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El proyecto se ubica en el Parque Fundidora de Monterrey, a la vera del saneado e intervenido Arroyo Santa Lucía. Por lo tanto, como una estación más en el recorrido que vincula el centro histórico y Macroplaza de Monterrey con las principales atracciones del parque. Su ubicación equidistante viene a activar un tramo relativamente privado de usos específicos en ese trayecto.
El predio concedido, tenía la forma de un estacionamiento pre-existente. El programa, que requería incorporar esa misma capacidad de autos en el edificio, fue la primer condicionante formal del proyecto, al determinar su huella y la forma de su subsuelo.
Era necesaria una estructura espacial amplia, flexible en el tiempo y en definitiva un proyecto que fuese capaz de sobrevivir las vicisitudes que surgen de un programa que se iría perfeccionando y mutando. Mutaciones que podía preverse tendrían lugar durante el curso del proyecto, así como en la fase de construcción, y seguramente en los años de vida de la institución que renacía. Espacialmente el proyecto requería una solución genérica. A su vez, el Salón de la Fama del Beisbol Mexicano se presentaba como programa celebratorio de ese gran deporte nacional, su historia sus leyendas requiriendo una calidad representativa que debía manifestarse formalmente.
Sobre el basamento constituido por una “réplica” subterránea del estacionamiento preexistente, se desarrolla entonces un proyecto de espacios con grandes claros, con una forma exterior que busca resonancias con las sierras características del paisaje regiomontano, y con un repertorio material y cromático que dialoga con todas las preexistencias del parque. Sobre ese basamento se desarrollan los espacios abiertos y controlados del programa, así como todas las necesarias transiciones respecto a la estructura formal y funcional del parque: plaza de acceso, rampas, miradores al canal Santa Lucía.
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El programa principal se distribuye mayormente en una planta, en dos crujías muy simples, una que hilvana las principales funciones de acceso, exhibición y eventos del programa y la otra que la complementa con áreas de servicio, almacenaje y administración. Esta regla se modifica en los extremos de esta crujía secundaria donde se colocaron el restaurante al oriente y una biblioteca infantil al poniente, permitiendo la aparición de los espacios de acceso por una parte y una gran plaza de eventos por la otra.
Queda así conformada en la crujía principal una secuencia de espacios de exhibición. Esta secuencia es atravesada por un gran “crucero” donde aparecen los usos más celebratorios y excepcionales: el recinto subterráneo dedicado a una suerte de “panteón” de los inmortales del beisbol y el auditorio. Ese momento del proyecto coincide con la única articulación relevante en sección que da acceso a una sala de exhibiciones temporarias y a un jardín elevado con vistas al Arroyo Santa Lucía.
Los espacios principales fueron pensados desde un inicio como espacios de grandes claros dentro de los cuales alojar “folies”, mobiliarios y equipamientos que con flexibilidad en el desarrollo del proyecto y en el tiempo futuro, diesen cabida a la museografía y cobijasen las actividades de entretenimiento que hoy definen y caracterizarán el futuro del programa.
Se optó por desarrollar estos espacios de grandes claros estructurales mediante bóvedas de ladrillo de diferente configuración y medida. Fundándose en unas primeras ideas formales vinculadas a los perfiles de las sierras que conforman el paisaje. Esta opción constructiva y de expresión se conectó con varias tradiciones de la arquitectura mexicana tales como las bóvedas de Santo Domingo en Oaxaca, con la expresividad estructural de la ingeniería de Félix Candela y con la amplitud espacial de múltiples edificaciones de celebración existentes en nuestro país. El resultado de esta búsqueda fue una variedad y saltos de escala, condiciones de iluminación y direccionalidad en una secuencia de espacios abovedados.
Las referencias a las experimentaciones de Eladio Dieste en el Uruguay son evidentes. Fueron un abrevadero que permitió vincular las tradiciones constructivas locales con la ingeniería contemporánea, la precisión en el trazo y la definición geométrica, con la mano artesanal en la construcción. Construir este edificio fue una experiencia significativa en la inevitable articulación contemporánea entre un pensamiento y definición asistida por herramientas digitales y las singulares capacidades artesanales requeridas para su construcción.