El Museo MALBA de Buenos Aires explora un nuevo concepto de museo en el municipio de Escobar a 50km al norte de la capital a cuyo través entender el paisaje, la historia y las tradiciones locales con la complicidad de los nuevos formatos del arte. Se trata de un complejo formado por tres pabellones: espacio expositivo con librería, espacio pedagógico y depósito de arte con café, y una sala dedicada al artista tucumano Gabriel Chaile.
MALBA PUERTOS, el nuevo enclave de la institución capitalina en Escobar, no es un museo al uso sino un conjunto de acciones arquitectónicas y paisajísticas que pretenden construir un centro de gravedad de la vida artística y cultural de la zona norte de la Provincia de Buenos Aires. En MALBA PUERTOS confluyen tres intereses inevitables para entender el devenir del presente: el arte como mecanismo de hacerse preguntas sobre las contradicciones de los tiempos que nos ha tocado habitar; la fragilidad de la naturaleza como fundamento de nuestra relación con el mundo; y la atención a las comunidades cuya historia debe ser reescrita frecuentemente ignoradas por el entorno más ortodoxo de la cultura.
Frente a semejante pedido, la arquitectura de Estudio Herreros, con la complicidad de Bulla en el paisajismo, FloraEstudio en la producción industrial de los equipamientos y Torrado Arquitectos como estudio local, no podía plantear un “edificio” con reminiscencias urbanas ortodoxamente delimitado, jerarquizado, con un recorrido bien encadenado, incluso era inadecuada la idea que tenemos de museo para un enclave que quiere ser más un lugar de estancia aleatoria que de visita ordenada. Por eso Malba Puertos es una construcción transparente, porosa, democrática, que diluye sus límites, en la que se mezcla la exhibición con el aprendizaje, el trabajo de archivo con las culturas indígenas, el interior con el exterior hasta que, por no tener, no tiene ni puerta principal.
MALBA PUERTOS es la superposición de tres modelos expositivos que desbordan el museo convencional que no es frecuente que compartan proyecto: un circuito de esculturas al aire libre que trata de asociar el enclave urbano circundante al arte contemporáneo y de llamar la atención sobre el valor incalculable de la reserva natural de los lagos; un bosque geométrico que enmarca una plantación de árboles alisos cuyos claros actúan como salas de exhibiciones al aire libre; y un conjunto de tres pabellones y tres plazas que conforman el corazón del proyecto que merece una descripción más detallada.
Un gran techo de 2.500 m2 se apoya sobre tres pabellones que contienen: una sala de exposiciones con una pequeña librería y tienda de diseño (600 m2), un depósito de obras de arte visitable con un espacio pedagógico y un café (500 m2) y un volumen totalmente acristalado que aloja una instalación escultórica permanente del artista tucumano Gabriel Chaile (350m2). Loa pabellones son prismas de construcción ligera con una es- tructura perimetral repetitiva de soportes de acero y partes opacas de paneles de concreto. Su simplicidad y condición isótropa, un cierto carácter industrial y el esfuerzo por integrar con naturalidad las instalaciones vistas, diluyen la habitual solemnidad asociada al ingreso y recorrido de los museos.
El gran techo está conformado por una retícula de vigas de acero de alma llena corona- da por un mar de cúpulas translúcidas que derraman su luz enigmática en tres plazas, una abierta a la ciudad, otra al lago y otra a la naturaleza, que tienen la vocación de ser lugares expositivos, estanciales y programables, desde mercados a performances, pasando por cine al aire libre, exposiciones o fiestas. La arquitectura crea el espacio y la infraestructura que hace posible el milagro multiformato que se prolonga en el corredor natural de las “Salas del Bosque” que contiene los mencionados tres espacios expositivos al aire libre rodeados de árboles alisos.
El ritual de “visitar” un museo deviene en “habitar” la ambigüedad del espacio, abierto o cerrado. Los niños y adolescentes son el grupo de mayor atención a los que abrir la programación del centro. Para ellos la arquitectura hace accesible el depósito de arte, habitualmente oculto y misterioso, en la idea de que entienden la importancia de un fondo artístico que es una crónica viva de su propia historia; y se dispone de un espacio equipado de las tecnologías adecuadas para actividades formativas que incluyen acciones colectivas, proyecciones, conferencias, talleres, etc., además de la programación intensiva de los espacios bajo el gran techo.
MALBA PUERTOS es un manifiesto sobre las instituciones del siglo XXI y de cómo apoyar- se en la capacidad transformadora de la ar- quitectura para expandir las prácticas artís- ticas a todos los grupos sociales derribando cualquier elitismo.