Sacromonte es paisaje. Es un campo de fuerzas relacionales, de antiguas intensidades y nuevos impulsos que coexisten en una nueva entidad inédita. Así, la naturaleza, lo productivo, las infraestructuras, las edificaciones y lo energético configuran un campo de estímulos a descubrir, un campo de experiencias.
En tan particular escenario, la Capilla de Sacromonte encuentra su lugar entre viñedos, lagunas, cerros y refugios. Concebida como un amplificador de paisaje, se funde con su entorno elevando la experiencia sensorial de la naturaleza a un nuevo nivel. Ubicada en uno de los puntos más altos y despejados de Sacromonte, puede verse desde lejos.
¿Cómo deberían ser los espacios sagrados del siglo XXI? La capilla reflexiona sobre las tantas posibles interpretaciones de este y otros cuestionamientos mediante su ambigua relación con la materia, el espacio y el tiempo. Una calma tensión reina al entrar en contacto con ella. Una tensión entre peso y levedad, entre presencia y desaparición, entre tecnología y naturaleza. Enigmática y desconcertante, deja a sus visitantes con más preguntas que respuestas.
La capilla comenzó en una fábrica en Portugal. Una vez prefabricada en tecnología CLT y acero, fue transportada directamente al paisaje de Sacromonte para ser ensamblada en un solo día. Simple y austero, su diseño asume el desafío de trasmitir un mensaje potente usando la menor cantidad posible de recursos.
Dos planos de madera de 9×6 metros descansan sutilmente uno sobre el otro, pero sin tocarse. De este simple y único gesto nace un nuevo recinto. Ni cerrado ni completamente abierto, es un espacio en sí mismo y es parte de su entorno al mismo tiempo. Al interior los planos intentan proteger y consagrar una pequeña porción de paisaje, pero niegan su encierro con respeto. Así, los conceptos de interior y exterior se diluyen en una experiencia espacial difusa y ambigua.
Casi por arte de magia, una caja negra y metálica flota y desequilibra la simetría en un acto trascendental. La luz entra en su cara posterior a través de una lámina de ónix translúcida. Dentro, la Virgen de La Carrodilla encuentra protección y refugio.
La capilla coexiste armoniosamente con la naturaleza, dejando entrar a vientos y tormentas. De alguna manera, evoca a la más primitiva de las arquitecturas: una que reúne a la humanidad, el paisaje y la materia con lo eterno.