En la antigua área ecuestre de la remota aldea de Sainte-Marie-Sicche, el proyecto de esta escuela pretende ser una integración armoniosa en un prado invadido por helechos y árboles.
El edificio, con la silueta de un invernadero, viene a deslizarse en su forma cónica entre dos robles centenarios.
La madera, omnipresente en este contexto, ofrece al edificio la oportunidad de vivir en una verdadera simbiosis con la naturaleza. Ofreciendo una aplicación delicada, este material natural es sobre todo sinónimo de comodidad. Una elección en total adecuación con el programa para los más pequeños.
La alternancia de sólidos y vacíos, propone contrastes entre la sombra y la luz.
Desde los antiguos edificios corsos, las piedras se redimensionan en el lugar antes de ser ensambladas. Este volumen ubicado hacia el norte y dirigido hacia el pueblo se convierte en un recordatorio de esta arquitectura ancestral tradicional.
El techo enfatiza el horizonte de las montañas circundantes que forman este escenario. Una línea discontinua sobre el suelo, consiste en un techo unitario, que permite un manejo bioclimático armonioso de la estructura.