Este edificio es el resultado de un concurso internacional para transformar un antiguo matadero en ruinas en la Galería PLATO de Arte Contemporáneo. Las paredes del matadero estaban derruidas y maltrechas. Los ladrillos enrojecidos por el hollín daban testimonio de la historia industrial de la ciudad.
Para el diseño, se tomaron en cuenta estas deficiencias, que permitieron preservar el ladrillo sucio y de las ventanas, además, de rellenar los huecos de los muros con material contemporáneo conservando la antigua ornamentación de las paredes de ladrillo.
La idea principal del proyecto se basa en mantener la funcionalidad de las aberturas generadas por el tiempo como atajos que conectan el edificio con la ciudad. De ahí la idea de que los nuevos rellenos, hechos de concreto, fueran flexibles y pudieran girar y abrir las salas de exposición directamente al exterior. Esto proporciona a artistas y curadores posibilidades expositivas totalmente distintas, y permite que el arte “salga” literalmente al espacio que rodea al edificio.
También se diseñaron las zonas exteriores, donde se replanteó el pavimento de concreto para sustituido por un parque biodiverso con suelos permeables al agua, praderas de flores y cuencas de retención. La disposición de la vegetación remite a la ubicación de los edificios que antaño sustentaban el matadero, y los cultivos comestibles.
El resultado es un espacio inclusivo que sensibiliza no sólo con el arte, sino también con las cuestiones medioambientales.