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Sólo habitaciones

Sólo habitaciones

 

Este artículo apareció publicado el 17 de julio de 2017 en el suplemento Quadern de El País, edición de Cataluña. Se publica aquí con permiso de su autor.


 

El edificio 110 Rooms de la calle Provenza de Barcelona –un nombre que busca definir el ADN de este inmueble que alberga su originalidad en el interior– ha ganado el premio de Opinión en la 59a edición de los Premios FAD. Creo oportuno hacer tres consideraciones sobre este edificio, más allá de lo que en su momento valoró el jurado para seleccionarlo. La primera, casi podríamos decir que está fuera de concurso, es el trabajo previo para poder llegar a un resultado en el campo de la arquitectura de la vivienda, lleno de convencionalismos y afectado gravemente por el discurso de lo técnico-sostenible. Esto tan solo se puede conseguir con una capacidad de interpretación de la normativa, de convencer a la propiedad –que ahora deja la promoción pública seriamente tocada–, de leer la ciudad mezclando la discreción y cierta extravagancia y la mezcla equilibrada de todo ello, para poder hacer un edificio tan atípico como éste sin parecerlo. Esta es una parte del inicio del proceso, ineludible en cualquier proyecto, en el cual el diseño es accesorio y lo que cuenta es la convicción y la inteligencia. ¡Y todavía hay quien cree que se piensa con el lápiz!

 

Acceso el edificio, vista general © José Hevia

 

La segunda es la manera de resolver y concebir la planta baja como un pasaje hacia el interior de la cuadra. Esta parte del edificio mezcla elementos de mundos distintos: uno pertenece al ámbito conceptual y está vinculado a la idea de que la planta baja se conecta con el espacio público. Un lugar en el que el espacio doméstico de las plantas superiores y el espacio público dejan abierta su relación a la interpretación que le den los usuarios en cada momento. Los otros elementos son puramente formales y son los que otorgan la fisonomía de este espacio, recurriendo para ello a una inspiración a contracorriente, como la que significó La Strada Novissima de la Bienal de Venecia de 1980. Aquella calle de fachadas inventadas por 20 arquitectos para revisar el pasado, en plena euforia posmoderna, bien merece la pena merece la pena reconsiderarse cuarenta años después. El recurso a las superficies revestidas de mármol, la inusual altura del paso hacia el fondo de la cuadra y la presencia espiritual de una pirámide truncada, la recuerdan poderosamente.


La tercera es la mas importante, la que no se ve salvo en la planta de distribución y que percibimos al acceder a uno de los apartamentos. Su particularidad estriba en que los cuatro apartamentos por planta están compuestos de habitaciones genéricas iguales, sea el que sea el uso que se les acabe dando. Utilizando la nomenclatura oficial, diríamos que el vestíbulo, la sala, el comedor con cocina y las dos habitaciones son iguales, y que sus diferencias provienen de su posición relativa. Esto, a mi entender, aporta cosas interesantes: en primer lugar, es una demostración de que lo que entendemos por flexibilidad tiene una relación directa con la ambigüedad. No definir la función de las piezas de una vivienda es la mejor de las flexibilidades posibles, de este modo la iniciativa corresponde al que la vive, que es quien decide que uso le da a cada pieza. Estrechamente ligado con esta ambigüedad, en estos apartamentos, están las puertas y las oberturas –pequeñas ventanas interiores- que comunican las piezas y acentúan el papel ambivalente de las habitaciones más previsibles (especialmente las dos de los extremos en diagonal).

Pero una de las expresiones más atractivas de este conjunto de habitaciones iguales es la posición del comedor con la cocina incluida. Esta pieza, que no tiene comunicación directa ni con la calle ni con el patio, es el centro de la planta. La arquitectura moderna de la vivienda no es central. La arquitectura moderna oficial de la vivienda siempre ha profesado una veneración por lo lineal, quizá con la excusa del contacto directo con el exterior, olvidando las partes indefinidas o ambiguas proscribiendo alcobas y ventanas interiores. El funcionalismo, y la maldita costumbre de dividir la vivienda en zona de día y zona de noche, son el responsable y la expresión de vulgaridad, en este orden, en que ha acabado la vivienda contemporánea. En resumen, la vivienda moderna parece un dictado en el que el usuario no tiene mucho que decir. Estos apartamentos son lo contrario y podrían inspirar una revisión seria de la concepción de la casa contemporánea, más desinhibida y más acorde con la imperfecta vida real.


 

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