14 octubre, 2024
por Arquine
El público de Laguna durante la mesa de diálogo "Prácticas paralelas". Foto: by Jasso
En el marco del festival Mextrópoli 2024, Isadora Hastings (Cooperación Comunitaria), Elena Tudela (ORU), Vicente Guallart (Urbanitree), Jose Pablo Ambrosi (Taller Capital) y Nicolay Boyadjiev (rearc institute) se reunieron en la mesa de diálogo “Prácticas paralelas”, conducida por Pablo Goldin Marcovich. El encuentro dio pie a una conversación sobre prácticas que, a pesar de sus distancias en latitud y escala, corren en paralelo a desafíos sociales y ecológicos, así como la filantropía y las luchas comunitarias contra la emergencia climática. Presentamos ahora, en dos partes, una versión sintética de dicho encuentro ocurrido el sábado 21 de septiembre de 2024, en Laguna (Ciudad de México); en esta primera entrega, referimos las intervenciones de Nicolay Boyadjiev, Isadora Hastings y Jose Pablo Ambrosi.
Pablo Goldin Marcovich: Muchas gracias a todos por estar aquí. Quiero agradecer al equipo de Mextrópoli que apoyó este encuentro, porque no era tan obvio; a Nicolay y a rearc institute, quienes también impulsaron esta mesa; y, por supuesto, a Irina y a Lorena, que nos recibieron. Esta mesa parte de conversaciones que se han tenido a lo largo del tiempo y las geografías —en Moscú, México y Barcelona—, y con oficinas que trabajan con intereses similares, pero desde lugares diversos y siempre paralelos: instituciones, la academia, sistemas económicos. Si bien hay muchas similitudes, también hay muchas diferencias. Cabe señalar primero que necesitamos crear un espacio común para esta conversación, ya que tenemos perfiles muy distintos. Cada uno de los participantes dará una introducción corta a su trabajo, y luego tendremos una discusión sobre aquello en lo que estamos en acuerdo y en lo que no. Primero que nada, todos los participantes son, de cierta manera, productores. No todos los proyectos que se presentan ahora han ocurrido así, pero ellos han construido los proyectos y necesitaron impulsar una idea y transformarla en una comisión. Es importante decir que para todos estos participantes la arquitectura es una herramienta para la interacción, un instrumento. No se trata sólo del edificio en sí, sino también del diálogo y las interacciones que se generan alrededor de él. Y, por supuesto, estas operaciones en paralelo. Cada uno de ustedes ha recorrido un camino que visualizan, impulsan y hacen posible. Y, para hacerlo posible, ¿en qué consiste su práctica?, ¿qué tipo de despachos son ustedes?, ¿cómo financian estas visiones?, ¿cómo se involucran en estas diferentes conversaciones con actores para sus prácticas? También queremos entender cuál es el tipo de instituciones que incluyen en sus prácticas. Por último, de la misma manera en que hablamos de paralelismo, tal vez esto sea lo “paranormal”, algo que es extraño en un principio, pero que debería volverse habitual en el futuro. Me gustaría darle el micrófono primero a Nicolay.
Nicolay Boyadjiev: Hola, muchas gracias a todos por venir. Voy a hablar en inglés porque, créanme, es mejor que mi español y probablemente también mejor que mi búlgaro. Soy arquitecto y trabajé como tal durante una década en la práctica corporativa. Después fui codirector del Strelka Institute for Media, Architecture and Design en Moscú que, como tal vez algunos de ustedes saben, es una escuela experimental con un ambiente muy similar al de Laguna. Así que estoy muy feliz de estar aquí. Ahora soy uno de los cofundadores y codirectores de rearc institute, que es una nueva organización sin fines de lucro en el espacio entre la arquitectura y el clima, con sede en Copenhague. Más en específico, soy el director del Practice Lab [laboratorio de prácticas] de esta institución, que es básicamente la unidad donde tratamos de hacer experimentos paralelos, en la intersección entre la filantropía y la arquitectura. Es el propósito de las unidades experimentales de rearc hacer tantos experimentos como sean posibles en filantropía. Algo que también es interesante en el contexto de la conversación de hoy, es que realmente pensamos en este como un espacio de aprendizaje por medio de la práctica: básicamente, un lugar en el que construimos y aprendemos a través de lo que construimos junto a organizaciones sin fines de lucro. Trabajamos directamente con estudios de arquitectura para crear prototipos de diferentes modelos para la filantropía y la arquitectura. Filantropía típicamente significa que uno trabaja con organizaciones sin fines de lucro. Por fortuna, o por desgracia, también hay un montón de grandes organizaciones sin ánimo de lucro, como despachos de arquitectura que tienen experiencia en contribuir a este problema. De tal manera que nos enfrentamos a que existe la capacidad y la voluntad, pero no necesariamente pueden resolver estos problemas, porque, desde la iniciativa privada, los clientes no están interesados. Y, en el lado del financiamiento público, a veces los gobiernos no tienen esto entre sus prioridades. Así que nuestro laboratorio está tratando de encontrar diferentes modelos para trabajar de manera directa con los arquitectos profesionales.
Nos dimos cuenta de que estas dos industrias tan importantes, la filantropía y la arquitectura, tenían mucho que aportar, pero no tenían ninguna relación. Después de investigar, vimos que la arquitectura es una industria muy destructiva en términos climáticos. Es responsable de alrededor de 37 o 40% de las pseudoemisiones de carbono, y eso es sólo usando una métrica muy estúpida como el dióxido de carbono (CO2). Yo estaba muy sorprendido de ver que sólo 2% de la filantropía se dirige a la mitigación del cambio climático. En realidad, no es 2%, sólo 8 de ese 2%. Básicamente sólo 1% de la filantropía va a la arquitectura. Del mismo modo, más o menos sólo 1% de la filantropía se dirige al medioambiente, en comparación con lo que la industria de la construcción construye cada año. Así que nuestro equipo estaba muy interesado en encontrar una forma paralela de trabajar con la industria de la construcción tradicional, que tal vez puede venir del sector sin fines de lucro. En esencia, había que encontrar relaciones más significativas entre la filantropía y la arquitectura.
Ese es nuestro laboratorio, es lo que tenemos tatuado (no les voy a enseñar en dónde). Así que, básicamente, lo que hacemos en el laboratorio es comisionar, investigar y asociarnos con organizaciones muy interesantes, e invitar a despachos profesionales a que propongan y lleven a cabo proyectos específicos, de iniciativa propia y dirigidos a lo que las comunidades necesitan, pero que actualmente no tienen clientes a quienes encargarlos y, por lo tanto, no se realizan. En otras palabras, que no haya un cliente público o privado no significa que algunos de estos proyectos no deban llevarse a cabo. Así que intentamos transferir dinero, lo cual parece fácil de decir, pero en realidad a veces es bastante difícil de hacer por la legislación con organizaciones sin ánimo de lucro.
Así que la forma en que normalmente trabajamos es curando la selección de despachos. De hecho, dos de ellos (Taller Capital y ORU) están hoy en el escenario con nosotros y hablarán más en concreto. Pero, en esencia, las contactamos, les llamamos por teléfono y les convencemos de que no somos spam. Y luego identificamos un desafío, una oportunidad o un proyecto interesante que cada comunidad necesita. Los despachos trabajan durante tres meses, y les pagamos 20mil euros para trabajar durante otros tres o cuatro meses con comunidades locales. No es caridad, les encargamos este trabajo y luego reciben un presupuesto de construcción que ronda el cuarto de millón de euros para los proyectos. Así que los despachos son totalmente responsables de decidir qué construir con sus comunidades. Nosotros no dictamos lo que construyen, intentamos mantenernos al margen porque ellos saben mejor que nosotros lo que se necesita.
Lo que hacemos es documentar este proceso y crear diferentes tipos de contratos para poder hacerlo más a menudo en el sector no lucrativo, y compartimos estos contratos con otras organizaciones para construir más proyectos que la sociedad necesita, aunque no haya clientes. Hoy en día trabajamos con 24 despachos de todo el mundo, y muchos de ellos están en América Latina. Considero que todos ellos son ejemplos de este tipo de prácticas paralelas para trabajar en arquitectura. Los llamamos proyectos híbridos de infraestructura, que mezclan programas sociales y ecológicos para producir proyectos en beneficio tanto para el bioma como para la comunidad que está allí. Así que, cuanto más miras estos proyectos, menos sabes si son sociales o ecológicos. Confunden al espectador por su hibridez. Mi perspectiva sobre esta cuestión de las prácticas paralelas es que, como diseñadores y arquitectos, no sólo tenemos que construir, sino pensar en los medios para lograrlo, en los mecanismos, relaciones e instituciones.
En otras palabras, el laboratorio trata de operar en esta especie paralelismos —donde se piensa en los mercados y la filantropía, lo financiado y no financiado—. En verdad tratamos de encontrar un nicho particular, un tipo particular de proyecto que no se parezca a los concursos interminables que producen una cultura de ganadores y perdedores, sino que encuentre una forma paralela de hacer arquitectura. Así que el laboratorio de prácticas es el diseño de una institución que hace este trabajo.
Pablo Goldin Marcovich: Ahora le toca a Isadora Hastings. Justo en esto que mencionaba Nicolay al final, la mesa va a ser un poco mixta, como la frontera entre México y Estados Unidos. Isadora, ¿podrías hablar sobre esto último de diseñar las instituciones y la propia oficina para logra el tipo de proyectos que realizan ustedes en Cooperación Comunitaria?
Isadora Hastings: Cooperación Comunitaria es una organización sin fines de lucro, la cual lleva 12 años trabajando con comunidades rurales e indígenas en México, justamente las que están más marginadas, las más vulnerables a todas las amenazas naturales. Y, de un tiempo para acá, también son las más vulnerables ante los efectos de la crisis climática. Desde hace 12 años empezamos a trabajar con algunas de estas comunidades indígenas en Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Hidalgo o Yucatán. Trabajamos para reducir la vulnerabilidad, aumentar la habitabilidad de estas comunidades, a través de un modelo integral y sistémico que no sólo trabaja recuperando y revalorizando la arquitectura tradicional de estas comunidades que, de por sí, ya está muy adaptada al contexto cultural y climático, sino que también lo ve como un sistema y un modelo integral en relación a lo productivo, ambiental, territorial y sociocultural. Trabajamos con un diálogo de saberes, considerando y valorando el conocimiento que tienen las comunidades y aportando nuestro conocimiento académico, que pueda mejorar o reforzar estas estructuras para reducir esa vulnerabilidad.
Trabajamos con una metodología que lleva la producción y gestión social del hábitat, en donde lo interesante es el proceso, no tanto el objeto, el resultado final, sino todo este camino en donde la participación de las comunidades es muy importante. Hay una participación colectiva, no sólo individualizada, en donde hay interaprendizajes también. En todo este proceso nosotros nos asesoramos técnicamente y también acompañamos estos procesos de manera integral para reducir el riesgo. Es muy importante para nosotros hacer diagnósticos, no sólo de las arquitecturas o construcciones —porque también trabajamos en procesos de reconstrucción integral en estas comunidades después de un desastre socionatural—. Entonces, el diagnóstico es de suma importancia para entender el contexto y el ecosistema, para entender la cultura, las vulnerabilidades y las amenazas a las que están expuestas las comunidades. De ahí pasamos a una etapa de diseño participativo, planeación y organización colectiva con las comunidades para implementar los procesos. También estamos muy enfocados en el uso y el mantenimiento, porque hemos perdido este hábito por mantener las estructuras constructivas. También el cuidado de la naturaleza, ha hecho que las comunidades se vuelvan más vulnerables.
Entonces trabajamos también mucho en recuperar estas prácticas del mantenimiento y analizar el uso. Ahora que la crisis climática afecta cada vez más a estas comunidades, hemos implementado estrategias como la gestión integral del riesgo para que, trabajando con las comunidades, no sólo se refuercen las estructuras constructivas, sino las productivas y ambientales.
Pablo Goldin Marcovich: Algo interesante, ahora que Nicolay mencionaba las infraestructuras (y hablando del trabajo de Taller Capital y Jose Pablo Ambrosi), es que en todas partes se habla de ellas: queremos diseñar nuevas infraestructuras, que los edificios hagan más cosas que sólo servir como vivienda. Esto genera muchos problemas para crear los puentes entre las dos acciones. En el caso de Taller Capital es interesante ver cómo lograron combinar infraestructuras de agua y espacio público, porque eso implica un diálogo con instituciones y secretarías de agua. ¿Cómo puedes profundizar en esto?
Jose Pablo Ambrosi: Nuestra práctica viene de que la arquitectura se enseñó de una forma, cuando nosotros estábamos en la escuela, que probablemente continúa en cierto grado, enfocada a hacer objetos de arte y responder al programa que te da un cliente. De hecho, todos los ejercicios son “este es tu cliente, el terreno y el programa, tú dedícate a hacer el objeto más bonito que se pueda”. Y si lo haces, sacas un diez. En la práctica nos hemos dado cuenta de que la arquitectura se concentra últimamente en sofisticar ese objeto de arte. Tanto, que deja de lado el poder que tiene la arquitectura, y lo ha tenido siempre —desde que empezó la idea de arquitectura o incluso más atrás—, para suturar la ciudad rota. Y el discurso arquitectónico se ha elevado a tal grado que es un discurso hoy en día excluyente: no todo el mundo lo entiende; y además muchos de los temas en los que discutimos en las bienales son irrelevantes para el grueso de la sociedad. A raíz de todo este entendimiento, lo que nos gusta a nosotros, o a lo que hemos tratado de dirigir nuestra práctica, es a estos lugares que se “autodiseñan” y están, de alguna manera, olvidados por la práctica arquitectónica. Ahí es donde hay un campo enorme, como decía Pablo. A lo mejor ahorita somos pocos, pero hay un campo inmenso ahí en esos sitios olvidados, en esas partes de la ciudad rota, para detonar una mejor calidad de vida.
Esta la idea de que van a venir y te van a encargar un proyecto porque eres muy bueno o muy famoso. Nosotros pensamos que eso es poco interesante y, aparte, es difícil de acceder a trabajos porque todo el mundo está compitiendo por lo mismo. Lo que creemos es que el arquitecto se puede convertir en un generador del propio trabajo. De alguna manera creemos que este proyecto, Albercas de Xoloc, representa muy bien eso de lo que estamos hablando hoy. Este proyecto surgió después de intervenir en este pueblo que está a tres minutos del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (Estado de México). La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) nos pidió un proyecto para regenerar el centro histórico y mitigar ciertas inundaciones. Después de ese via crucis, que no fue fácil, tuvimos la oportunidad de conocer a la comunidad. De hecho, muy al principio no nos querían en la comunidad, porque llegó este ente arquitecto-gobierno que les quería imponer un proyecto. Al final, se logró negociar y adaptar el proyecto a las necesidades del pueblo, y eso provocó que tuviéramos una buena relación con la comunidad y el ejido. A partir de entonces nos pidieron una serie de intervenciones para mitigar las inundaciones y captar agua de lluvia. Porque en ese lugar se inundan las calles, pero además se sufre desabasto de agua. Si ellos, en lugar de pagar para sacar esa agua, la pudieran captar y reutilizar, sería mejor. Teníamos esta necesidad, por parte de la comunidad, y encontramos el fondeo por parte del Practice Lab de rearc. Y se logró este proyecto que está en proceso, en donde se trata de captar toda el agua potable y fluvial de una de las calles, llevarla a unas piscinas, y que luego se convierte en un centro comunitario, de cultura gastronómica y albercas. Y esa agua se pueda reutilizar para el riego de la agricultura.
Hablando del tema de las prácticas paralelas, pensaba en qué tantas prácticas se requieren para que un proyecto se lleve a cabo. La academia es muy importante en este sentido. Loreta Castro, mi socia, ha sido maestra desde tiempo atrás y ha sido fundamental para tener capacidad de investigación, además de todos estos contactos o conexiones con otras prácticas que nos facilitan nuestra labor. El gobierno, en este caso el federal, y la Sedatu nos encargaron este primer proyecto que eventualmente se convirtió en otro, que fue un pedido de la comunidad: el sistema de aguas local al que teníamos que darle una solución, y que plantea esa relación entre el arquitecto y la institución, y no estar esperando hasta que te busquen a ti. Hicimos match con el enfoque filantrópico de rearc, porque este es el tipo de proyectos que nadie financia. El gobierno federal está buscando proyectos grandes, masivos, que den impacto. Hay muchas instituciones, secretarías y tales (como Educación, Seguridad, Salud), y cada una tiene su propia tipología; pero para esta tipología —que es una pequeña tipología de espacio público, con infraestructuras suaves de agua— no existe un canal para el fondeo y es claro que los municipios no tienen dinero para ello. Estar abiertos a este tipo de colaboraciones ha sido muy rico para lograr este tipo de proyectos que son diferentes a la mayoría.
Y luego, además de esta relación con las comunidades, hay que tener o participar en una forma de colectivo, porque al final todos estos proyectos requieren de una serie de personas con distintas profesiones, si no, no se pueden hacer. Nos ha funcionado mucho trabajar con personas especializadas en el manejo de diseño participativo, como Cecilia Barraza, Juan Carlos Cárdenas, Alberto Cruz y el ejido de Xoloc con el que, a lo largo del tiempo, ya tenemos una relación muy cercana. Todos los proyectos que hemos hecho han sido con el doctor Juan Ansberto Cruz, y sin la pieza vital de un hidrólogo es muy difícil que un arquitecto se aviente un proyecto así. Hay muchísimos otros aspectos por mitigar o resolver, y el diseño no tendría que ser un objetivo, sino una herramienta que nos ayude a no evaluar los proyectos por si son bonitos o feos, sino juzgarlos a partir de en qué medida mitigan problemas de la ciudad.
Aquí puedes leer la segunda parte de “Prácticas Paralelas”.