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Del mito a la venta de liquidación: Gramercy Park Hotel

Del mito a la venta de liquidación: Gramercy Park Hotel

7 octubre, 2022
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy

Probablemente, Grand Budapest Hotel (2014) sea la película más arquitectónica de Wes Anderson. Casi toda la trama está colocada en los escenarios suntuosos de un hotel de prestigio, atendido por Monsieur Gustave H., el concierge del recinto, un personaje que establece un contrapunto espacial entre la decoración elegante y las obligaciones laborales. Mientras que en las habitaciones y vestíbulos se llevan a cabo los rituales de la etiqueta, Gustave mora en lo que podríamos llamar espacios residuales: un cuarto mínimo con apenas dos muebles cuyo único matiz de color es su uniforme púrpura. Este humilde guardián del decoro y la etiqueta podría servirnos como un punto de partida para plantearnos si los hoteles son una especie de arquitectura efímera. Sus escenografías están dedicadas a representar un prestigio que, eventualmente, puede tener incluso valor histórico. Sin embargo, éste puede desvanecerse de las maneras más pedestres y quedar reducido a una arqueología que puede comprarse al mayoreo.

El Gramercy Park Hotel de Nueva York fue un sitio que hospedó a David Bowie, a la banda The Clash, a Bob Dylan y al periodista Hunter S. Thompson (que tanto sabía del potencial que ofrecían los hoteles para los excesos y la creatividad), y a las escritoras Kathy Acker y McKenzie Wark. Esta breve lista afirma el mito, primordialmente neoyorkino, de los hoteles como lugares donde nacieron comunidades artísticas y que, de cierta manera, añaden un valor patrimonial a inmuebles que, formalmente, no se distinguen mucho de sus contextos urbanos. “Te recuerdo bien en el Hotel Chelsea”, recita Leonard Cohen en “Chelsea Hotel N°2”, canción que, se rumora, estuvo dedicada a Janis Joplin, una de las residentes más célebres de uno de los conjuntos que se tatuaron en el imaginario intelectual de la década de los 60. Cohen narra vagos recuerdos de encuentros sexuales y fiestas entre personajes que cimentaban su camino a la fama. De hecho, en 1966, el edificio fue reconocido como un sitio histórico no por su arquitectura, sino porque albergó a figuras definitivas para las vanguardias artísticas y para la música popular. Dylan Thomas murió en una de sus habitaciones. La cantante y poeta Patti Smith vivió ahí, a un lado de su mejor amigo, el fotógrafo Robert Mapplethorpe: dos jovencitos que se maravillaban con la presencia de los otros escritores y músicos que ya recibían más reconocimiento.

En el octavo piso de la sala de conciertos Carnegie Hall se dispusieron 133 estudios para artistas que albergaron al novelista Norman Mailer; a Leonard Bernstein, responsable de la música de West Side Story; a las bailarinas Isadora Duncan y Martha Graham, y al fotógrafo de sociales Bill Cunningham, uno de sus últimos residentes que, desde la calle, reportó los estilos de la élite. Pero una ciudad, probablemente, no puede sostener por mucho tiempo escenas del arte y la bohemia, que tantas instantáneas legó de una ciudad como Nueva York. Son necesarias las reformas a los inmuebles, o bien, se vuelve más importante abrirle paso a la especulación inmobiliaria.  Por ejemplo, en 2007 el Carnegie Hall anunció que desalojaría a quienes permanecieran en los estudios para poder ampliar el edificio, apenas un par de artistas de la tercera edad.

Desde 2020, el año en que inicia la pandemia, el Gramercy Park Hotel dejó de pagar renta. Antes de cerrar definitivamente, el complejo anunció una venta de liquidación de su mobiliario, convocando a todos aquellos que pudieran costear las mesas, los sillones, los cuadros. McKenzie Wark publicó en su cuenta de Facebook: “Yo me hospedé con Kathy aquí. En esos días, era la opción hip del Chelsea. Será convertido, inevitablemente, en condominios”. El sitio La Lista reportó lo siguiente: “Luego de dos años y una orden de desahucio, cientos de neoyorquinos han hecho fila para hacerse de algún recuerdo de las habitaciones del histórico sitio”. La revista Time Out Nueva York describió que la venta “era más que adquirir objetos maravillosos. Dado el bagaje tan icónico del hotel, los clientes adquieren un pedazo de historia”. A pesar de su relevancia, el Gramercy Park Hotel no seguirá formando parte de la ciudad.

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