Los dibujos de Paul Rudolph
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¡Felices fiestas!
29 marzo, 2016
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Mario Pani nació en la Ciudad de México el 29 de marzo de 1,911 – noventa y cinco años atrás- coincidiendo con la entrada de Madero a la capital y con un temblor. Su abuelo Manuel Darqui era un buen amigo del presidente Porfirio Díaz y su tío Alberto J. Pani fue Secretario de Industria, Comercio y Trabajo durante la presidencia de Plutarco Elías Calles, y el encargado de supervisar las relaciones entre México y Francia como consecuencia del Tratado de Versalles. Por él nombraron a sus hermanos Julio cónsul en el puerto de L’Havre y a Arturo cónsul en Amberes cuando Mario tenía siete años. Después pasaron tres años en Génova para trasladarse a Milán y finalmente a París por nueve años. Llegaron a la capital francesa en 1,925, año de la Exposición de las Artes Decorativas de donde nació el estilo –y más tarde el término- Art Déco y donde estaban los paradigmáticos pabellones del Esprit Nouveau de Le Corbusier y el ruso de Kostantin Melnikov. Inmediatamente después de recibirse, a los veintitrés años, casado con Margarita Linae Cornillón, de ascendencia noruega y francesa, regresó a México definitivamente. Paradójicamente, el primer encargo que le dio el tío Alberto fue el Hotel Reforma, que ya había proyectado Carlos Obregón Santacilia y se había iniciado su construcción. Iluso y ambicioso, el joven Mario asumió el encargo generando el primer conflicto de una saga que lo acompañaría a lo largo de su exitosa carrera.
Buena parte de las grandes innovaciones urbanas y arquitectónicas de mitad del siglo veinte mexicano provienen de la mano de Mario Pani. Su modelo renacentista del papel del arquitecto le permitió intervenir en todas las escalas, tipologías y temas de la profesión, imaginar la ciudad ideal, proyectar y hacer realidad las Unidades de Habitación corbusianas, codearse con presidentes de la República, secretarios de Estado y empresarios, y socializar con albañiles. Pragmático y antisolemne, luchó en todos los campos y apostó a lo grande por soluciones totales, que implican aspectos urbanos, sociales, económicos y políticos. Pani fue el último estratega que se sentó delante del tablero metropolitano para mover las fichas que respondían a un plan. Después de él las lecturas fueron fragmentadas, tendiendo a intervenciones autónomas y a episodios urbanos de escala menor.
Para Pani la problemática metropolitana debida al acelerado crecimiento sin planeación podía intervenirse desde dos acciones precisas: la ciudad desde dentro y la ciudad desde afuera, llevando a la práctica ejemplos de gran magnitud como la Ciudad Universitaria, Tlatelolco o Ciudad Satélite, respectivamente. Su convencida y acrítica militancia moderna le hacía confiar ciegamente en la idea del progreso lineal, y el implícito crecimiento constante hacía un mundo mejor. Pani explotaba su contradictoria áurea internacional, por su formación francesa, y adolecía del sentido crítico –histórico y social- de sus colegas “socialistas” mexicanos. Ambas circunstancias lo harían atractivo e inofensivo a la vez, facilitándole el acceso al poder para abordar proyectos de índole social a gran escala.
Sus ideas retomaban los postulados modernos como verdades incuestionables que sólo requerían llevarse a cabo. Sus edificios de los primeros años enfatizaron su condición vertical con el afán de construir un modelo más denso y eficaz de la ciudad; sus multifamiliares harían realidad las unidades de Le Corbusier avant la lettre; y los conjuntos habitacionales materializarían el sueño abstracto de Hilberseimer. Este arquitecto que inventó lo que quería hacer en cada momento de su carrera, llevó a cabo el primer hotel internacional de México, el primer multifamiliar, el primer condominio, la primera supermanzana y la primera ciudad satélite.
Mario Pani murió a los ochenta y un años, un día de febrero de 1993. Detrás quedaron 136 proyectos realizados a lo largo de seis décadas de práctica profesional. Construyó a lo grande, haciendo realidad lo que antes de él eran sólo utopías. Sólo entre 1958 y 1964, levantó más de 30,000 viviendas. Su importancia “se halla en si papel de pionero del urbanismo moderno que se atrevió a probar hipótesis urbanas a gran escala para responder a los problemas más urgentes derivados del crecimiento incontrolable de la metrópoli.” Fue el publicista y promotor del ideario de Le Corbusier en México. Las soluciones internas que Pani desarrolló en dos niveles siguiendo la propuesta de los Inmuebles Villa, las circulaciones cada tres pisos, la conformación en zigzag del primer multifamiliar que reproducía literalmente el proyecto de la Ciudad Radiante, o el partido urbano de Tlatelolco, van más allá de meras importaciones de un modelo moderno. Su reiterada apropiación debe entenderse como la fidelidad a una concepción del mundo basada en el progreso, que no buscaba la originalidad prototípica sino que pretendía expandir las virtudes de ésta. Su interés por la vivienda social a lo largo de toda su carrera, respondía a la voluntad de paliar los efectos de un crecimiento urbano que se desbordaba, más que por sintonía con un discurso social.
Elocuente y listo, supo convencer en cada momento a las personas adecuadas y entusiasmar a los equipos de profesionales necesarios para llevar sus ideas a la práctica. Pani era un hombre de acción, capaz de sortear los obstáculos y los retos para que las utopías modernas tuvieran su lugar y su tiempo: su aquí y ahora. “Sus propuestas son valiosas porque partieron de un enfoque integral que percibía simultáneamente los problemas sociales, económicos, financieros, arquitectónicos y urbanos que implican la vida compleja de una ciudad.” Entusiasta, vital y pragmático, siempre supo abrir cauces, ofrecer soluciones brillantes sin deparar en sus consecuencias ni atender con atención los detalles. Su paso por la vida fue un torbellino que construyó y dejó tambaleando buena parte de sus visionarias ideas. El polvo que levantó acabó por cubrir como dunas su nueva morfología urbana. La ciudad creció, integrando sus propuestas singulares al bullicio anodino de torres anónimas. Los temblores hicieron el resto, afectando a la Escuela Normal de Maestros con la amputación de la torre central, al Multifamiliar Presidente Juárez que tuvo que ser demolido y Tlatelolco que se sometió a drásticas restructuras, dando temporalmente la razón a los más prudentes que siempre vieron a Pani con desconfianza.
Sin embargo, una relectura de la modernidad con perspectiva histórica, permite rescatar la urbe que soñó Pani para poder reivindicarlo como el último arquitecto visionario que creyó en una propuesta total, arropado por un discurso sin fisuras: Mario Pani, el hacedor, logró que el “mundo mejor” imaginado a principios del pasado siglo por Le Corbusier, tuviera lugar en México.
Texto extraído y editado del ensayo que realicé para el libro monográfico “Mario Pani, la construcción de la modernidad”, Ediciones G.Gili, Barcelona 2005
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