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Columnas

Museo Banco de México

Museo Banco de México

17 mayo, 2022
por Gustavo López Padilla

 

 

Todavía durante el tiempo de las interpretaciones ecléctico-académicas en nuestra arquitectura, segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, se realizó en la ciudad de México, por encargo de la compañía estadounidense Mutual Life Insurance Company de Nueva York, un edificio para alojar las instalaciones financieras necesarias para su operación, diseñado por Theodore William Emile de Lemos y August William Cordes, haciendo equipo con el Ing. mexicano Gonzalo Garita y Frontera. El edificio en cuestión está ubicado en lo que hoy en día es la ave. 5 de Mayo No. 2, haciendo esquina con el Eje Central, en la Alcaldía Cuauhtémoc, ciudad de México, mismo que fue inaugurado en 1905 por Porfirio Díaz. La obra fue construida con base en estructuras metálicas, realizadas por la empresa de Edward y Foster Milliken, que terminaron por recubrirse en fachada con sillares de piedra. En 1920, dicho edificio fue comprado para establecer en el lugar el Banco de México. Para su funcionamiento ya como banco, le fue solicitado al Arq. Carlos Obregón Santacilia, un proyecto de acondicionamiento y ampliación del proyecto original, mismo que fue reinaugurado en 1925, por Plutarco Elías Calles, quién fue presidente de la República, entre 1924 y 1928.

Carlos Obregón Santacilia (1896-1961) formó parte de un brillante grupo de jóvenes mexicanos, que decidió terminar su formación académica, formando parte de la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM y acto seguido emprender sus ejercicios profesionales, al inicio de los años veinte del siglo pasado, tomando en cuenta las ideas del movimiento racionalista, que se consolidaba por ese tiempo en la Europa central, entre otras cosas, con la formación  de la Bauhaus en Weimar, Alemania (1919), por parte de Walter Gropius (1883-1969). En nuestro país, terminada la Revolución Mexicana (1910-1919), la incorporación al movimiento arquitectónico racionalista fue un proceso gradual, en donde se fueron dejando de lado los repertorios compositivos y formales asociados a la arquitectura ecléctico-académica, que se había practicado en México, sobre todo,  a lo largo del periodo presidencial del General  Porfirio Díaz (1876-1911), tiempo en el cual se asumía como importante en términos de cultura, remitirse a las expresiones ítalo-francesas.

El proyecto de ampliación solicitado a Obregón Santacilia, implicó aumentar de cuatro a siete entre ejes la volumetría del edificio en relación con sus fachadas este y oeste, (hacia lo que hoy es el eje central Lázaro Cárdenas) respetando en gran medida los elementos  compositivos académicos del proyecto original, sumando a lo anterior una intervención interior, sobre todo en los espacios que conforman el  vestíbulo principal del edificio y sus lugares aledaños,  en los cuales el arquitecto mexicano experimentó con repertorios de lenguaje relacionados con el Art Decó, que estaba en boga por esos años, implicando en ello algunos elementos formales neo prehispánicos, que le confieren al resultado proyectual, un cierto acercamiento a criterios nacionalistas. Era usual en las obras que se ejecutaban en aquellos años, la importación y utilización de materiales extranjeros y en este caso, para la intervención interior, se emplearon para algunos de sus revestimientos: mármol negro de Bélgica, mármol negro con vetas doradas de Portoro, Italia y mosaicos venecianos. Para la arquitectura mexicana contemporánea y para el mismo Carlos obregón Santacilia, esta obra de lo que terminó siendo el Banco de México, representa un periodo de transición, que va de la arquitectura ecléctico académica, pasando por interpretaciones nacionalistas, hasta llegar a propuestas proyectuales modernas, identificadas con el movimiento racionalista y como otra variante, con la arquitectura orgánica.

Respetando en buena medida las preexistencias proyectadas por De Lemos y Cordes, en términos de ciudad, el proyecto de ampliación del edificio del Banco de México, que pasa de una planta rectangular a una cuadrada, termina por consolidar su imagen sobria, elegante, de escala amable, que en términos compositivos y formales se apoya en criterios de simetría, jerarquización de elementos, contando volumétricamente con base del edificio, macizo central y remate alto, con juegos de tratamientos de texturas y claroscuros, en donde en la porción central de la fachada principal del edificio, juegan un papel importante, cuatro altas y robustas columnas con remates dóricos, combinando lo anterior lateralmente,  con remates de arcos de medio punto, puntualizando además con otro arco y remate escultórico alto, la entrada principal del edificio. Todos estos  elementos  nos remiten eclécticamente a la distancia, a la arquitectura clásica italiana.

La intervención interior implicó la conformación de un generoso y atractivo vestíbulo principal, alto, simétrico, constituido por la rítmica y ordenada posición de juegos de columnas, en donde direccionalmente juegan un papel importante, por un lado el acceso principal al edificio, que remata en el extremo opuesto del vestíbulo, con una escalera monumental que articula los pisos bajos del edificio. El espacio fluye libremente entre la gran altura del vestíbulo principal y su correlación con espacios laterales bajos y altos, que en la propuesta de Carlos Obregón Santacilia, seguramente eran lugares de trabajo cotidiano, relacionados con la operación del Banco. La terminación de acabados, con expresiones Decó, empleando los mármoles oscuros ya mencionados, combinados con tonalidades doradas, en pisos, pasamanos metálicos de escaleras y plafones, le confieren al lugar una presencia grata y elegante. Dentro de las mismas expresiones  Decó, son importantes los trabajos de bajorrelieves en los plafones y las diversas tipologías de lámparas que iluminan el lugar. Para formar parte del conjunto de la escalera principal, en 1935, fue invitado Fermín Revueltas (1901-1935) arquitecto, pintor y vitralista mexicano,  a diseñar un vitral muy colorido, con la idea de evocar en este trabajo las ideas de progreso y desarrollo económico, que formaban parte de los ideales del siglo XX. La propuesta no se llegó a realizar y recientemente en el lugar, se proyectan unas imágenes dinámicas que dan cuenta de lo que hubiera podido ser aquel trabajo.

En 1987, el edifico del Banco de México, fue considerado monumento artístico por decreto presidencial y cambiando de uso, en el mes de septiembre del pasado 2021, en el mismo lugar fue inaugurado lo que ahora se conoce como el Museo del Banco de México, utilizando para el efecto fundamentalmente, el generoso vestíbulo principal ya comentado y los espacios laterales bajos y altos, contando estos últimos con el criterio espacial de plantas libres reconfigurables, lo que permite acondicionar los elementos museísticos necesarios. Ahora el lugar se puede visitar y admirar las exposiciones que dan cuenta de la historia del banco, a lo que se suman las historias de lo que tiene que ver con las operaciones de transacciones económicas, que van desde el trueque hasta la aparición de monedas, billetes y las mas modernas formas de operaciones económicas virtuales. La experiencia del lugar como museo es muy interesante.

Desde el punto de vista cultural, la posibilidad de recorrer los alrededores urbanos y los interiores el lugar, es por demás muy atractiva, aleccionadora y puede convertirse en una experiencia que puede sugerir diversas posibilidades de valoraciones contemporáneas. Ya el propio Carlos Obregón Santacilia, nos dio muestras inteligentes y sensibles de lo anterior, al diseñar enfrente de este mismo Banco de México (1925), el llamado Edificio Guardiola (1947), que representa una visión moderna, reinterpretando en la nueva obra una volumetría semejante al Banco preexistente, pero con composiciones y formas que tienden mayoritariamente a la abstracción, remitiéndonos a las propuestas conceptuales del movimiento racionalista, pero todavía de la mano de elementos compositivos y formales que tienen que ver con el Art Decó. Al final, terminan por ser  edificios de una misma familia, de tiempos distintos, que llegan a mostrar semejanzas, pero con personalidades propias, que terminan por consolidar una imagen unitaria y diversa de conjunto urbano, a los que se suma todavía otro edificio cercano a los dos primeros, realizado al principio de los años noventa por José Luís Benlliure. Para el público en general, la visita al Museo del Banco de México es una experiencia, interesante, atractiva, aleccionadora culturalmente, pero para los arquitectos y sobre todo para los estudiantes de arquitectura debería ser una actividad obligatoria, que permite identificar el proceso histórico en el que esta involucrada la arquitectura mexicana contemporánea y la vivencia intensa del sitio abre posibilidades de reinterpretaciones contemporáneas, que pueden ser ricas y diversas, si se toman en cuenta las posibles visiones frescas de los jóvenes arquitectos.

Vale la pena puntualizar que los vestíbulos de los edificios siempre son espacios importantes en el conjunto de los mismos. Francisco J. Serrano (1900-1982), otro gran arquitecto e ingeniero mexicano, decía que estos lugares vestibulares representan a toda la comunidad que habita en un edificio. Vale la pena recordar,  los espléndidos vestíbulos de las diversas arquitecturas que se han construido por ejemplo en Manhattan, en los Estados Unidos. Hablamos de espacios generosos, algunos monumentales, abiertos, continuos, plenos de luz y vida social, en los cuales el espacio urbano fluye hacia los interiores y viceversa, en los cuales se pueden desarrollar no solo actividades de circulación, sino otras diversas, sociales, culturales o económicas. Los espacios que constituyen ahora todo el conjunto del Museo del Banco de México, sin duda se pueden convertir en nuevas y ricas reinterpretaciones, que pueden enriquecer a la Arquitectura Mexicana Contemporánea.

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