Un día, en mi sueño, me aparecieron las figuras de los frisos del Vittoriano. Con sus colores, sus formas, sus alturas monumentales… De alguna manera entendí que aquello era un deseo de Italia, Italia que trataba de representar su espíritu y encontrarlo…
Ese espíritu me parecía ahora claro incluso sin palabras … era un sentimiento, una forma de ser, un intento… bonito, fuerte y lo conocía. Mientras dormía, sonreí y mi hermana presente me preguntó “¿estás feliz?” y yo respondí “sí”.
Fue más tarde cuando me invitaron a diseñar, junto con Edith Gabrielli y un equipo de expertos, artistas y creativos, el primer fragmento del futuro “Museo de la identidad italiana”, en el Vittoriano.
Me pareció estar de alguna manera preparada, a pesar de no poder recordar nada específico sobre aquel sueño… solo un espíritu. Pero en mi estudio de arquitectura, rodeada de maravillosos colaboradores, los espíritus se transforman en dibujos: plantas, alzados, collages… Estamos acostumbrados a hacer realidad los sentimientos, a hacer que los deseos, los anhelos y las necesidades se construyan… siempre trabajamos dando forma a un espíritu y concretándolo.
Y así, sin miedo, comenzamos a combinar materiales, a cortarlos, a reposicionarlos. Identidad italiana… representaciones de los restos del foro romano aparecieron sobre nuestras mesas, aquellos que aún existen bajo los cimientos del Vittoriano. La antigua Roma, una base poderosa de la identidad itálica.
Una arquitectura bien construida, que ha transmitido fragmentos de la antigüedad para, más tarde, ser copiada y reproducida por tantos arquitectos, pintores y artistas a lo largo de los siglos.
Esa antigüedad a la que se refieren los arquitectos del Renacimiento, los mismos que aún hoy, consiguen marcar los perfiles de las ciudades italianas con altas cúpulas reconocibles…
Este mundo de referencias italianas invadió nuestras mesas y nuestras pantallas de ordenador y se transformaron en collages, y de collages en líneas, y las finas líneas de nuestros dibujos comenzaron a confundirse con las finas líneas de plantas y secciones del gigantesco Vittoriano…
Parte de la magia de la arquitectura es que todo se puede representar en líneas finas: piedras gigantes, puntos de luz, vigas de madera u objetos pequeños se unifican en la representación gráfica arquitectónica: plantas, secciones, alzados.
Los muros y espacios originales del Vittoriano, recientemente restaurados con atención, serán siempre perceptibles más allá de las estructuras expositivas, que recuerdan fragmentos efímeros o una de esas escenografías de madera que glorificaban las ciudades italianas durante la entrada de los reyes o embajadores.
Fragmentos de arcos y exedras conducen al visitante entre los espacios en un lúdico laberinto, un laberinto donde no hay opción a equivocarse, pues una indicación invisible hace de guía.
Éstos funcionan de soporte de la historia que se narra aquí. A veces uno se encuentra dentro de la exedra, a veces afuera, emulando entradas y salidas de espacios que en una época antigua habían sido completos. Las líneas del laberinto van gradualmente adquiriendo materialidad: la madera, que en época romana se utilizaba como base de cimbras que servían a la construcción de arcos de ladrillo, es el protagonista de estas nuevas estructuras museográficas. Y el metal, que engalana Italia y el Vittoriano en forma de estatuas, aportar longevidad a las superficies de las estructuras de madera…
Madera y metal transmiten una doble idea de provisionalidad, en un intento de no interferir con la materialidad del Vittoriano, y al mismo tiempo de durabilidad y antigüedad, como las construcciones abovedadas, los arcos y las exedras que los antiguos romanos conocían tan bien.
Las cimbras temporales útiles en la construcción de arcos y bóvedas romanas se transforman en esta ocasión en estructuras de soporte para la instalación de proyectores, audio, luces y cableado. La superficie metálica que cubre todas las estructuras es el único material que hace de fondo de las proyecciones de videos, imágenes, contenido gráfico y objetos.
Las figuras de los frisos que adornan el Vittoriano se retoman, de forma más abstracta para no captar demasiada atención, y se superponen a estas superficies.
Ayudan a guiar al visitante y hacen reconocibles los caminos y la información.