. Aprender, modos y modismos, practicar su uso, entender el momento indicado para utilizar un adjetivo, saber reconocer un verbo, ejercitar la exactitud, mantenerse en pausa, escuchar. Mas allá de los resultados, fortalecemos la idea del camino como disciplina.
Establecemos una única conversación, la esperanzadora mejora del habitar humano dentro del planeta, mediante el uso razonable de los recursos y apuntando al constante ejercicio del aprendizaje en conjunto, como socios, en sociedad. No nos interesa lo particular, si aprehender. (cuando se estudia se aprende, pero cuando se interactúa con el entorno se aprehende).
De aquello, podemos transformar materia en material, imaginario en concreto y proceder con riguroso análisis a la decisión que comunique con máxima claridad una idea, sea esta una piedra, una palabra o un espacio habitable. Así, la conversación se intensifica, la relación entre emisor y receptor se refina, haciéndose cada vez más certera, más precisa, mas humana. Conferimos a la convocación de la materia como disciplina autentica del pensar arquitectónico, le damos rol de palabra, y con ella decimos cosas. Que amamos la sombra y el paisaje, que repetimos sin cansancio para disfrutar el espacio entre muchos, que utilizamos los conocimientos para vencer la gravedad y los miedos, que reconocemos nuestras limitaciones y por ello pedimos ayuda, que hacemos para proteger y compartir y sobre todo que pensamos en libertad e imaginamos únicos lugares donde mejor habitar.
Como una frase mas dentro de la conversación general, esta pequeña casa es una pausa en el constante ruido de la ciudad, ausente y desapercibida, esta hecha de vacío, jardines, aire, luz y algún que otro ladrillo.