Banca Infinita es una instalación desarrollada para el Jardín Botánico Alejandro Merino del Colegio Enrique Molina Garmendia de Concepción, al sur de Chile. El objetivo del proyecto es la revalorización y rehabilitación de este espacio, hasta ahora relegado a ser un generoso antejardín de un edificio emblemático de la ciudad.
Debido a su visibilidad, es ampliamente reconocido por su escala y por la envergadura de los árboles que alberga en una zona densa de la ciudad: un pequeño bosque atrapado en la urbe.
El Jardín Botánico colinda con la calle Aníbal Pinto, en pleno centro de Concepción, encontrándose a escasos metros del Parque Ecuador, una de las áreas verdes más importantes de la ciudad. En el lugar sólo existe un sinuoso sendero que, en una suerte de diagonal, divide al jardín en dos y desde el cual se aprecian cerca de 60 especies arbustivas y arbóreas procedencias y edades diversas, plantadas en el lugar sin ningún orden aparente, haciendo del jardín un lugar de tránsito supeditado al sendero existente y un bello telón que irrumpe en su camino para quien camina por la calle.
Para la rehabilitación, luego de registrar anhelos entre la comunidad del colegio, así como de proponer posibles usos, se propuso una banca circular continua de 14 m de diámetro, constituida por la repetición sistemática de 67 módulos de madera, la cual se ve interrumpida únicamente por el sendero existente. La banca se posa cuidadosamente entre los árboles para crear una nueva sala de clases que se funde con el paisaje, sin modificar el valioso patrimonio natural del lugar.
En la banca, se espera que se realicen clases, talleres y encuentros entre los alumnos, reincorporando este lugar a la cotidianeidad del colegio y colocándola como un objeto icónico que visibilice este jardín dentro de la comunidad de Concepción.