La casa está construida en el norte de Portugal, en un asentamiento rural que se estableció al pie de la colina y se expandió hacia la llanura, que se utiliza como tierra cultivable y se extiende hasta el mar.
El terreno está separado de una capilla por una pasarela que se alza sobre una base de paredes de granito con su entrada hacia el oeste, y se impone en esa área. Su presencia influyó en el proyecto, especialmente en lo que respecta al diseño del volumen, su implementación en el espacio y la definición de los detalles constructivos. La casa buscaba no perturbar la armonía de este espacio religioso. Al mismo tiempo, no quería ser sumisa a su presencia.
Se definió y se repitió una implantación cuadrada en la piscina y en el espacio entre ambas. El volumen regular, compacto y vertical, evoca la esencia de un tipo tradicional de construcción en la región de Minho.
Otra de las intenciones del proyecto era respetar la topografía natural de la tierra. Para cumplir con esto, el edificio se adaptó a las elevaciones existentes a través de medios pisos, lo que permitió una relación directa con el exterior en el lado sur y oeste de la casa. El espacio útil se capitalizó mediante la instalación de la escalera en el centro para minimizar las áreas de circulación y promover el camino que culmina en la terraza del techo, la quinta elevación, donde la discrepancia entre los niveles es clara a través de la organización volumétrica. Analizándolo a posteriori, esta asociación de elementos espaciales lleva consigo algunas reminiscencias “loosianas”.
Hay un fuerte contraste entre el exterior y el interior. La fachada funciona como un caparazón que ocasionalmente permite, a través de las aberturas, el contacto entre la casa y el mundo.