Los nuevos espacios de impartición de justicia deben estar obligados a cumplir con una serie de elementos paralelos, tales como la funcionalidad de flujos peatonales, su acústica, sus niveles lumínicos y la alta seguridad en ciertas áreas. Al mismo tiempo, es indispensable comunicar al visitante la transparencia, democracia, justicia y dignidad espacial, así como un sentido de pertenencia al sitio en el que se encuentran y a la sociedad que les dará vida.
El edificio propone una variante de Ciudad Amurallada que cumpla los altos niveles de seguridad, tomando forma a partir de las circulaciones públicas y privadas, siendo el óvalo la manera más corta. Su materialidad se construye con la piedra volcánica característica de las Yácatas Michoacanas.
Contenidos entre jardines existen pabellones transparentes y flexibles, construidos con estructura metálica y techos inclinados forrados en barro por los altos niveles de lluvia. Las circulaciones abiertas, las oficinas con techos altos y las celosías de barro protegen del sur las áreas laborales; además de aprovechar los vientos cruzados. Por otro lado, las salas de juicio construidas en estructuras de acero y madera evocan las Trojes Michoacanas y aprovechan sus materiales para funcionar como cabinas sonoras.
Por último, se crean paisajes aprovechando la topografía y las miradas a la naturaleza, pero sobretodo, hay constante búsqueda por diluir los límites, reinterpretar las rejas, jugar con la luz como mediadora y con la penumbra para definir el espacio. La constante búsqueda del silencio ante la violenta realidad de ser declarado culpable en un espacio obligado a comunicar esperanza y dignidad.