El hotel se ubica en la playa de Curanipe, en la región del Maule en Chile. Por esta razón, todas las estrategias del proyecto parten de prever posibles maremotos o tsunamis. Se trabaja con una estructura de árbol, con fundaciones grandes y pesadas, y pilares esbeltos que componen una estructura vidriada.
En caso de emergencia, la idea es que el agua rompa los vidrios sin resistencia y pase a través del esqueleto metálico que distribuye los volúmenes. La evacuación de los usuarios se considera prioridad. En la planta baja está el volumen central que contiene el restaurante y configura un patio sin viento para beneficio de los huéspedes.
Desde este volumen principal, el edificio se conecta con la planta alta del hotel en el punto en el que convergen los tres brazos que albergan las habitaciones de varios tipos con circulaciones exteriores, orientadas para aprovechar las vistas que ofrece la bahía. Proyectado con un módulo de 4 × 4 m, el edificio consolida su estética con el esqueleto estructural expuesto de color negro, lo que genera un alto contraste con los cerramientos de vidrio, madera y varas de eucalipto.